Por Sofía O’Neill.
Florencia de Palleja y su gata, Margarita, recibieron a Dossier en su casa taller ubicada en el Chorro en Maldonado. Es un espacio muy acogedor y muy particular, diseñado dentro de un vagón de tren con techo vivo, acondicionado e integrado a su entorno, donde prima la armonía, la naturaleza y la brisa de mar. Hay libros, pinturas, cuadros, una prensa para hacer grabados, una guitarra electroacústica y objetos que forman parte de algunas de sus obras.
¿Dónde te formaste?
No hice Bellas Artes, entonces no tuve una formación institucional, digamos. Mi formación siempre fue en talleres particulares y una búsqueda de investigación en internet –en algunas plataformas como YouTube–y experimentación. Fui a un taller en Rivera y a otros talleres en Montevideo. Estoy terminando la tesis –que presento en octubre– de Licenciatura en Diseño de Comunicación Visual en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), de la en la Udelar. Si bien esta carrera no está directamente relacionada a las artes visuales, aprendí mucho en cuanto a lo formal de la imagen, me brindó mucha cultura general, Semiótica la parte más teórica, el estudio de los símbolos, como componer, teoría del color y también herramientas del mundo digital que me han servido muchísimo para presentarme a un llamado, cómo armar PDF, un proyecto y cómo presentarlo y que se vea bien. Siempre recomiendo esta carrera para la vida [risas]aunque después no vayas a trabajar de eso específicamente. Entonces hoy, creo que mi formación sale de ahí, de esta experiencia que tuve en los talleres particulares de la FADU y de la vida. El arte se nutre mucho de las experiencias personales, no solo del estudio de libros.
¿Por qué elegiste Licenciatura en Diseño de Comunicación?
Desde chiquita siempre tuve inclinación por lo artístico; por suerte mis padres lo vieron, me incentivaron y me llevaron a un taller cuando tenía cuatro años; estaba ese sostén por lo artístico. Mamá tenía su creatividad más fina, digamos, y me la inculcó; la de papá era una creatividad más rústica, de construir cosas grandes; si bien sus carreras no tienen nada que ver con el arte, de una manera u otra siempre estuvo lo creativo en casa y eso me nutrió un montón. Cuando cumplí quince años me regalaron un año de taller y para mí fue tremendo porque fue el primer acercamiento a una enseñanza un poco más formal. Me mudé a Montevideo para estudiar ingeniería, ya que socialmente el arte no estaba visto como un hobby, no un trabajo. Entonces tenía que estudiar algo y el tiempo libre podía dedicarlo al arte. No concebía como una opción decir que iba a trabajar en el arte. Hice dos años de ingeniería, no me sentí cómoda, no me convenció y descubrí que existía la carrera que estoy haciendo, me animé a anotarme, quedé en el sorteo y llegué a esto; son cuatro años, es una licenciatura. Me agarró la pandemia, al principio me rehusaba a lo digital, estaba esperando que volviera lo presencial, la normalidad. Perdí un montón de tiempo, me cuestioné si me servía realmente recibirme, si voy a trabajar de eso, si me sirve el título –ya que hay que pagar el Fondo de Solidaridad [risas] y la Caja de Profesionales Universitarios–, hasta que decidí que es importante cerrar esta etapa, todo el tiempo que invertí y acá estamos haciendo la tesis.
¿Cuál es el tema de tu tesis?
Es sobre el grabado, intenté llevarlo para el lado del arte, estoy haciéndolo con una compañera desde el lugar del diseño, estamos analizando la obra de Leonilda González. Nuestro análisis es de la serie Novias revolucionarias, que tuvo tremendo impacto y el mensaje que transmitió con esa obra está súper relacionado con la comunicación visual.
¿Qué significado tiene el arte para vos, hoy?
El arte no es un hobby, es mi vida. Hoy lo describo así, quiero esto y lo necesito. Siempre sentí un impulso, una fuerza para crear, quizá no lo supe canalizar hasta que alcancé a verlo. Cuando fui más grande pude darme cuenta de que era una necesidad, una especie de propósito que debía cumplir, que el arte tenía que ocupar un lugar más grande en mi vida. Logré madurar algunas cosas y entendí que necesitaba hacer arte.
¿Tenés algún referente artístico?
