Ismael. (Leonardo Martínez Russo/ André Hübener).
Por Bernardo Borkenztain.
Ramos generales
El colectivo El Almacén Teatro ha dejado una huella significativa en la escena teatral reciente desde su casi oculta sede en Villa Dolores. Sus producciones se destacan por su originalidad y calidad artística tanto en los textos como en las actuaciones individuales y colectivas.
Después, en la sala Verdi tuvieron una oportunidad para expandir su alcance y así, en esta apuesta, tomar el control del Teatro Solís durante apenas un fin de semana que, pese a duplicar funciones, resultó de capacidad insuficiente.
Quizás lo más distintivo del colectivo sea esto último: independientemente del elenco en cada obra teatral –ya sea amplio (La Chancha), más reducido (Claudia. La mujer que se casa) o incluso solo una pareja (Casi Maestra)– siempre logran transmitir un ritmo y fluidez impecables que han conquistado la lealtad de un público ansioso por descubrir su próxima propuesta.
Con un dúplex de dramaturgo y director (Leonardo Martínez y André Hübener), que son una presencia constante en el colectivo artístico han cultivado su propia estética que les permite construir un teatro profundamente político siguiendo los preceptos del aristotelismo más puro: nunca abordan temas ideológicos de manera didáctica al estilo de Brecht; es en esta particularidad donde reside su genialidad. Y su conexión con su público, que no para de sumar adeptos.
Por ejemplo, en la obra Casi Maestra, la creación de una atmósfera claustrofóbica sutil al explorar la violencia contra las mujeres logra que el espectador empatice profundamente ante la terrible realidad de un ser humano que sufre agresiones repetidas sin defenderse, debido a la confusión entre el miedo y el amor. Esta representación resulta más impactante que un enfoque teatral basado en proclamas o panfletos. Cualquier persona que salga de esta obra sin sentirse movilizada probablemente carezca de verdadera humanidad.
En otra situación se logra sensibilizar sobre las relaciones humanas con la burocracia o el abordaje conjunto de la violencia intrafamiliar y hacia los animales (La Chancha), a través del humor.
En Claudia: La Mujer que se casa, se observan dinámicas similares entre un círculo de amigas a medida que se revelan detalles tanto en lo que se expresa como en lo que se oculta durante una despedida de soltera, donde las barreras de la inhibición caen por completo. Un apunte: en esa obra Ana Fernández crea un adorable anciano que se dedica a la cartomancia y que regresa en esta representación como un homenaje intertextual, como el Tata Melcho.
GÓNDOLAS
Ismael representa una apuesta por el género musical en el cual Martínez-Hübener logran coordinar de manera excepcional la actuación de diecisiete actores en escena y siete músicos que se alinean de forma clásica en el proscenio para interpretar la música en vivo.
Más allá de la espectacularidad, el cuerpo y las voces de los actores, en sinergia con la música en vivo toman el protagonismo mientras la escenografía se reduce a dos sillas plegables y muy poco más, y las luces se vuelven funcionales a los diferentes momentos y sus colores dramáticos.
Porque, es momento de decirlo, la obra se dispone en dos planos, con dos políticos en tiempo sincrónico que con el espectador negocian, mediante recursos de mercaderes, jugando con lo que no tiene repuesto, y en contra escena se desarrollan las diversas anécdotas, las que están divididas en cuadros musicales más que en escenas convencionales.
Quizás sea más exacto una combinación de ambas, pero la sucesión se da por la voz narrativa, sin otras soluciones de continuidad más que la alternancia entre lo que ocurre en primer plano (políticos negociando) y la contra escena.
A lo largo del desarrollo de la puesta, el elenco baila, canta, actúa y se desdobla en las diferentes narraciones, algunas insertas (“Hembras”) y otras que componen el arco de la historia del matrero Ismael y su siempre huir por haberse malquistado con el poder.
De manera muy compleja, la disposición presenta a la mayoría del elenco dispuesta como un coro, mientras, al estilo clásico, los que en ese momento asumen el protagonismo se separan para representar la historia.
El trabajo de las gestualidades (que el maquillaje destaca) y de las posturas físicas es impresionista y genera un efecto inquietante por lo complejo de su belleza. Lo mismo ocurre con las coreografías, que no necesariamente implican que todos los integrantes bailen del mismo modo.
Y sin embargo, el todo ecléctico se ensambla perfectamente.
OFERTAS
Uno de los políticos (Leonardo Martínez) se encuentra en su residencia de descanso y recibe a una colega senadora de otro partido, que desea convencerlo de votar una iniciativa para el voto consular.
Se inicia el nada sutil juego de quid pro quo, al principio del cual nos enteramos de que el dueño de casa está leyendo Ismael, de Eduardo Acevedo Díaz (por las razones más clásicas: para impresionar a una correligionaria que es profesora de literatura), y hace el comentario que seguramente hace cualquiera que intente leerla: es aburridísima.
Sin que esto implique un juicio con los otros trabajos, es necesario destacar el de Luis Pazos como Ismael/Perico el Bailarín, con un momento en el que invade la platea y los palcos cautivando a la audiencia toda que rompe a hacer palmas a su ritmo, y el de Soledad Gilmet, flamante incorporación de la Comedia Nacional, que toma la voz narrativa de la novela uniendo los cuadros a medida que se suceden mientras se desdobla como corifeo a marcar tonos y colores de las anécdotas.
Lo poco que ha cambiado la insolencia del poder, ya sea por los caudillos rurales de los que escribía Acevedo Díaz o los políticos actuales, es lo que une, mediante el artificio de narrar y representar la novela, el todo de una historia bellamente narrada. Y lo aburrido se transmuta en fascinante: he ahí la magia del teatro.
CAJA
Lo imitado del espacio no permite abundar más en el análisis de la que no dudamos es una de las mejores obras de la temporada.
Volverá seguro, quizás no tan pronto como debería, pero se ha vuelto un imperativo categórico que más gente pueda disfrutar de esta maravilla.
Recuerde: si ve Almacén Teatro, no se lo pierda, entre esos tipos y ustes también habrá algo personal.
Dramaturgia: Leonardo Martínez Russo.
Dirección: André Hübener
Elenco: Soledad Gilmet, Sofía Espinosa, Luis Pazos, Bruno Travieso, Carmen Laguzzi, Luche Bolten, Lucía Bonnefon, Camila Vives, Constanza Orellana, Javier Chávez, Leonardo Martínez Russo, Leonardo Martínez, Alfonso Balbis, Ana Fernández, Martín García, Marcelo Mattos, Patricia Fry.
Composición Musical: Juan Frache, Martín Sorriba.
Músicos en escena: Juan Frache, Sebastián Torres, Martín Sorriba, Mariana Escobar, Fabricio Bonilla, Ignacio Mendiverry, Inés Curri.
Asistente de dirección escénica: Florencia Colucci, Nelson Núñez, Mariel Lazzo, Melina Muñoz.
Escenografía: Ivana Domínguez, Mariana Pereira.
Iluminación: Ivana Domínguez.
Diseño de vestuario: Paula Kryger.