Por Mauricio Rodríguez.
Maya Landesman es uruguaya y está radicada en Buenos Aires desde hace varios años. Es licenciada en Comunicación y productora de cine publicitario. Hoy es una comediante con gran recorrido en el género stand up y con varias presentaciones a ambos lados del Río de la Plata.
Después de estudiar comunicación, Maya Landesman cruzó el charco y se instaló en Argentina. Se movió en el mundo del audiovisual y trabajó en varias tareas hasta que hizo un curso de stand up. Entonces apostó todas sus fichas a eso. Ya ha recorrido varios lugares de Buenos Aires con su humor. Es ganadora del premio Mundo T como mejor comediante de stand up femenino por su unipersonal Sola contra el mundo. Participó en los más diversos shows y festivales del circuito, como Ciudad Emergente (2013, 2015 y 2019), el Festival de la Palabra (2016), el Festival Nuestro (2018), el Festival Playas (2018) y el Festival Provincia Emergente (2018). Incursionó como humorista en televisión con Alessandra Rampolla en su programa Universo Alessandra, emitido en Uruguay y varios países de América Latina. También tuvo participaciones en las series y telenovelas Viudas e hijos del Rock & Roll, Graduados, Vecinos en guerra, Taxi, amores cruzados (Telefé), Bendita TV y Hora de reír (Canal 9, CN23, C5N) y Los comediantes. Se ha presentado en Ecuador, Uruguay y varias ciudades de Argentina, además de Buenos Aires, como Córdoba, Mendoza, Salta, Paraná, La Plata, Rosario y Mar del Plata. Sigue llevando su humor a otras ciudades y países de habla hispana. Además, es autora del libro Cuando sea chica, una recopilación de monólogos de humor autobiográficos. Se define como “docente, emprendedora, verborrágica” y busca el humor como vía de comunicación, “intentando entretener, pero también reflexionar, sobre la vida y los seres humanos”.
¿Cómo te definirías en tanto artista?
En este momento y ya hace varios años estoy en mi faceta de comediante. Digo en mi faceta, porque desde que empecé a estudiar comunicación hasta el día de hoy voy buscando diferentes formas de expresarme. Y me permito ir cambiando, si quiero. Amo comunicar ideas, y me sale medio naturalmente hacerlo con humor.
Hace ya unos cuantos años que estás en Buenos Aires. ¿Qué te llevo a tomar la decisión de irte?
Emigré a Buenos Aires en 2003 hace ya… [Piensa]. Dejame hacer la cuenta [risas]. Lo mío no son los números. ¡Pero hace ya veinte años! En su momento decidí hacerlo por dos motivos. El primero fue porque tenía un novio argentino, llevábamos mucho tiempo a la distancia y había que probar estar de un lado o del otro del charco, pero juntos. El segundo fue porque me había recibido de la Licenciatura en Comunicación Audiovisual. Eso abarcaba cine y televisión, y la verdad es que en ese momento en Montevideo no había nada de trabajo en el rubro. Peliculera como soy, soñaba con llegar a la gran ciudad de Buenos Aires y triunfar. Obviamente la vida no es Disney y la cosa fue bastante diferente. Me llevó meses de mandar currículums hasta lograr conseguir mi primer trabajo como runner en una publicidad. Básicamente eran doce horas corriendo como una desquiciada, consiguiendo cosas, cargando cajas, bolsas, llevando cosas al set. Me acuerdo de estar cargando con una barra de hielo gigante, superpesada, pero no sentía el peso, no sentía frío, solo la felicidad de conseguir ese primer trabajo que tanto deseaba.
¿Hoy qué balance hacés de haberte ido? ¿Cómo te fuiste acercando a la comedia en Argentina?
Todo se fue dando, fue un proceso, y seguí trabajando muchos años en el rubro. No sé si eso fue triunfar, pero estaba trabajando de lo que había estudiado, de lo que me gustaba, conociendo gente, aprendiendo y divirtiéndome muchísimo. Después vino la comedia, y esa “Maya productora” ya quedó un poco lejos. Y me gusta Buenos Aires. A pesar de que está atravesando una crisis económica importante, me permite algo increíble: sin ser famosa, puedo vivir de la comedia. Hago funciones en clubes de comedia, eventos sociales y corporativos, alguna publicidad, algo en televisión, etcétera. ¡Y vivo! Haciendo comedia. Creo que la decisión de haberme ido de Montevideo, de romper ese famoso “cordón umbilical” (vengo de una familia bastante apegada y sobreprotectora), me permitió encontrarme a mí misma. Ver de qué soy capaz, romper mis propios límites y desarrollarme como persona, como mujer y como artista. Me tuve que inventar y reinventarme mil veces. Argentina es una locura, pero a mí se ve que nunca me gustaron las cosas muy cuerdas. Lo que siento es que hice todo el caminito: runner, asistente de producción, jefa de producción, coordinadora de producción. Hasta que me anoté en un curso de stand up, para probar y para “perfeccionar mi técnica de escritura”. Esa era la excusa con la que me entregaba a la aventura de jugar a ser Sally Field en la película Punchline. Lo loco es que –y de esto me acuerdo perfectamente– el profesor un día me dijo que yo no iba a poder hacer stand up porque “no entendía las consignas”. ¿Que qué? ¿Que no voy a poder? Decirme eso a mí, terca capricorniana, era una provocación [risas]. ¿Así que no puedo? ¡Mirá como puedo! No sólo sí pude, sino que además tres años después estaba ganando dinero con la comedia y a los cinco años dejé de trabajar en producción para dedicarme solo a eso. Y bueno, acá estamos. Llegaron las redes sociales que nos obligan a estar ahí, mostrando lo que hacés, intentando llegar a la gente, generando un público que disfrute de mi estilo de humor. Es un poco desgastante, las redes son un trabajo en sí mismo, pero reconozco que es una herramienta muy poderosa que vale la pena usar. Abrís tu arte al mundo, y no sabés quién te ve, ni a dónde te pueden llevar.
