Por Manuel Esmoris.
“La revolución industrial fue probablemente el acontecimiento más importante de la historia del mundo desde la invención de la agricultura y las ciudades hace siete mil años”
Eric Hobsbawm.
La fundación del Peñarol urbano integra el largo período de expansión del mundo moderno iniciado por la Revolución Industrial, con su vastísima lista de inventos e innovaciones (la industria textil, la máquina de vapor, el ferrocarril, el barco de vapor, el telégrafo), la libre circulación de personas y capitales europeos hacia el resto del planeta y las influyentes revoluciones políticas en Francia y Estados Unidos. Dentro de ese mundo –el de la primera globalización, el del imperio informal británico y el del Uruguay de la modernización– el ferrocarril de propiedad inglesa constituyó un emblema de la joven nación, y el Peñarol urbano, una de sus creaciones.
Peñarol, cuyas bases como pueblo ferroviario se construyeron entre 1890 y 1907, es uno más de los miles de factory towns que generó la expansión planetaria de la Revolución Industrial, similar a Bournville-Cadbury o New Lanark en Inglaterra, Remedios de Escalada en la provincia de Buenos Aires, El Anglo o Conchillas en el litoral uruguayo. Pero cada una de estas ciudades factoría cuenta con evidentes e insoslayables notas propias arquitectónicas y urbanísticas, cada una con una historia original y un particular transcurrir de la explotación industrial y su equipamiento. Además, llegan a nuestros días en diferentes estados de conservación y uso.
Las edificaciones o principales bienes materiales del histórico pueblo ferroviario que se describen a continuación –y que conforman el eje central de esta nota– cuentan con afectación de Monumento Nacional desde el año 1975, y fueron declaradas Bienes de Interés Municipal por la Junta Departamental de Montevideo en 2011, lo que compromete al gobierno municipal capitalino a su preservación y mantenimiento.
La estación de trenes
Con una superficie de 240 metros cuadrados, la estación de trenes constituye el centro del barrio, al estar implantada en una plaza pública, delimitada por la calle Shakespeare, el bulevar Aparicio Saravia, el camino Coronel Raíz y la vía férrea. Simultáneamente con el originario taller general, la estación (que aún se mantiene en funcionamiento para servicios de carga y pasajeros) fue la primera construcción del conjunto ferroviario, y se la concibió como parada de la línea que conectaba hacia el Este. Su arquitectura es austera, ordenada y escasamente ornamentada, con reminiscencias rurales. Se destaca el techo a dos aguas de tejas Sacomán, con alero orientado hacia los andenes. En el comienzo, los muros exteriores no estaban revocados y exhibían el ladrillo de la construcción.
En el año 2009, a partir de un acuerdo entre la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE) y la Intendencia de Montevideo (IM), se recuperaron los seis mil metros de plaza pública y el edificio de la estación. En las habitaciones que durante casi un siglo fueron sala de espera y oficinas de operaciones se realizó un museo con equipamiento original, como telégrafo, taquilla, fechador, reloj, teléfono a magneto y otros bienes del universo ferroviario.
Los talleres
Los talleres de Peñarol están implantados en Aparicio Saravia entre la vía férrea, las calles Watt y Casavalle y el camino Coronel Raíz. Fueron los más grandes, complejos y diversos del país. Su establecimiento obedeció a la necesidad de ampliar los talleres originales del primer ferrocarril uruguayo, situados en Bella Vista, contiguos a la estación Carnelli. La arquitectura combina la funcionalidad industrial con una estética sobria pero muy agradable, en la que resalta la presencia del ladrillo y el metal. Los perfiles de los galpones delatan los dientes de sierra de sus techos, que utilizan los planos inclinados de chapa como cobertura y los verticales de vidrios para el ingreso de luz natural. Su construcción se realizó en etapas: cada una correspondió a secciones especializadas, empezando por la de mecánica, que tiene la particularidad de que su piso es de adoquines de madera dura.
Además del taller mecánico se establecieron herrería, fundición, aserradero, carpintería, pinturería, imprenta, almacenes y velería (lugar de acopio y reparación de lonas llamadas encerados). También se erigieron un edificio de oficinas y una remesa circular compuesta por treinta boxes para el alistamiento de locomotoras y un plato giratorio central, donde aún se las coloca para cambiarlas de dirección. Tanto el predio como los cobertizos poseen varias líneas de vías para circulación, maniobras y estacionamiento de locomotoras y vagones, así como kilómetros de vías de cincuenta centímetros de ancho, conocidas como decauville. Se empleaban para desplazar carros de carga empujados a mano.
