José Belloni era hijo de un inmigrante suizo proveniente de Lugano. Su madre era vasca, es decir, española. Nació en Montevideo el 12 de setiembre de 1882. Y falleció el 28 de noviembre de 1965. Sus principales obras escultóricas son monumentales y todos los montevideanos las conocemos. Entre ellas figuran La diligencia, 1952, Prado; El entrevero, 1967, Libertador y 18 de Julio; La carreta, 1934, Parque Batlle; monumento a Guillermo Tell, 1931, Parque Rodó; monumento a Ansina, 1944, Tres Cruces; monumento a José Enrique Rodó, 1947, Parque Rodó; monumento a Juan Manuel Blanes, 1937, frente al Teatro Solís. Entre otras obras, quienes vivimos en Montevideo tenemos el privilegio de convivir con todos estos monumentos paradigmáticos. Su actividad artística fue muy profusa, y también ejerció la docencia desde el Círculo de Bellas Artes, la Escuela Industrial y la Facultad de Arquitectura. Escultor temperamental, su impronta en el barro recuerda las modulaciones de Rodin y de Bourdelle y refleja el tono expresionista de sus producciones contenidas en un dibujo perfectamente determinado por la impronta clásica. Son admirables los conjuntos como La carreta y La diligencia, contenidos en una atmósfera de esfuerzo y concentración de cada uno de sus personajes, anatómicamente perfectos. Cada pieza del conjunto vale como una obra en sí y aporta al espíritu del conjunto.
La muestra del MNAV nos ofrece una faceta poco conocida del gran escultor. En varias piezas se reconoce su alta calidad pictórica y de dibujante. En cuanto al dibujo, no es sorprendente que Belloni desarrollara una técnica clásica que recuerda a los grandes del Renacimiento, porque toda su escultura es un notable dibujo en el espacio. La representación de sus animales y personajes, la estructura de sus cuerpos y la expresión de sus cabezas son ejemplos de un dibujo llevado a la tercera dimensión con la misma precisión que si hubiera sido realizado a lápiz; no obstante, está modelado en barro y fundido en bronce. Hasta aquí todo concuerda y, en resumen, la obra escultórica de Belloni corresponde a la de un gran dibujante. Pero esta exhibición nos revela a un Belloni pintor y colorista de extrema fineza.
En sus telas Cardos, Árbol caído, Espejo (paisaje), Gladiolos rojos, El petiso del Pepe, Los bueyes de la chacra, encontramos a un colorista de sutil concepción. Los Cardos, por ejemplo, poseen una riqueza de color con un ajuste cromático en tono y matiz que a nuestro criterio sorprende por el equilibrio de los matices cálidos y fríos que apoyan la expresión de la luz y de la sombra de la mata vegetal. El Árbol caído expresa en clave de amarillo limón levemente pálido y agrisado, pero muy vital, el acontecimiento del título en la intimidad y resguardo del bosque, como si se tratara de un templo. Sus pequeñas fibras al óleo con el tema de caballos y bueyes mantienen solidez y brillo de color en un entramado de dibujo novedoso.
Podríamos seguir analizando esta obra desde esta perspectiva poética y concluir que Belloni logra ir más allá de la pintura en términos descriptivos. En resumen, su pintura genera emociones profundas y sutiles. Su escultura, sin embargo, apuesta a lo fuertemente vital, al vigor y al esfuerzo, y está básicamente centrada en el drama de la vida.
En esta muestra podemos observar también piezas fundidas en bronce de pequeño tamaño que tienen un encanto particular. El movimiento del caballo y del gaucho en Jineteando es un verdadero acierto plástico, como también lo es uno de los hermosos caballos de la diligencia. Hay estudios en terracota, una cabeza de hombre y un desnudo de mujer, junto con escultura sacra (la virgen) en cerámica pintada al esmalte. Hay diseños de monumentos, afiches y una serie de croquis de gauchos a caballo que no hace si no reforzar todos los apelativos con que calificamos a este artista, orgullo para nuestro país. Las diferentes piezas exhibidas son elocuentes del grado de calidad con que el maestro se movía en los diferentes lenguajes, tanto en el plano como en el espacio.