Un recorrido por su universo sonoro acompañado de la Orquesta Filarmónica.
Por Carlos Dopico.
Este miércoles 12, el músico y dj Luciano Supervielle presentó junto a la orquesta Filarmónica, y ante un Teatro Solís colmado de público, el álbum que juntos grabaron en 2023, Montevideano (vinilo editado por LBF Records).
Por iniciativa de Martín García, Luciano había sido convocado para ser parte de una selección que incluía también obras de Jaurés Lamarque Pons y Sergio Navatta. La búsqueda en aquel entonces era desarrollar un concierto que abordara la ciudad de Montevideo y su universo sonoro. Sin embargo, en esta reciente presentación conjunta, el recorrido sería algo más extenso y estaría basado en el repertorio solista de Supervielle y varias piezas de su recorrido artístico, desde su trabajo con Drexler, con el Ballet, con maestro brasileño Jacques Morelenbaum o incluso con Suma Camerata junto a Juan Casanova. En definitiva, un abordaje a su obra con los arreglos orquestales sobre los que un año atrás había trabajado Alvaro Hagopián, y los que esta vez habían desarrollado Pablo Rey y el propio Luciano.
Fue así que a las 19.30 comenzaron a sonar las estrofas de “Sabelo”, una de las piezas que Luciano incluyó en Suite para piano y pulso velado, el álbum que publicó en 2016 y en que hace toda una profundización sobre el piano. “Nunca me visualicé a mí mismo como un concertista de piano, esa es la realidad”, me confesó Supervielle días antes del concierto. Sin embargo, esta presentación solista lo consagraba bastante cerca de ese lugar. Con precisión, pulso rítmico, y una destreza admirable sobre el instrumento Luciano comenzó a desplegar una decena de composiciones más los cuatro movimientos de la Suite del ballet “La Tregua” que había elaborado por encargo del ballet y la comedia nacional.
El segundo abordaje junto a la Filarmónica fue ¿Dónde están?, la composición que Luciano hizo días previos a una marcha por los desaparecidos, que comenzó con 197 notas y que hoy tiene 196. El músico, advirtió en escena: “Ojalá que esta melodía vaya perdiendo sus notas a medida que los encontremos. Entonces, quizá llegue el día en que esta música desaparezca”. La composición despertó un aplauso cerrado de adhesión. Luego sí, comenzó la Suite que aquí abre casi en el final, con “El fin de la tregua”, uno de los momentos más conmovedores para el músico, ya que fue compuesta en uno de los tramos más duros de su vida. Por aquel 2020, además de la pandemia, Luciano se había enfrentado a la pérdida de Eloísa, su compañera y madre de sus hijos. “Para mí ese es un réquiem en la escena, cuando fallece el personaje, casi al final. La verdad es que estuve a punto de renunciar a ese trabajo. Estuve meses para poder resolver esa escena. Estaba viviendo algo similar en mi vida. Ese movimiento de la Suite es donde está representado mi duelo”, me confesó Luciano.
Circundado por decenas de violines, violas, cellos, dos contrabajos, flautas, fagot y trombón, Supervielle planteaba esa exquisita mezcla de analogía y electrónica. Situado sobre el frente del escenario, en el gran piano de cola negro Steinway & Sons, Luciano tenía dispuesto su kiosco sonoro: la bandeja de scratches, el teclado midi y una laptot con las que va generando no solo la ambientación sonora sino también la proyección en pantallas. Desde hace ya un buen tiempo, trabaja en conjunto con Agustín Ferrando (el mismo de Tiranos Temblad) en todos los insumos visuales que ambientan sus conciertos. Lo que proyectan va desde texturas lumínicas a decenas de paisajes naturales, pasando por inclemencias del tiempo o serenos atardeceres.
El concierto continuó con “Forma”, una de las piezas de su debut discográfico bajo el paraguas de Bajofondo y del que ya han pasado 20 años. Aquel disco, con su nombre propio había sido su debut también en el Teatro Solís. “Siempre recuerdo ese teatro Solís como una enorme oportunidad que se me dio. Yo estaba arrancando como artista y fue un trampolín muy grande”, confiesa Luciano.
El repertorio siguió con “La edad del cielo”, la canción de Drexler, a quien Luciano acompañó en más de una gira por Europa y Sudamérica. Luego llegó “Soltar tu mano”, una canción de amor, una pieza nostálgica asociada indisolublemente a su pérdida familiar, la primera del concierto en que el músico además canta.
Luego de ese bloque más intimista, Supervielle tomó el micrófono para guiar el segundo tramo el show. En la introducción de “Rondó Rodó” (pieza que fue parte del espectáculo La Esfera, presentado junto a Morelenbaum) Luciano contó que él se había inspirado en el universo sonoro del tango pero que el maestro brasileño había curiosamente identificado un samba en una parte del tema. Fue así que el músico desafió al público a reconocer el género oculto en la canción. Nadie lo identificó, por tanto, luego de ejecutarla, volvió a hacerlo esta vez con un beat de samba de base para mostrar, junto a la Filarmónica, la razón del maestro brasileño. Y esa dinámica la repitió con “Sublimación”, generando una instancia lúdica poco habitual en la solemnidad de los conciertos de la orquesta. “Sublimación”, dijo, es parte de Suite para piano y pulso velado, por tanto allí sí había patrones rítmicos ocultos pero conscientes para el compositor. Fue así que volvió a disparar un beat de candombe y mostrar cómo los arreglos estaban inspirados en el chico o el repique de una cuerda de tambores. Luego, junto a la orquesta, volvió a tocar la canción.
El tramo final vendría de la mano de “Flores en mi tumba”, el himno de Los Traidores que Luciano versiona junto a Juan Casanova desde hace buen tiempo, incluso con una cuerda de cámara. Esta vez, sin embargo, los arreglos sinfónicos de la orquesta elevaban por los aires a aquella canción de 1986, que entró a último momento en el Montevideo Agoniza y se transformó en parte de la banda sonora de toda una generación.
Pero Casanova no fue el único invitado, tras tocar “Ese cielo azul” llegó el turno de Álvaro Silva AVR, el rapero local que despliega su flow en “Vuelo al sur” y comparte con Luciano el rapeo a dos voces, en español y francés. Y por supuesto, la exquisita participación vocal a lo largo del concierto de Cecilia de los Santos y Camina Ferrari.
Claramente emocionado, y entre el aplauso de pie de toda la sala, Luciano agradeció a la Filarmónica por la posibilidad de este encuentro y en especial al maestro Martín García, con quién compartió aulas de la Escuela Universitaria de Música tres décadas atrás, del mismo modo que con varios de los músicos y músicas generacionales en la propia orquesta. Supervielle dijo que éste era un mojón muy importante en su carrera, agradeció al público y especialmente a sus hijos, Julián y Nina quienes le estaban acompañándolo desde la platea en este momento tan feliz de su vida.