Según los planos, todos los talleres contaban en 1910 con 154 máquinas instaladas, movidas en su mayoría a vapor, y estuvieron equipados con calderas, máquinas de vapor fijas, tornos, laminadoras, bombas, barrenos, cizallas, escoplos, fresadoras, plegadoras, hornos de fundición, pescantes, martinetes, fraguas, mármoles, trasbordadores aéreos (pescantes) de locomotoras y vagones, sierras para hacer madera a partir de troncos, todo el equipamiento de una carpintería y una completa imprenta.
Adosados a la estructura interior de la sección mecánica del taller general, a unos cuatro metros de altura, se encuentran los ejes de transmisión, que tomando movimiento de motores eléctricos (origi- nariamente de una máquina de vapor fija) lo transfieren, a través de poleas, a las máquinas que se encuentran implantadas en el suelo, en sucesión, formando líneas de producción. En el aserradero y la carpintería las transmisiones estaban instaladas bajo el piso de madera, protegidas del aserrín y la viruta. En los galpones de las secciones mecánicas, aserradero y carpintería, el ruido de toda la maquinaria en funcionamiento no permitía que los trabajadores pudieran comunicarse hablando y los obligaba a gritar o a hacerse entender por señas.
Para indicar la entrada y la salida de los obreros se hacía sonar un silbato: a las 6 (marcando el inicio de la jornada laboral) y a las 14 (anunciando su fin). Su sonido se oía en un radio mayor de un kilómetro y todavía hoy está presente en la memoria de los vecinos que tienen 35 años o más. Puede decirse que ese sonido forma parte de la identidad del barrio.
En 1920 ya trabajaban unas dos mil personas dentro del extenso territorio de catorce hectáreas y veintisiete mil metros cuadrados construidos. Desde su fundación hasta la actualidad, se estima que desempeñaron funciones alrededor de doce mil operarios, en su mayor parte residentes del barrio.
Entre las décadas del setenta y del ochenta, el Estado construyó 6.500 metros cuadrados que constituyen el llamado ‘‘taller diésel’’. Los talleres ‘‘de los ingleses’’ funcionaron a pleno hasta comienzos de la década del ochenta, cuando se detuvo la actividad en los rubros fundición, imprenta, carpintería, aserradero, pinturería y velería. Paulatinamente el personal se redujo hasta llegar a las 150 personas que actualmente se ocupan en tareas de mecánica, remesa, oficina y almacenamiento. El resto está deteriorado, semivacío, muy desmantelado, con algunas máquinas y materiales abandonados como huellas fantasmales del trabajo y la producción del pasado. A cielo abierto, arrumbado en vías, descansa material rodante estropeado de distintas épocas, aguardando que se lo sindique como chatarra y entonces se venda para su fundición.
Ya entrados en el siglo XXI, es de enorme valor histórico lo que queda del taller mecánico, por la conjunción de la arquitectura con el equipamiento de los ejes de transmisión, máquinas y herramientas originales que aún permanecen, pues permiten explicar y vivenciar lo que fue un taller de la Revolución Industrial madura, con la máquina de vapor como centro generador de movimiento y energía. Es la mejor oportunidad que tiene Uruguay de explicar el trabajo y el universo obrero que inició el capitalismo industrial en Inglaterra a fines del siglo XVIII.
Desde el año 2005, en el Día del Patrimonio y en algunas otras ocasiones especiales, se abre a las visitas del público la sección mecánica y la remesa, exhibiéndose también material rodante histórico.
Casas para obreros
Como una especie de síntesis o esencia del casco histórico del barrio Peñarol se encuentra la calle Rivarola, de una cuadra de largo, que transcurre entre Carlyle y Aparicio Saravia y desemboca en la entrada del taller. Muchos residentes la llaman ‘‘la calle del medio’’, porque separa las dos manzanas de ‘‘las casas de la Compañía para obreros’’. Totalizan 44 viviendas, 20 de tres dormitorios en la manzana hacia Estrella del Sur y 24 de dos en la de Lincoln. El conjunto lo componen 5.700 metros cuadrados construidos.
El ritmo de las aberturas, la simpleza ornamental, la ausencia de árboles, así como que a más de un siglo de implantación sus fachadas no han visto otro color que el gris, les da un temperamento singular, único en Uruguay y bastante exclusivo en el mundo, que recrea una atmósfera casi metafísica y escenográfica, propia de los cuadros de Giorgio de Chirico. Al percibir en perspectiva sus fachadas se cumple el dicho de John Ruskin: ‘‘Cualquier sucesión de cosas iguales resulta hermosa’’.
