Por Pablo Trochon.
La gran sultana es una hermosísima ciudad nicaragüense de arquitectura colonial con reminiscencias moriscas y andaluzas, que recibe alegremente al viajero entre casas de colores. Granada hoy testimonia una herencia que vibra desde 1524, cuando se convirtió en la primera ciudad europea en pastos americanos, en esas casas de muros generosos, bajo cuya sombra los nicas se resguardan de la inclemencia del sol.
Fortaleza de la Pólvora. Edificio español usado como depósito de armamento conquistador, reconvertido en “centro de rehabilitación” durante la dictadura de Somoza Debayle, habría sido escenario de cientos de ejecuciones después del triunfo revolucionario, por parte del Comando de la Policía Sandinista. Posee grandes torres que ofrecen alguna de las mejores vistas panorámicas de la ciudad.
Vigorón granadino. Destacada en la variopinta gastronomía centroamericana, es una ensalada de repollo picado, tomate, cebolla, chile en vinagre y sal, con yuca y chicharrones envueltos en plátano, que se caracteriza por el toque ácido del mimbro.
Parque Central. Polo desde donde la ciudad se expande, rodeado de amplias peatonales, entre las que se eleva un obelisco un poco cansadito dedicado a Rubén Darío y un monumento a la madre, cerca de la Fuente del Amor y de la centrípeta glorieta que nuclea a liceales chingoleándose. Alrededor hay carruajes para recorrer las calles de un modo diferente.
Procesión. Si somos afortunados, podremos asistir a una pintoresca y chirriante orquesta de tubas y bombos en una procesión que pasea una efigie de Cristo cargando su pesada cruz. Dejarse arrastrar por el desfile nos llevará por las callejas irregulares, por entre las esquinas curvas, las escaleras que elevan a un metro el acceso de algunas casas por sobre las casi inexistentes aceras, las pilastras y las balconadas de madera, además de mancomunarnos con fieles y curiosos que se van acercando a participar.
Lago Cocibolca. Este, el ojo más grande del país, posee el curioso berretín de creerse mar y se le ha puesto tener oleaje y mareas, y ser habitado por tiburones. Desde el malecón, paseo obligado para vivir la vida local, salen los ferris a la maravillosa y volcánica isla Ometepe (que además de sus bondades naturales, posee varios ejemplos de arte rupestre precolombino), ubicada en sus aguas. Si hay tiempo para visitar la laguna de Apoyo, en las afueras de la ciudad, se puede pasar la tarde nadando y flotando en un neumático como un escuerzo, mientras a lo lejos algunos hacen motonáutica y kayak.
Iglesias. Muchas, está claro, pero desde el campanario de la Iglesia de la Merced, ubicada en la Catorce de Septiembre, en medio de un alfombrado de techos coloniales, se alza la efigie bien tropical, amarilla y blanca con cúpulas rosadas, de la neoclásica Catedral. Más abajo, separada por la peatonal y una inmensa cruz, la cara morada del Palacio Episcopal en la plaza de la Independencia. Además, pasando la calle El Martirio, cautiva sobremanera la mole teñida de moho de la iglesia de Guadalupe, enfrentada a una tierna plazoletita de palmeras y una fuente.
Flor de caña. Célebre ron nicaragüense, que en realidad se produce en Managua, pero que, a razón de sus más de cien premios internacionales, no debe dejarse de tapinear unos vasos de su Gran Reserva, añejado siete años. Por las noches, pone el condimento a la vida de la ciudad y facilita el encuentro y la charla.
Trekking en volcán Mombacho. Emplazado en una reserva natural imponente, su ascenso da un remanso de fresco a un clima abrasador. Además de flora y fauna muy ricas, este volcán extinguido ofrece una variedad de lagunas termales, de senderos de diferente extensión y dificultad para hacer trekking, y de puntos panorámicos desde los que se aprecia el lago Cocibolca, la laguna de Apoyo y la ciudad de Granada. Si lo que se quiere es ver lava, se recomienda visitar, incluso por la noche, el cráter del volcán Masaya, que puede hacerse en bus.
Literatura. En cada rincón de esta ciudad, que ha sido cuna del inalcanzable Ernesto Cardenal y donde vivieron Coronel Urtecho y el enorme Rubén Darío, padre del modernismo latinoamericano, se respira poesía. Se pueden visitar las casas de estas figuras señeras de las letras, así como asistir al prestigioso Festival Internacional de Poesía que congrega a representantes de todo el mundo.
Isletas. Este archipiélago es otra de las atracciones naturales de la ciudad, donde habita una fauna tropical muy diversa. La visita, que durar entre dos y tres horas, puede realizarse en barcas que salen del muelle sobre el Cocibolca, y existe la posibilidad de pasar la noche en alguno de los deshabitados islotes, lo cual es una experiencia inolvidable.