Por Mauricio Rodríguez.
Nacido casi como una oveja negra dentro del género del tango y a diez años de echarse a rodar, el Proyecto Caníbal Troilo mantiene su esencia. Este colectivo que apuesta a las rupturas acaba de editar su cuarto disco –Tangos clandestinos–, que abreva una vez más en el tango orillero y urbano.
Fotos por Javier Noceti y Daniel Arregui.
En 2005, el compositor y cantante Hugo Rocca estaba trabajando en un proyecto de tango contemporáneo llamado Planeta Tango, junto a la cantante Ana Karina Rossi. Fue una experiencia que duró dos años y que dejó un registro más bien under: el disco Carta marcada. Poco después, Rossi se fue a Europa invitada a una gira con Horacio Ferrer; Planeta Tango perdió una de sus dos “patas de apoyo” y el proyecto quedó acéfalo. “Ahí algunos amigos me impulsaron a que continuara yo al frente del proyecto, como cantor”, recuerda Hugo Rocca. “Fui digiriendo la idea y al poco tiempo entré a estudio a grabar lo que serían las primeras canciones del disco Montevideo Sala VIP. Y así fue naciendo el Proyecto Caníbal Troilo (PCT)”.
La singularidad de la propuesta quedó asociada a un nombre curioso, con una sonoridad y una identidad precisas. Para su creador, el nombre del colectivo es parte de “la ruptura”.
¿Cómo surgió la idea de llamar así a este nuevo proyecto?
Busqué un nombre que indicara una ruptura, una digresión en clave de ironía. Y la irreverencia resultante, en todo caso es con el género, no con el gran bandoneonista argentino incidentalmente aludido. En Uruguay hay muy buen nivel interpretativo del tango, pero, salvo excepciones, me parece que falta un poco de riesgo en el abordaje de nuevas formulaciones, otras miradas pervertidas, propias. Y el nombre elegido situaba al proyecto en un borde opuesto a los códigos del dogma. No soy un intérprete de tangos clásicos, apenas puedo cantar mis composiciones porque las hice yo. Entonces había que cruzar la calle y bailar un poco en el bazar del misterio.
En esta nueva etapa, Rocca convocó a Fernando Calleriza, con quien ya había trabajado en Planeta Tango y en otros proyectos alternativos. A Rocca le interesó contar con su participación porque es un guitarrista que aborda varios géneros, desde el rock hasta la fusión “y entiende todos los lenguajes”, explica. “En definitiva, yo buscaba un guitarrista que tocara desde otro lugar, ajeno a la sonoridad propia del género; que metiera un tango contaminado por el rock y la electrónica”. En el caso del legendario bajista Popo Romano, otro integrante original del proyecto, lo une con Rocca “una hermandad de muchos años”. “No necesita que yo lo presente como ejecutante de cualquier género musical con absoluta solvencia”, destaca. A esa “formación base” se sumó Betina Chávez en violín, una instrumentista que en la consideración de Rocca “tiene una gran formación académica, pero también el instinto de quien se atreve a improvisar y proponer laberintos de sonido siempre apropiados”.
El PCT llegó a sus diez años de existencia, y durante ese tiempo fue cambiando a algunos de sus integrantes, “pero la idea primigenia aún mantiene su esencialidad”.
¿Cómo fueron los primeros tiempos?
Fueron muy buenos, tocábamos bastante, sobre todo en festivales de tango en la Zitarrosa, y otras actividades organizadas por la Intendencia de Montevideo. Éramos un poco la oveja negra de todo evento que nucleaba a tangueros conocidos y tradicionales, pero siempre contamos con el respeto y la atención de la gente. Tal vez porque el público tanguero más purista está acostumbrado a escuchar las letras. Y PCT tiene una poética definida, que dice lo que quiere decir, hurgando en los tópicos del presente.
¿Cómo ha sido el proceso compositivo dentro del grupo?
En realidad, ha sido muy pródigo. Tenemos cuatro discos editados y muchas canciones a la espera de su salida al mundo. En ese sentido material no falta. Pero los tiempos de la realidad nunca son equivalentes a los tiempos compositivos. Si por mí fuera, estaría sacando un disco por año, para drenar todo el material que baja constantemente y espera agazapado en la PC. Pero hay que moverse por el pentagrama de la vida como un acechador, y saber manejar esos vaivenes que no dependen del proceso creativo, sino de la realidad del mercado.
A la hora de componer, Rocca se vuelca a referir lo que pasa en su entorno: el barrio, la calle, los amigos, el amor y los desamores. Para él, el tango, históricamente, ha sido un género que “se permitió sumergirse en temáticas de toda índole, que van desde lo social hasta lo filosófico o lo nostálgico, en clave de profunda reflexión o con matices humorísticos. […] Los grandes escribas de distintas épocas siempre retrataron los vaivenes del tiempo al cual pertenecían. En definitiva, el legado de esos poetas refiere a que siempre retrataron sus vivencias, sus calles, sus desencuentros. Entonces había que atreverse a hablar de las cosas que pasan actualmente; sean reales o raptos de un inconsciente extrapolado. Porque en el bolillero anclado en las neuronas hay lugar para todo lo que a un escritor se le ocurra”. Para el compositor, “no hay que tener temor a profanar ni a ser condenado, simplemente hay que ser el que sos”.
