TRANSCURRENCIAS-IN-VISIBLES
Por Daniel Tomasini
Con el alma de acero
Peter Schwickerath, nacido en Dusseldorf, Alemania, hace 73 años, es un gran escultor que ha mostrado su última obra en la Fundación Pablo Atchugarry. Tiene taller en su ciudad natal y también en Punta del Este. Su concepción fundamental de su propuesta escultórica se define con sus palabras: “La relación entre masa y espacio, volumen y espacio, y los efectos de las direcciones de las superficies en el espacio son el tema de mis trabajos. La superficie como delimitación del cuerpo, la línea como canto en la confluencia de superficies corpóreas y el color y la estructura del material son los medios. Las formas claramente definidas por las que opto, como la columna cuadrada y el cilindro, tienen como objeto –en su disposición variable, en un juego cambiante de masa y volumen– representar y hacer reconocibles las relaciones espaciales. Mi interés primordial se centra en la variedad de posibilidades dentro de la sencillez y la sobriedad formales”.
Hasta aquí Schwickerath habla de sus intenciones plásticas, del concepto de volumen que le preocupa, de la calidad de formas que persigue. Sin embargo, no consigue explicarnos su arte. Y he aquí que la maravillosa sencillez de su trabajo con uno de los materiales más indóciles que existen sólo se hace patente a través de su obra y no de las palabras; estas, necesarias como marco de contención de la idea, sólo rodean el verdadero enigma del arte. Schwickerath logra en su obra material demostrar algo más imponente, que se capta solamente por el sentido de la forma. El espacio ciertamente le da sentido a su escultura, porque es el que se modifica con cada uno de sus artefactos. El espacio es hendido, perforado, conminado a participar en un evento que incide en su propia naturaleza. Las formas en metal interactúan dinámicamente con un espacio que debe tomar partido. El artista en ocasiones lleva al duro metal a comportarse como una hoja de papel. En este sentido trastorna su naturaleza y el observador siente que un plegado, por ejemplo, constituye un ejercicio relativamente sin esfuerzo; sin embargo, en una siguiente reflexión derivamos en pensar que no es tan fácil doblar y plegar una chapa de metal de cuatro milímetros de espesor, por ejemplo. Esto de doblegar el material con una facilidad que sólo es aparente constituye un mérito plástico de los más altos, si bien es cierto que esta tarea la realizan máquinas. Pero se trata de la idea y, desde esta concepción, el artista se mueve con comodidad porque conoce en profundidad su materia prima y los medios técnicos y tecnológicos de trabajarla. En cierta medida, Schwickerath logra cierta desmaterialización de la pieza de hierro o acero con destino industrial.
Habida cuenta de las formas que el artista les hace adoptar, parecería que se tratara de otro material liviano con más fácil manejo. Él logra una especie de trampa al ojo del volumen, a la manera de las ilusiones ópticas.
La sencillez y la sobriedad formales de las que habla este escultor son auténticamente ciertas y su trabajo tiende a respetar la naturaleza del material. A partir de un cálculo especialmente sensible se le extraen posibilidades de expresión auténticas, en tanto generadas por una serie de relatos imaginativos que producirán las formas o las intervenciones formales, dando por tierra con la creencia de que la sencillez significa pobreza o elementarismo.
El minimal explotó las posibilidades naturales del material industrial con referencia a su momento espacial, casi sin modificaciones. Schwickerath avanza sobre el minimal con la paciencia del artesano, la fuerza del obrero y la sensibilidad del artista, y demuestra que la belleza es una conquista desde la propia materia y su lenguaje, en la medida en que la inteligencia vence las resistencias de aquella y establece nuevos códigos visuales que parten, en primer lugar, del respeto al material. Podríamos hablar, incluso, de un grado de emoción afectiva que se liga mediante las modificaciones que el artista intenta establecer en el material y que este acepta y adopta como forma de comportamiento posterior, como lugar en la vida estética, sin dejar, por otra parte, de ser hierro o acero en sí mismos, así como el artista nunca deja de ser un hombre.
Notable trabajo de este artista germano, de gran trayectoria y, sobre todo, de gran persistencia con un material nada fácil de manipular. El título de la muestra –Juego de austeras formas en acero– no hace honor, a nuestro juicio, a la profundidad estética que esta alcanza, pero, en definitiva, se trata sólo de palabras.