Columna de fotografía / El Gabinete Azul, por Fernando Sánchez
Fotografías por Celeste Carnevale
Si tenemos en cuenta que de Italia procede buena parte de lo que somos como cultura, no podría asombrarnos en absoluto el hecho de que ese país europeo sea el que más sitios tiene en la lista de Patrimonio de la Humanidad, que desde hace décadas la Unesco lleva adelante. En total son 51 los lugares italianos a los que la organización mundial ha otorgado tal condición; 51 lugares que nos han llegado a lo largo del tiempo mediante la literatura, la pintura, la música, el cine y, más recientemente, la publicidad. Resulta, por tanto, difícil confeccionar una exposición fotográfica que los presente a todos de una forma nueva, eludiendo la saturación de imágenes que los rodea. ¿Cómo volver a mostrar sin aburrir al espectador el Coliseo de Roma, las villas de los Medici en la Toscana, la zona arqueológica de Pompeya o las ciudades del Barroco tardío? Sitios del patrimonio mundial en la obra de 14 fotógrafos apuesta por ello.
En el centro de la península itálica, bajo la mirada del prestigioso Gianni Berengno, se ubican el Valle del Orcia y Pienza, catalogada como “la piedra de toque del urbanismo renacentista”. También la Basílica de San Francisco, la misma que conserva los frescos de Giotto sobre la vida del santo pobre y sus restos mortales. Un poco al sur, Mimmo Jodice elige el detalle para mostrar las zonas arqueológicas de Pompeya y Herculano, y el centro histórico de Nápoles, ciudad mediterránea de castillos y cúpulas. Hacia el sureste ubicamos a Siracusa y la Necrópolis de Pantalica fotografiadas por Giuseppe Leone, quien también se encarga de presentar en Sicilia las ciudades del valle del Noto, representantes de la culminación y el florecimiento final del Barroco europeo. Con la mirada de Leone nos acercamos a las míticas islas Eolias, allí donde el mismo Vulcano tenía su fragua y donde naciera el romance de Roberto Rossellini e Ingrid Bergman.
Si seguimos el viaje propuesto, damos de golpe con los sitios arqueológicos de Paestum y Velia, en medio del Parque Nacional de Cilento. Sus templos, dedicados a Hera, son registrados por Raffaella Mariniello en dos imágenes de gran formato que sólo insinúan su majestuosidad. Ya en el norte de la península, pasando primero por el yacimiento histórico Su Nuraxi di Barumini, en la isla de Cerdeña, llegamos a Vicenza y a las villas que proyectara el célebre Palladio en el siglo XVI. En Modena, William Guerrieri nos muestra una estampa cotidiana y enternecedora de la catedral de esa ciudad, patrimonio mundial junto a la Torre Cívica y la Piazza Grande. No muy lejos de allí, Luciano Romano nos conduce hacia la ciudad renacentista de Ferrara, ubicada sobre el río Po, cuyo delta también ha sido considerado patrimonio.
En la Italia septentrional, en la región del Piamonte, Vittore Fossati nos muestra el esplendor que aún permanece en las residencias de la Casa Real de Saboya, símbolos de poder durante los siglos XVII y XVIII. También en la zona noroccidental, en la vecina Lombardía, Gabriele Basilico recoge los magníficos almacenes y fábricas de Crespi D’Adda, un pueblo obrero que giró en torno a la producción de algodón a fines del XIX. Hacia el este vemos la Basílica de Aquilea, fotografiada por Luca Campigiotto. Este imponente monumento, que conjuga elementos románicos con góticos y renacentistas, jugó un papel fundamental en la evangelización de Europa del Este. En la región de al lado –el Véneto–, Marc Le Simple deja atisbar los colores otoñales del Jardín Botánico de Padua. Con Luciano Romano el itinerario fotográfico nos conduce nuevamente hacia el sur, hacia la costa amalfitana. De ese lugar frente al mar Tirreno, en el que encontraron inspiración Giovanni Boccaccio, Richard Wagner, Henrik Ibsen y John Steinbeck, este fotógrafo escoge el singular juego de columnas del claustro de la catedral de San Andrés.
El gran valor de Sitios del patrimonio…, más allá de la aproximación al acervo de la milenaria cultura italiana, reside en la libertad de la óptica fotográfica de cada uno de los autores para desvelar esos íconos. Algunas de las imágenes fueron tomadas mucho antes de que la Unesco distinguiera a esos lugares como parte imprescindible de la memoria de la humanidad. La selección de estas obras se aleja de lo turístico, y ello supone para el espectador un delicioso ejercicio de búsqueda e, irremediablemente, de fascinación.