Las casas son muy confortables aún hoy, pero más lo eran cuando se erigieron, si se comparan con el estándar dominante en la época para la vivienda obrera. Así lo demuestran su amplitud, calidad constructiva, iluminación y ventilación. Los techos de las habitaciones principales son de bovedilla y los pisos de madera; la cocina original era de material liviano, chapa y madera, con una pequeña claraboya o tragaluz, así como la chimenea para conectar la cocina económica, alimentada a leña. El baño era pequeño y para acceder a él se debía transitar por el patio-fondo. La mayoría ha sido objeto de modificaciones internas, aunque las habitaciones principales perduran tal cual su primer diseño.
La ocupación de las viviendas era asignada por la empresa de acuerdo a una actividad vinculada al taller o a la estación de trenes. Los empleados pagaban un alquiler bajo. Si cesaban en la empresa o se les asignaba una nueva función desligada de Peñarol, debían abandonar la vivienda. En las primeras épocas también residieron ingleses que trabajaban y enseñaban los oficios propios del mundo de los trenes.
Los habitantes actuales en su mayor parte son ferroviarios en actividad o retirados, y jurídicamente las propiedades se dividen entre promitentes compradores y AFE. Unas pocas mantienen la característica de vivienda transitoria. Vale destacar que en este momento se prepara la musealización de una de estas viviendas (la unidad Rivarola 1560), tal como fue en arquitectura y en equipamiento al comienzo del siglo XX.
Residencias para el personal de jerarquía e intermedio
Son ocho las casas de la Compañía para personal de jerarquía e intermedio, ubicadas en avenida Sayago entre
Aparicio Saravia y Schiller. Las dos del lado noroeste –las del personal de jerarquía– tienen implantación y forma de barrio residencial, tipo villa, cottage, rodeadas de jardines.
Están construidas con ladrillo a la vista y su orna- mentación es escasa. En ellas habitaban ingleses: en la más grande, la de Sayago y Schiller, el ingeniero mecánico, y en la de la esquina de Saravia y Sayago, el jefe de almacenes (una especie de administrador del taller).
En la vereda opuesta, al sureste, hay seis viviendas adosadas conformando una tira, con regulares jardines al frente. Eran ocupadas por ingleses de rango intermedio dentro del taller, con desempeños como dibujantes técnicos. Tienen menos superficie que las de jerarquía, pero su construcción es igual de robusta, con paredes anchas, pisos de madera, estufas a leña, aberturas y contramarcos de lapacho, cocina y despensa. Los fondos miran a la vía férrea.
En el estilo convive una combinación de elementos industriales, el ladrillo y el perfil de algunas aberturas, con rasgos de historicismo mesurado, victoriano, propios de las casas inglesas de la época. El conjunto tiene un total de 2.850 metros cuadrados construidos.
Puente peatonal y ‘‘la Trading’’
El único puente peatonal del complejo fue realizado e implantado en 1925. Antes existieron ‘‘las escaleritas’’, que permitían que desde los terraplenes de las calles Morse y Carlyle los peatones descendieran hacia la vía para atravesarla. Tras algunos accidentes mortales de escolares, la compañía ferroviaria construyó el puente. En todo Uruguay sólo existe otro puente similar: el del barrio Colón.
Ubicada en la calle Monterroso, inmediatamente después del puente, funcionó un almacén de venta de ramos generales para empleados del ferrocarril que los criollos lo llamaban ‘‘la Trading’’, como forma abreviada del nombre The Montevideo Trading & Co., que en realidad conformaba una cadena con sucursales en todo el país. Era una empresa colateral del Central Uruguay Railway. Con la estatización del ferrocarril se convirtió en una cooperativa de consumo para trabajadores de AFE que dejó de funcionar en los años ochenta. La superficie del inmueble es de 230 metros cuadrados.
Centro Artesano
Junto con los talleres que vinieron de Bella Vista, también llegó el lugar donde se desarrollaba la actividad social: el Centro Artesano, ubicado frente al predio de los talleres, en Aparicio Saravia entre Monterroso y la vía férrea, que abarca 894 metros cuadrados construidos Su arquitectura es claramente industrial, aunque en los años treinta la parte superior de su fachada recibió ornamentaciones art déco.
Tuvo una intensa actividad: fue lugar de prácticas recreativas, sociales y deportivas. También albergó la primera escuela pública de la zona, entre 1894 y 1903, hasta que en 1904 se inauguró enfrente un nuevo edificio de propiedad del Estado. Devenido luego en un club de barrio, en los últimos años el Centro Artesano terminó sucumbiendo como buena parte de las instalaciones ferroviarias de Uruguay.
