Martín Espósito, coordinador general del proyecto, y Victoria Gómez, coordinadora de la unidad educativa, ambos fundadores de la organización sin fines de lucro Tagma, recibieron a Dossier en las oficinas donde se reúne el grupo de amigos que decidieron concretar en Uruguay la primera escuela pública sustentable.
¿Qué es Tagma y cuándo se formó?
Martín Espósito (ME): –Después que conocimos el documental El guerrero de la basura, sobre el arquitecto Michel Reynolds y su método constructivo, nos reunimos con un grupo de amigos para concretar la idea de traerlo y que dejara sus conocimientos en Uruguay. A medida que entendíamos los caminos que queríamos recorrer, y con el proyecto avanzado, necesitábamos darle un contexto sólido y formal para presentar nuestras ideas a las autoridades y a los posibles aliados económicos. Así se formó Tagma para administrar los fondos, aunque para la realización del edificio trabajamos en forma honoraria.
Victoria Gómez (VG): –El rol principal de esta organización era la articulación, vincular las diferentes partes para darle sentido y enriquecer el proceso, por eso tomamos el nombre Tagma, que refiere a los segmentos de las hormigas que permiten articular sus movimientos.
ME: –Nos contactamos con Michel Reynolds y su empresa Earthship por medio de su página web, sabiendo que éramos otros más con un proyecto interesante. Después de varios contactos, nos informaron qué necesitábamos y comenzamos a tramitar los permisos, conseguir el terreno y los fondos para traer a la empresa constructora.
VG: –El método constructivo es importante a nivel educativo, por eso fue natural pensar en aplicarlo a la escuela pública: comenzar con la primera semilla que luego pudiera replicarse y –por qué no– ser una regla. Nos sentimos muy relacionados con el trabajo de la empresa de Michel Reynolds, con lo que el grupo tenía como objetivos, en cómo obtener recursos, pensar en una huella para dejar en el planeta, además de la identificación con los seis pilares básicos de su construcción.
ME: –En primer lugar, la recolección de agua. Se aprovecha el agua de lluvia, se potabiliza para tomar, se filtra para lavarse las manos, después se purifica en el invernadero para pasar por último a las cisternas y la cámara séptica, donde se separa lo sólido de lo líquido y sirve de riego para el humedal de las diferentes plantas y colas de zorro que purifican el aire. Este proceso también tiene que ver con el saneamiento, porque no contaminamos ninguna red común que termine en el río o en el mar. Para la construcción se utilizó sesenta por ciento de materiales de desecho: dos mil novecientos neumáticos, catorce mil latas, cinco mil botellas de vidrio y plástico y más de doscientos metros cuadrados de cartón. Cada material tuvo un uso específico; por ejemplo, los neumáticos hacían de ladrillos. Es un edificio autónomo en cuanto a energía, utiliza doce paneles fotovoltaicos y pronto tendrá seis paneles más gracias a un programa de DirectTV con las escuelas que permitirá abastecer de energía el edificio anexo que se está construyendo en el mismo predio. En un microclima con efecto invernadero se cultivan tomates, verduras de hojas verdes, árboles tropicales, bananas. El acondicionamiento climático es el último pilar, que se logra por la orientación del edificio, el aprovechamiento de la energía solar y su sistema de ventilación; todo esto hace que se regule la temperatura.
Hay varios modelos de construcción. ¿Por qué eligieron el Global Model?
ME: –Earthship tiene varios modelos de construcción, elegimos el modelo global y lo adaptamos a las directivas de la educación pública. Por ejemplo, en cuanto a los metros cuadrados por alumno, tamaño de los pasillos, iluminación en los salones, etcétera.
VG –Si bien la resistencia a esta propuesta por parte del Codicen era lógica, ya que todo el proceso era nuevo, hoy las condiciones de la escuela son ampliamente más confortables que los mínimos requeridos por primaria.
Desde la educación, ¿cómo es la interacción entre la escuela y el entorno?
VG: –Este edificio vivo que habla de la sustentabilidad humana necesita interacción, las personas tienen que habitarlo, vivirlo y usarlo para que funcione, hay que comprometerse a mantenerlo; no sólo los niños, sino sus familias y el personal educativo. Antes y durante la construcción Tagma organizó acciones con las familias y la comunidad educativa de la escuela 294 que funcionaba en Jaureguiberry. La comunidad tenía que conocernos, entender el proyecto, empoderarse de la nueva construcción, saber qué era una Earthship y quién era Michel Reynolds. Ahora, en la etapa de habitar la escuela, seguimos trabajando con la comunidad para aprovechar los fenómenos de estos seis pilares de construcción como objetivos para primaria, conceptos de física, química, biología, y tratar de forma transversal los desafíos sociales de innovación y sustentabilidad.
¿Cuál fue el presupuesto de la obra y cómo se cubrió?
ME: –El costo ascendió a trescientos mil dólares. El proyecto está incorporado en el Ministerio de Economía, bajo el régimen de donaciones especiales, por lo que haciendo uso de este el noventa por ciento lo aportó Nevex. El costo de materiales y de la contratación de Earthship se cubrió con el pago de los estudiantes para participar en la academia. Las matrículas iban desde quinientos a dos mil quinientos dólares. Se acercaron una multiplicidad de actores que apoyaron: los gremios de neumáticos, el Sunca, el Ejército, el Ministerio de Educación y Cultura, la Facultad de Arquitectura y muchos otros organismos tanto públicos como privados.
ME: –Sí, la burocracia con respecto a los permisos y trámites fue difícil. Durante tres años rendimos pruebas cada vez que avanzábamos en lograr un objetivo, debimos pagar derecho de piso. Pero entendíamos que correspondía, porque cada prueba superada nos afianzaba en conocimientos; tomamos esta etapa como la apertura del camino para quienes vengan después de nosotros con proyectos similares. En cada organismo hubo mucha gente que confió y apostó al grupo para seguir adelante.
¿Cuántos contactos llegan a Tagma para replicar el proyecto?
VG: –Hoy nos llegan contactos de toda Latinoamérica –Colombia, México, Brasil, entre otros países–, con diferentes niveles de concreción, desde el deseo de hacer algo similar hasta algunos proyectos más avanzados, replicar esta construcción en Argentina. Aún estamos en etapa de evaluación y aprendizaje del proyecto, van seis meses desde que se comenzó a construir y cuatro de habitarla. Ahora hay que hacerle un seguimiento y ver si podemos proyectar más edificios vivos en el interior del país y acompañar otros fuera de fronteras.