Siempre tuve referentes artísticos. En general eran artistas extranjeros hasta que conocí el arte nacional. A medida que fui creciendo fueron cambiando los referentes y hoy por hoy tengo referentes que son colegas; Elián Stolarsky, una chica joven que admiro y sigo su trabajo, su forma de encarar me parece admirable; Guille García Cruz también es bastante joven y así te puedo nombrar infinita cantidad de gente de acá, uruguayos, que me encanta lo que hacen e intento aprender de cada uno. Mi referente no es necesariamente porque me guste su obra, sino quizá la forma que comunica, que se muestra, que encara la carrera, cómo van atrás de las oportunidades; es un poco de todo.
El arte en Rivera es limitado, ¿cómo fue tu camino y tu proceso?
Lo poco que tuve fue por mis padres, ni siquiera era un enfoque artístico, simplemente me incentivaban para que fuera una persona más creativa. No me hablaban tanto de arte porque ellos tampoco sabían mucho, entonces fue bastante limitado. Si no tenés la suerte de que en tu familia haya alguien que le interese el arte o por algún motivo equis se haya relacionado con la parte artística, es más difícil. Mi hermano Ramiro estaba más inclinado hacia la fotografía y me inspiró un montón desde ese lugar; mi hermana Pauli, con la que me crie, siempre tuvo un lado artístico, de dibujar, coser, cocinar –que también es un arte–. En general en mi familia todos éramos creativos, cada uno se expresó de una manera diferente. Tuve un poquito de acceso al taller que te comenté cuando tenía quince años y lo poco que te dan en el liceo que es nada. Había que reformular eso [risas].
Hay mucho trabajo por hacer en cuanto a lo cultural en el interior, lentamente se está moviendo, son pocas las personas que lo impulsan, no se hace de a uno, todo el mundo tiene que hacer un poquito de fuerza para lograr que surja.
¿Cómo viviste el cambio de ciudad, de Rivera a la capital?
Para mí fue cien por ciento positivo. Un poco tiene que ver con ser del interior, ya de chica te vas preparando –antes al menos era así– porque si querés estudiar algo tenés que irte, crecés con esa idea. Me moría de ganas de irme [risas], entonces estaba re feliz con esa nueva etapa de independencia. Al principio me costó adaptarme porque era un cambio grande, pero se me abrió un mundo. Siento que conocí más de nuestra cultura; tuve acceso a museos, a bibliotecas, conocí a otra gente de todas partes. Me encantó el cambio [suspiro profundo].
En tus obras vas hacia adentro, hay portales, naturaleza, espejos, reflejos, autorretrato, antigüedades.
Sí, sin dudas voy hacia adentro. Siento que mis obras son un reflejo de mi propio proceso de ir creciendo y conociéndome. Es bastante introspectivo. Con los años he visto –como algo que es muy personal, muy de mi interior– que luego que la obra está terminada y se exhibe o se muestra, pasa a ser pública, cómo otras personas conectan con su interior y muchas veces con su infancia desde un lugar bastante parecido al mío. No hice adrede esta relación con la infancia, pero me doy cuenta de que tiene mucho que ver porque son objetos antiguos o porque “hablan”. La memoria está muy presente en las obras.
¿Esos objetos estaban en tu casa?
Sí, muchos de esos objetos formaron parte del mobiliario de mi casa en Rivera y siento cariño por ellos; de alguna manera me llaman la atención, como la buzonera, la silla, el espejo (era de mi mamá). Los objetos median, funcionan como conectores, son la interpretación de lo que cada uno capta en ese momento, por algo conectás con cosas así como conectás con personas, es la sensibilidad de cada uno.
¿Por qué algunos de esos objetos los pintás en un bosque?
Todo empezó por un ejercicio fotográfico que hice, ¿qué pasaba si estos muebles los sacaba de casa? entonces los llevé a un bosque en Rivera y les saqué fotos. Me encantó el resultado, sentí cómo esa aura que tenían estos objetos se seguía manteniendo a pesar de estar en un lugar y un contexto totalmente distintos. Siento –no sé cómo decirlo– que las cosas tienen carga, uno le pone energía; entonces estos objetos que están elegidos no son al azar, para mí tienen un significado muy importante y siento que tienen esa magia. Ahora estoy en un momento de cambios; no sé para qué lado va a ir esta nueva búsqueda, pero tampoco sé si voy a dejar de lado los objetos; sé que está cambiando [risas],sonnuevas etapas.
