Por Pablo Trochon.
Sin dudas que esta ciudad, capital de la República Checa, es una de las más cautivantes de Europa del Este. Su arquitectura con exponentes de varias épocas (el lugar fue habitado por tribus celtas en el siglo VI a. C.), su historia teñida por los avatares de la guerra y su actual carácter cosmopolita la convierten en una parada fascinante.
Nocturnidad. Hay algunas ciudades que redoblan su encanto por las noches y ese es el caso de Praga. Dedicar una caminata por los mismos jalones que durante el día hará descubrir su otra cara: la iluminación rebota y dibuja por los empedrados, las molduras, los rostros palaciegos en Malá Strana, las claves góticas de la iglesia de Tyn, las estatuas del icónico puente Carlos, las gárgolas del castillo y las aguas del Moldava.
U-Fleku. Patio cervecero que cumple 520 años. Más allá de su museo y algunos shows turísticos, es un lugar auténtico para disfrutar de su tradicional cerveza negra (única variedad que expende), acompañada de platos típicos en grandes mesas compartidas donde hacer amigos. Los que no son nada amigables son los precios.
Cementerios. En el cementerio de Olšany es claro que el más ilustre de sus huéspedes es el inmortal Franz Kafka (con la eterna e infaltable compañía de su desobediente amigo Max Brod quien, contrariando los deseos del escritor, publicó parte de sus manuscritos), pero en sí mismo el camposanto tiene su encanto a raíz de que la mayoría de las tumbas están cubiertas por una alfombra de hiedras. Asimismo, cruzando la calle, el complejo mortuorio continúa dando espacio a los caídos durante la Primera Guerra Mundial, los extranjeros y los comunistas. Resulta interesante ver los diferentes patrones estéticos y de organización de las tumbas de cada uno de los sectores.
El que se lleva la mayor atención es el Antiguo Cementerio Judío, que data del siglo XV, ubicado en el barrio Josefov. Alberga miles de cuerpos enterrados en capas a lo largo de la historia, entre los cuales se encuentra el del mítico rabino Judah Loe, quien le habría insuflado vida al Golem, una especie de ser de arcilla que defendía el gueto de los ataques antisemitas.
Teatro negro. Esta manifestación artística consiste en la escenificación de relatos mudos con marionetas y artistas que cobran visibilidad al usar colores fluorescentes bajo la luz de neón. Esta técnica permite crear la ilusión de una gran variedad de efectos gracias a que una escena puede estar compuesta por interacción de varios ejecutantes invisibles. Es una atracción muy turística, pero vale la pena.
Puente Carlos. Inevitable postal, con sus treinta estatuas barrocas que le dan una atmósfera única. Finalizado en piedra y arenisca a comienzos del siglo XV, este punto neurálgico, junto con la plaza del Ayuntamiento, combina el encanto de la huella histórica con la ebullición de retratistas y caricaturistas realmente malos, y artesanos que lo pueblan durante el día vendiendo, entre otras cosas, las típicas marionetas checas.
Vepřo-knedlo-zelo. Este platillo nacional consiste en cerdo asado de corteza crujiente con albóndigas y repollo, sazonado con comino, cilantro, orégano y ajo. Una delicia, y por ser popular se consigue por precios realmente bajos. Otra delicia, húngara pero adoptada por la región, es el goulash, estofado especiado a base de carne de vaca, cebollas, pimiento y pimentón.
Reloj astronómico. Uno de los elementos más curiosos de esta urbe concita las miradas especialmente a las horas en punto, cuando desfilan las figuras de los doce apóstoles, a través de unas ventanitas. También, en lo alto de la torre del Ayuntamiento en donde se haya emplazado, se asoma un hombre con vestimentas típicas para tocar una trompeta.
Letna Park. El lugar ideal para descansar después de perderse por las callejuelas de la ciudad, con una vista fantástica de la ciudad vieja y del río, a pasitos del gran Metrónomo, monumento que remplaza a la estatua gigantesca de Iósif Stalin (la más grande que hubo en el mundo de este líder soviético) que fue demolida en 1962. Se puede acompañar el atardecer con una cervecita, como lo hacen decenas de jóvenes que allí se congregan.
Iglesia de San Cirilo. No tanto por su arquitectura sino por su particular rol dentro de la historia de la Segunda Guerra Mundial, es interesante acercarse a donde fue sitiado el comando que atentó exitosamente contra el alto jerarca nazi de la SS Reinhard Heydrich, conocido como el carnicero de Praga y uno de los responsables de la Solución Final. El comando, tras arrojarle en la vía pública una granada que acabó con su vida, se refugió en las catacumbas de esta iglesia y resistió el asedio de cientos de agentes nazis que llegaron a inundar el recinto para aplacar a los rebeldes, la mayoría de los cuales terminó suicidándose antes de que los atraparan. La Misión Antropoide dio lugar a una película homónima en 2016.
Noche de Walpurgis. Visitar la ciudad el 30 de abril resulta óptimo para disfrutar de la celebración pagana cuyo origen era protegerse de las brujas. Actualmente las multitudes se agolpan en la cima de las colinas en torno a enormes hogueras para beber y divertirse hasta la medianoche, cuando comienza el día de los enamorados.