Eterno laberinto de los efectos y las causas.
Por Bernardo Borkenztain.
“Por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres”.
Jorge Luis Borges
¿Cómo poner en palabras lo que significa una puesta en la que las palabras no están al servicio de un relato sino de la conciencia? Este trabajo sumamente original, dicho esto con fines meramente descriptivos, de Felipe Ipar y Camila Parard tiene la fuerza de lo primario, de lo que se saltea los sistemas lentos del pensamiento consciente y apela al vértigo de los sentidos y emociones, sin intermediarios que distorsionen el mensaje, que no otra cosa hacen los pensamientos, ese molesto ruido que habita la mente y que tiene más la tendencia de desbocarse que de fluir en armonía.
Lo verdaderamente extraordinario es que lo hace sin renunciar a la palabra, al texto.
La obra, homónima de un texto de Clarice Lispector que toma como punto de partida, plantea el desafío de crear el sentido, encontrar la referencia.
Mencionábamos antes la ausencia de relato en el sentido en el que no se cuenta una anécdota, pero el flujo de palabras dista de ser inconexo o de no tener coherencia en su fluir. La puesta le presenta un reto al espectador: decodificar al mismo tiempo el lenguaje oral del físico elegido como modo de actuación, tan cercano que es indistinguible de la danza.
El espacio sonoro está habitado por canciones en portugués (Gal Costa, Caetano Veloso, Jorge Bem Jor, Nina Miranda), mientras que el lumínico define espacios concretos para que esta mujer sin nombre que encarna Camila Parard habite.
El dispositivo escénico es el centro de un hemiciclo de sillas. Tiene zonas diferenciadas por lo que ocurre en ellas y la luz que les presta los límites. Una plataforma circular en el piso funge de axis mundi, esa figura arbórea de las mitologías que hunde sus raíces en el inframundo y alcanza el cielo con sus ramas, representando los tres niveles del alma humana: el vegetativo, que compartimos con plantas y animales, la apetitiva, que solamente compartimos con los segundos, y la que (supuestamente) nos hace humanos, la desiderativa, esa parte de nosotros que nos hace desear, no cosas, sino deseos: el ser humano desea ser deseado, ser reconocido como igual. Desea, en fin, esa mirada que le de conciencia de existir más allá del fondo de ruido indiferenciado del universo.
Para complementar el dispositivo, y con una iluminación desde abajo que lo resalta, un recipiente-altar contiene agua y será la parte central en un momento de la obra, con la pluralidad de sentidos del elemento que Tales de Mileto consideraba la esencia de las cosas. El agua elemental que purifica el cuerpo de la suciedad del mundo exterior, el agua consagrada que limpia y borra los pecados y el agua placentaria que nutre la vida en su mismo origen y es el símbolo universal del nacimiento. Dos límites del ser humano: el mundo que habita y el misterio del origen. Porque lo liminal es esencial en entender esta propuesta que empieza contra una pared frente a la que Parard baila al son de ‘Aguaviva’ (iZem con Nina Miranda) y de ‘It’s a long way’ (Caetano Veloso), y solamente eso es una guía de sentido para el que conozca las canciones.
La experiencia que se propone es la de un largo camino de sensaciones y palabras que plantean, con base en la poesía del texto de Lispector, la filosofía animista y vital más básica, la que conecta al individuo con el mayor misterio del Universo: el uno mismo. Porque en esta obra no solamente es un prodigio de poder ver la belleza, la plástica y el encanto que despliega la actriz con su cuerpo y su voz, la experiencia no es sólo estética y poética, tiene una dimensión poiética, creativa, de tomar las expresiones más básicas del movimiento y la emoción y crear sentido. Y con el sentido, comprensión. Y eso se llama filosofía.
Entendámonos: la filosofía es esa búsqueda profunda de las verdades que el ser humano necesita comprender desde que se entiende como un algo separado de todas las otras cosas que no son él, es Kant, Nietzsche, Descartes, Lispector, Borges y Harwicz. Pero también es el momento inicial en el que la primera conciencia del ser humano le plantea las preguntas fundamentales de la existencia: ¿Qué soy? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Para qué? ¿Por qué?
Esa dimensión básica, instintiva, de la necesidad de saber-saberse es la que explota en escena de la mano de Ipar y Parard. Es mucho. Es poco. Es todo. Es nada.
Véala, eso no es opcional, y sea testigo de la magia.
Dirección general: Felipe Ipar y Camila Parard.
Dirección escénica: Felipe Ipar.
Actriz: Camila Parard.
Diseño de vestuario: Stefanía Reta.
Diseño espacial y lumínico: Danisa Boyssonade.
Arquitectura del espacio: Gustavo Ipar.
Diseño de espacio sonoro: Enzo Vogrincic.
Diseño de imagen visual, comunicación y fotografía: Stefanía Reta.
Producción: María Emilia Pé.