Se puede observar un monte de eucaliptos en algunos de tus trabajos ¿se relaciona con el crecimiento exponencial de la forestación en el norte del país?
Sí, crecí pensando que los bosques de forestación formaban parte del paisaje autóctono del norte, nunca le di mayor trascendencia hasta que fui más grande. La razón de que haya empezado mi obra ahí fue circunstancial, simplemente por una cuestión de contexto –estaba en ese lugar, nací y crecí con eso–, no hubo un trasfondo pensado. En su inicio no fui consciente sobre qué conllevaba a eso. Ahora sí, me he puesto a investigar acerca del tema y del crecimiento que está ocurriendo con los bosques de forestación y cómo influyen en nuestro paisaje estos espacios “de bosques” que son plantados, aparecen y al tiempito desaparecen, cómo va cambiando, incluso ahora estoy trabajando en un proyecto específicamente con esa temática, logré transformarlo y entenderlo. Me interesa mucho la simbología, el bosque plantado, esos árboles tan rectos –que se pueden ver en algunas de las obras– en contraste con algo más salvaje como es el crecimiento propio de la naturaleza.
También se ve en tus cuadros esa simbiosis.
Sí, aparecen ambas. Al principio era esta cuestión toda recta, estructurada, del bosque plantado; con el transcurrir de los años se fue haciendo más salvaje y se fue soltando, también tiene que ver, inconscientemente, con mi propio crecimiento.
¿Hoy vivís del arte?
No estoy viviendo del arte, aunque es parte de mis ingresos, no es mi único sustento. Siento que me falta seguir potenciando las ventas, encontrar nuevos mercados, clientes y nuevas formas de comercializar la obra porque a veces muchos de los artistas nos quedamos con la idea de la venta de la obra directa y hay mil maneras para generar un ingreso, ya sea una impresión, una reproducción o una colaboración con alguna marca para intervenir un producto. Hay que explorar un poco más ese terreno.
¿Qué buscás con tu trabajo?
Si bien es una búsqueda más personal. Hay un lineamiento que se me da naturalmente de la inquietud del porqué estoy creando. Me interesa transmitir esa búsqueda hacia adentro, invitar a la reflexión, a parar un poco el tiempo. Siento que ahora estamos en esta dinámica tan de rosca loca que es difícil detenerse para tomarse el tiempo para distintas cosas, pero me refiero a esa pausa de contemplación que se ha perdido un poco y me interesa, me gusta que cuando la gente ve la obra les genere preguntas, inquietudes, que no sea un impacto visual y nada más y que quede por ahí. Me importa que vean, que piensen qué habrá en ese bosque y que hagan una conexión de distintas ideas; claro que lo que volcamos cuando vemos una obra es lo que tenemos dentro, entonces las conexiones que hacemos al ver o lo que nos despierte eso tendrá que ver con la vida del espectador. Me gusta generar algo.
¿Hiciste litografía?
Sí, cuando estuve en la residencia en China hice litografía, el grabado, el diseño en piedra; el pacto fue que la litografía se destruyera después de imprimir las treinta copias.
Todavía no lo han hecho porque tienen que terminar de imprimir, me están por mandar el video. Funciona así, se termina el diseño, se imprime, se lija la piedra y se vuelve a usar, así sucesivamente. Es parte de esta técnica. Se hace solo determinada cantidad de copias, aunque quisieras [risas] no se pueden hacer más porque el dibujo original está destruido. Da pena, si yo pudiera elegir, lo tendría. Grabo en metal en mi taller –no tengo las herramientas para hacer litografía– y conservo todas mis chapas porque para mí la obra está ahí, además. Si hacés una xilografía y la destruyen, me parece un crimen [risas]. No me gusta que se destruya, es mi forma de ver el arte, me gusta que esté ahí. Está en lo profesional que seas no seguir haciendo copias a “rolete”.
¿Para grabar la piedra tenés que tener una máquina?