¿Ayuda el hecho de que hayas sido una uruguaya trabajando en Argentina?
No se si me ayudó, pero para mí es clave, es parte de mi identidad. Soy la uru, uruguaya, la yorugua, la botija. Y acá a los uruguayos la verdad es que nos quieren.
¿En qué se parecen y en qué se diferencian el ambiente artístico uruguayo del argentino?
Creo que la diferencia clave es la cantidad de gente que hay. Podés hacer los mismos chistes quince años y no pasa nada. Seguís trabajando y va a haber gente que nunca te vio. Entiendo que en Uruguay se agotan más rápidos los chistes, te obliga a cambiar tu material más seguido. En Buenos Aires hay muchísimos cursos, talleres, docentes, comediantes, shows, y no llegás a conocerlos a todos. Hay más anonimato y la gente se anima. Una psicóloga se anima, aunque entre el púbico haya algún paciente. Quizás en Uruguay hay más miedo a la exposición, que te vea un conocido y esas cosas.
¿Qué momentos destacás especialmente de tus trabajos en Argentina?
No fue en Argentina, pero sí fue a raíz de vivir en Argentina. Hubo un momento en 2014 que me contrataron de Ecuador para hacer un mega show, era para una importante marca de jabones. Me pagaron un cachet impresionante, avión, para mí y para mi novio, hotel cinco estrellas, etcétera. Y me pusieron en la tapa de todos los diarios. “Llegó a Guayaquil la comediante número uno de Argentina”. En ese momento no llevaba tanto tiempo haciendo humor, pero me mandé. Recuerdo el miedo de la noche anterior. Pensaba “Che, pero ¿podré estar a la altura de todo esto?” Son esos momentos en los que tenés que sacar lo mejor de vos y ver realmente de qué madera estás hecha. Fue una señal de que iba por buen camino. Y otra vez pensé en mi profesor: “¿Que qué? ¿Que no puedo?” [risas].
¿La distancia te hizo ver Uruguay desde otro lugar?
Sobre todo en la pandemia. Me acuerdo del día en que fui a Uruguay después de ocho meses de encierro, no podía más de la felicidad. Si ves mis fotos en esa época parecía una nena de diez años, con la carita radiante. Fue muy fuerte la pandemia en Argentina. En Uruguay brillaba el sol de otra manera, como en la bandera. ¡Me salió con rima y todo! [Risas]. Había otro aire.
¿Por qué elegiste el humor como forma de expresión?
Sinceramente no encuentro otra. Y también siento que a veces me paso. Se me escapa un chiste para descomprimir una situación tensa, y me dicen “Ta, Maya, no da”. Además, el reírme de mí misma y de las cosas que me pasan es tan sano… Cosas de la vida que pueden ser dolorosas, desde el momento en que logras reírte de ellas se transforman en otra cosa, como que cambian de color. Me pasó con mi imagen. Mil años fueron de no gustarme, con una autoestima muy baja, algunos problemas alimenticios, etcétera. Cuando me permití mirar esas cosas que no me gustaban, buscarle humor a mi pelo erizado, a mi cuerpo redondito, pude quitarle poder a quienes quieren hacerme sentir mal por esas tonterías. Curiosamente ese fue el camino para quererme, y sentirme mucho más bella. Estoy segura de que al quitarle presión, el resto del mundo me ve más bella también hoy que a los veinte años. Ojalá todos pudiéramos reírnos más de nosotros mismos, tomarnos las cosas menos en serio.
¿En el humor vale reírse de todo?
Hoy hay mucha corrección política. Pienso en un club de comedia o en un show propio. Podés hacer un chiste sobre lo que quieras, si ese es tu estilo, si eso es lo que querés decir de verdad. Pero después te tenés que bancar que una persona se levante y se vaya. No podés adivinar los ideales, ni la moral, ni la situación emocional de cada persona del público. A veces hago chistes que considero naifes y alguien se ofende porque le parece que soy ordinaria. Y bueno, a esa persona no le gustó y otras cien se rieron. Ahora bien, sí está bueno adaptarse a determinados contextos. Si te contratan para hacer un show frente a muchos adolescentes y te piden que no hables de drogas, está bueno respetar lo charlado y establecido.
¿Cómo viviste volver a Uruguay y actuar acá después de todo este proceso en Argentina?
Mi primer unipersonal lo estrené en Montevideo. Se llamó Sola contra el mundo, fue en 2012. Siempre me sentí cerca de Uruguay, sobre todo porque es donde está mi familia y contar con su apoyo siempre fue superimportante. Además, mostrar al público uruguayo mi trabajo y los temas que abordo con humor me entusiasma. Me divierte que vengan a verme amigos de mi infancia, maestras, primas, vecinas. Me encanta sorprender con las actuaciones y las locuras que llevo al escenario.