Desde ese lugar, tensando los bordes, en los discos de PCT se tocan temas como la misoginia (en la canción ‘Supercán’), la ecología (en ‘Empezá a correr’), la soledad (‘Muñeca japonesa’), o los efectos del spleen (como sucede en los temas ‘El peluche esnifador’ o ‘La seca’). También la “desmitificación de los falsos profetas políticos” (en ‘Milonga trucha’) o la religión en clave de fútbol (tal como puede escucharse en ‘Crónicas’). Para Rocca, la creación, “en alianza con la realidad y la imaginación, es el laboratorio móvil donde habitan mis águilas cazadoras”.
Durante todo este tiempo PCT se sumó a diferentes grillas de festivales y encuentros de tango. Y paso a paso dejó de ser mirado como aquella oveja negra de los orígenes y pasó a ganarse un merecido lugar entre quienes apuestan a una renovación del género. Tocaron, entre otros lugares, en la sala Zitarrosa, en la Plaza de los Olímpicos, en el parque Rodó ‒dentro del ciclo El tango es mujer‒ y en Montevideo Tango 2019 en la plaza Matriz, frente a un poco más de mil espectadores. “Ese fue un punto alto en nuestra travesía musical”, recuerda Rocca. También marca como un “punto rojo” en el almanaque de la banda el ciclo anual Zita de tango, en la Zitarrosa, que organizaron junto al trío Malajunta Tango. Fue en tres oportunidades, entre 2017 y 2019, y contaron con invitados como Gabriela Morgare, Sergio Fernández Cabrera, Natalia Bolani, José Arenas, Macunaíma y Colomba Biasco, entre otros.
¿Cómo resultó la experiencia del ciclo Zita de tango?
Una hermosa apuesta, jugada a compartir escenario con compositores e intérpretes que tuvieran inquietudes de renovación con el género, dejando de lado los arquetipos fundacionales. Una apuesta, en compañía de los Malajunta, de invitar cada año a exponentes del género orillero y urbano que se animaran a mostrar sus propias composiciones o a interpretar autores uruguayos contemporáneos. Fueron muy lindas noches, con sus claroscuros, como en toda experiencia piloto. Pero me quedo con la música que sonó en las tres ediciones, con puntos artísticos de un nivel muy alto.
El primer disco de PCT se llamó Montevideo Sala VIP; el segundo, de 2017, fue Tango hereje y se presentó ese mismo año en la sala Hugo Balzo del Sodre. El tercero llevó como título Trillar. El cuarto disco acaba de lanzarse y lleva por nombre Tangos clandestinos. El arte corre por cuenta de Pilar González.
¿Cómo fue el proceso de grabación de cada uno de los discos?
Si tocar en vivo, para mí, resulta una experiencia intransferible, producir un fonograma es entrar en una frecuencia desconocida; sobre todo por la forma en que todos nuestros discos fueron concebidos. Yo trabajo mucho con Fernando Calleriza, que es el productor musical asociado. A los dos nos gusta dejarnos llevar por el instinto, entender lo que cada composición pide, seguir el perfume de la canción. Y en ese viaje de producción no hay alambrados, solo paisaje infinito. Entonces solo queda disfrutar lo que cada canción pide, a nivel de beats, de sonidos de bajo, de pads de teclados. Ir vistiendo la maqueta como un puzle que va revelando en cada pieza a la obra final.
¿Y cómo fue el trabajo en Tangos clandestinos, el último disco de PCT?
Este último disco tiene mucho de proceso orgánico, despojado, mucho más que los anteriores, donde los beats y los samplers se destacan más. Es lo que pidió el presente: canciones más confesionales, directas y fermentales, apoyadas en la tríada guitarra, bajo y violín. También poder meter dentro del disco una canción, ‘Cruz de Carrasco’, que es mitad habanera (el tango antes de ser tango fue milonga y antes de ser milonga fue habanera) y mitad murga; sonoridades que forman parte del mestizaje musical de nuestra aldea.
La canción ‘Cruz de Carrasco’ tuvo también su videoclip con la participación especial de Fernando Rodríguez, Tatiana Ferreiro, Gustavo Di Landro, Emiliano Muñoz y el Zurdo Freddy Bessio, a quienes Rocca les hace cantar “Nací en la Cruz de Carrasco / barrio malevo sin ley / entre las casas de chapa / suena el Combo Camagüey”.
¿Cómo surgió la idea de que Pilar González hiciera el arte de tapa?
A Pilar la conozco desde hace muchos años y su obra es la de una artista de primer nivel planetario. Ya habíamos trabajado juntos en Trillar y para el último disco decidí repetir la experiencia, no solamente porque admiro su trabajo, sino por su capacidad de transformar en arte visual la idea que uno le pueda deslizar. Y la tapa de Tangos clandestinos es una maravilla de composición, que refleja ese tiempo de interrogantes, a nivel mundial, en que fue concebido dicho fonograma.
¿Cómo ves en tanto artista estos tiempos de pandemia?
Son momentos muy delicados, sobre todo para quienes vieron partir a sus afectos de un día para el otro. La incertidumbre es la misma para todos, aunque a unos los roza y a otros los ahorca. Luego están los soportes que cada uno tiene para poder danzar en el mar de las interrogantes que ofrece esta realidad. En lo personal, trato de respirar, mantenerme agarrado al árbol de la esperanza, tocar la guitarra, hacer canciones, leer, ver películas y no perder contacto con los seres queridos.