Claro, así como para el grabado en metal se necesita la prensa específica para después imprimir, la litografía tiene su prensa específica para transferir la imagen de la piedra al papel; el proceso no es tallando, ni haciendo incisiones huecas en la piedra, sino que tiene que ver con el rechazo del agua y del aceite, no es físico, es muy químico y es muy de a pasitos. No se puede hacer en cualquier piedra, se usa específicamente la caliza que tiene ciertas características y especificaciones en su composición. Es re largo, esta explicación no suma como tal [risas]. Dibujás con materiales grasos sobre esa piedra que es muy porosa, es como dibujar en un papel con un lápiz, el proceso es muy similar; después se aplican ciertos productos químicos que se fijan porque la porosidad de la piedra en el lugar donde se hizo el dibujo queda distinta luego de varios procesos químicos. Cuando se coloca tinta a esta piedra para transferir la imagen al papel, esta solo se adhiere en el lugar donde se dibujó. Está todo bien con la pintura, pero el grabado ¡es magia!, no hay vuelta.
¿Qué grabado es el que más te gusta?
En metal, toda la vida,más que en piedra y que en madera. Litografía me encantó, esa fue mi primera experiencia, me gustaría seguir haciéndola. Al grabado en otros países también le llaman “estampa” y ahí se entiende –quizás un poco más– de qué se trata, es transferir una imagen de un lugar a otro, de estampar; es muy parecido al sello, si bien la manera en que creás la imagen es distinta en las diferentes técnicas.
Por ejemplo, para la xilografía –grabado en madera o metal– se talla, se hace un hueco blanco en la madera y cuando se pasa la tinta, queda en la superficie, donde no se talló. Entonces tenés negro y blanco, la escala de grises que se pueda dar es por cercanía de las líneas, es algo más visual. Hay un montón de técnicas dentro de los grabados.
Para el grabado en metal se hace un pozo, no es necesario que sea profundo. Hay procesos químicos y otros físicos, de incisión, dentro de la chapa de metal. Esto es larguísimo, no sé cómo resumirlo,según la profundidad que tenga elpocito que se hace en la chapa, metal, es la cantidad de tinta que aloja: cuanto más tinta aloje, más negro es cuando imprimís. El pocito más llano es un gris más clarito, un pocito más profundo es un negro. Entonces te da una escala de grises súper amplia, un montón de valores con los que podés trabajar y crear distintos diseños dependiendo la obra. Son distintos pasos que están demás.
¿De qué metales son las chapas?
Las placas son chapas de bronce, cobre, zinc. Yo trabajo con bronce y cobre. El acrílico funciona también, se puede utilizar como base para hacer punta seca que se usa para hacer incisiones, al final del día lo transformás, podés agarrar un pedazo de plástico y hacerle unas rayas, incisiones, y ponerle tinta e imprimirlo. Las características que va a tener esa incisión y la cantidad de veces que se pueda reproducir también dependerá del material. Hoy tengo todos los materiales y herramientas para hacer un grabado en metal, la prensa es lo más difícil de conseguir; como es mini me limita en cuanto al tamaño de lo que puedo hacer.
¿Cómo han surgido los temas que tratás en tus obras?
Nunca estuve alineada, me cuesta ver la obra como un proyecto, no elijo el tema, se me ha dado natural la temática, no me gusta forzar la búsqueda. Sí me algunas veces me he copado cuando me han invitado a hacer proyectos o interpretar un texto. Hace poco participé de un proyecto que tiene que ver con los desaparecidos, es una edición editorial e invitaron a distintos artistas a representar la vida del desaparecido a través de una obra. Al principio no sabía si meterme porque me sentía ajena al tema y no me gusta faltar el respeto ni sacar bandera hipócritamente, me gusta hacer las cosas si realmente las siento y si creo aportar algo. Conecté con ese proyecto, me encantó la idea me gustó interpretar la vida de alguien, además estaba destinado a niños y adolescentes, y si bien era un proyecto estaba encerrado en una temática.
¿Cómo se llama y dónde está esa obra?
El nombre es Antes que la rutina llame, me encantó el resultado. Tengo la obra, le cedimos el derecho de imagen para que saliera en la pieza editorial y se está organizando para hacer una muestra con todas las obras que formaron parte; tengo entendido que son 197 obras que es la cantidad de desaparecidos que tenemos en Uruguay. Esto está pasando ahora. Hice la obra, pinté, saqué las fotos, las mandé y ya se está trabajando en la edición del libro; están organizando la muestra. El proyecto se está armando, saldrá este año o el que viene.
¿Tenés algún proyecto en mente?