Ahora en manos de la Intendencia de Montevideo, la propiedad aguarda financiamiento para transformarse en un centro cívico que albergue actividad deportiva, social y cultural para los habitantes del novel Municipio G.
Sala de teatro y cine
Se encuentra contigua al edificio del Centro Artesano y posee una superficie de 580 metros cuadrados. Es el escenario más antiguo que se mantiene en pie en Montevideo después del Teatro Solís, y el tercero en Uruguay, después del Teatro Larrañaga de Salto. Tiene una capacidad de 450 butacas. En un comienzo, por 1900, fue una sala destinada para teatro, música y zarzuela. A partir de la década del treinta también brindó funciones de cine, para lo que se agregó la cabina de proyecciones, que es el volumen que sobresale hacia delante de la línea de edificación. Un proyecto de la Intendencia de Montevideo en convenio con AFE la está recuperando para reabrirla, a fin de recibir a los habitantes del barrio y a los paseantes que se acercan a Peñarol.
Proyecto de musealización
La comuna capitalina viene trabajando con el objetivo de transformar al barrio Peñarol en centro del patrimonio nacional ferroviario, para lo cual lo está concibiendo y plasmando como un ‘‘ecomuseo’’ dentro del casco histórico, siguiendo la definición propuesta en los años setenta por Henri Riviére y Hugues de Varine. Estos autores definieron los rasgos propios de un ‘‘ecomuseo’’ en contraste con las principales características de un museo común: frente al criterio de colección proponen el de patrimonio (material e inmaterial) y paisaje cultural; frente a la idea de edificio, la de territorio; mientras que al concepto de visitantes le suman el de vecinos. Dos son las líneas de acción: por un lado la creación de un circuito señalizado que indica y guía el recorrido patrimonial, y por otro la transformación de inmuebles representativos en museos. Respecto a lo primero, la tarea ya fue realizada en buena parte con la colocación de leyendas construidas en hierro y empotradas en el pavimento, que señalan y explican los lugares e hitos históricos. Resta completar una nítida orientación a los caminantes, para superar la falta de continuidad o los vacíos de indicación. En lo referente a la musealización de los inmuebles, pasamos a enumerar las acciones de acuerdo a cada ‘‘edificio-territorio’’.
Estación de trenes En una parte del inmueble ya recuperado por completo –habitaciones históricas como la sala de espera de pasajeros y las oficinas–, se incorporaron objetos originales tales como telégrafo, block staff (máquina de vía libre), teléfono a magneto, fechador, taquilla y otros elementos propios de la escena ferroviaria y de gran interés y representatividad. Este lugar ya se abre al público y desde él se realizan visitas guiadas por el casco histórico. El resto del edificio sigue atendiendo la operativa de los trenes de carga y pasajeros.
Casa del personal
de jerarquía e intermedio
En una de las ocho residencias ubicadas en la avenida Sayago entre Saravia y Schiller, a decidir cuál, se considera recrear la habitación que los ingleses llamaban drawing room, una especie de estar o living del siglo XIX, con estufa a leña o a carbón mineral. Además se recuperarán las dos casas cottage (la del ingeniero y la del jefe de almacenes) para servicios públicos del barrio y los visitantes con fondos del programa Uruguay Integra de la Oficina de Presupuesto y Planeamiento. Esto significará una inversión de cuarenta millones de pesos y la obra estará finalizada en diciembre de este año.
Vivienda obrera
De las 44 viviendas emplazadas en dos manzanas y enfrentadas entre sí en la calle Rivarola, una unidad de esta cuadra será restaurada en su arquitectura y equipamiento según como era a principios del siglo pasado. Este emprendimiento está materializándose y se estima que estará pronto el próximo noviembre.
Taller general de la sección Mecánica
Constituye el legado más representativo que subsiste en Uruguay de la tecnología fabril de la Revolución Industrial, con el vapor como fuente de energía. En él pervive buena parte de las instalaciones y maquinarias originales y de los primeros tiempos del ferrocarril en Peñarol.
Viaje en tren a vapor
Por último, a Peñarol se accede a través de tren tirado en locomotora a vapor. De esta manera el visitante se introduce en el ecomuseo a través del símbolo de la Revolución Industrial: la locomotora a vapor. Este viaje con visita guiada a pie por el barrio se realiza todos los sábados entre abril y noviembre, partiendo de la nueva Estación Central a las 15 horas.