Sí. Hay cosas que me gustaría estudiar en el exterior, ya que considero que la formación debe ser constante. Tengo dos proyectos en mente, uno es ir a estudiar en una academia en Barcelona, y otro que es hacer una residencia de arte en Shanghái. Me enamoré cuando estuve allá; de lo poco que vi de ese país tan inmenso, de la cultura, de las ciudades, del respeto que hay por el arte, de las formas de encarar, de la paz, del tiempo, era otra cosa tan distinta a la nuestra que me cautivó, me copó. Hay una oportunidad muy buena para hacer una residencia ahí y tengo ese plan para el 2025, me dan pasaje y alojamiento, los otros gastos corren por mi cuenta.
¿Hay algo que nos quieras compartir?
La docencia. Empecé a dar clases en el Taller de la Buena Memoria con Pedro Peralta, siempre me gustó explicar y compartir cosas, pero nunca me lo había propuesto ni cuestionado, fue algo que me re copó y que se dio medio por inercia al estar ahí trabajando. Con Pedro aprendí un montón, por su forma de compartir su experiencia porque gracias a él me decidí, me animé a meterme en el mundo del arte. Fue la primera persona que me dijo “Yo soy artista, esto sí es un trabajo y se puede vivir de esto, tenés que encararlo, que laburar un montón, que hacer un montón de cosas”. Eso fue lo que me marcó y me dio el impulso para tomarlo como un trabajo, porque antes era el hobby, el artista bohemio, la vida loca, y no es así, es un trabajo que requiere muchas horas, tiempo, profesionalismo.
¿Tenés un lugar para empezar a dar clases?
Sí, después que dejé de dar clases en el taller de Pedro y en este tiempo que estuve reacomodándome, encontré un nuevo espacio. Ahora doy clases presenciales y/o vía zoom en mi casa taller. Realmente me gustó el tema de compartir porque me pasó que no había nadie que me dijera sí se puede o que me mostrara un camino dentro del arte o muchas veces –no sé si porque el mercado es tan chico o porque el ser humano es bastante egoísta por naturaleza– se esconde la información. Aprendí que es todo lo opuesto, que hay que compartir, que lo construimos entre todos y que hay oportunidad y lugar para todos. No es porque te compren a vos no me van a comprar a mí o porque vayan a mi taller no van a ir al tuyo, no pasa por ahí, no hay que quedarse en la chiquita. Me gusta compartir desde mi experiencia. He ayudado a orientar a adolescentes que están empezando a formar su inclinación, con sus dudas que yo les pueda ayudar, encantada de la vida, me llaman, me mandan un audio o un mensaje. ¿Cómo se entra a una galería?, ¿cómo me presento?, todas las cantidades de llamados, oportunidades y becas que hay que ni nos enteramos.
Incentivar desde chicos es re importante y cuando están en esa edad de decidir qué quieren hacer, también apoyar y dar información real de cómo es –como en mi caso– vivir del arte, ser artista, trabajar de esto, pintar, hacer grabados, dibujo. Compartir es lo mejor que podemos hacer, uso mucho las redes para eso, me encanta mostrar, explicar o contar un poco el proceso cuando estoy pintando o haciendo un grabado. Sobre la pintura hay más info, pero del grabado no tanto.
Florencia Palleja
Florencia Palleja nació en 1996 en la ciudad de Rivera, Uruguay. Es artista visual y docente. Actualmente vive y trabaja en Punta del Este, Maldonado.
Su cuerpo de obra incluye pinturas en gran formato, obra gráfica e instalaciones.
En 2024 participó en la exposición Buena memoria uruguaya, en la Embajada de Uruguay en Beijing, China, donde realiza una residencia de grabado en litografía en Chao Printmaking Studio. También participó un workshop sobre Machines en fonctionnement, le processus d’impression graphique en Le Musée de l’Imprimerie, en Nantes, Francia.
En 2023 realizó la muestra individual El jardín de los secretos, en Atelier Point Punta, Punta del Este.
En 2022 presentó Reminiscencias en Sala Nicolás Loureiro, Montevideo, y participó en Entusiasmo insensato, en el Museo Zorrilla, y en Antesala del tiempo en La Galerilla, Pueblo Garzón.
En 2019 contribuyó a la carpeta de grabados para la Unesco, París, en homenaje a Eladio Dieste.
Ha participado en ferias internacionales como EsteArte y Pinta Miami.
Su obra ha sido exhibida en China, Costa Rica, Paraguay y Estados Unidos.