Sostiene Rodríguez
Los resultados de la última entrega de los premios Oscar pueden ser, como casi todos, discutibles de acuerdo a los gustos personales de cada espectador. Sin embargo, no cabe dudar en absoluto del destino que la Academia le dio a la estatuilla reservada para la categoría de Mejor Documental. Se trata de Searching for Sugar Man, la increíble y cinematográfica historia del músico Sixto Rodríguez, un descendiente de mexicanos nacido en Detroit, al que jamás nadie le llevó el apunte. Al menos en su país, porque el hombre –sin saberlo– era una leyenda de gran porte en la Sudáfrica del apartheid, donde sus canciones nunca dejaron de sonar y vendió cerca de un millón de discos. Todo eso ocurría mientras él trabajaba como albañil en la city car.
A inicios de los setenta, a Rodríguez (diga la verdad, ¿no le resulta hasta ameno que lleve ese apellido tan de entrecasa?) se le llegó a comparar con Dylan, lo cuál no es raro porque pasa todo el tiempo. Todos los años aparece alguien que despunta como el ‘nuevo’ cantautor que sucederá al judío de Minnesota. Lo más probable es que semejante cosa no ocurra nunca, pero eso ya es otra cosa. Volviendo a nuestro héroe, lo curioso es que vendía a paladas discos en aquel pedazo de mundo, sus canciones se bailaban hasta en las fiestas de quinceañeras aunque su música era prohibida porque, se suponía, alborotaba el pensamiento de quienes creían en una Sudáfrica diferente y no segregacionista. Sus discos desaparecían de las bateas pero nadie sabe dónde iba a parar el dinero generado, y para colmo –como para alimentar aún mas la leyenda– se decía que Rodríguez estaba muerto. Primero se aseguró que se prendió fuego sobre el escenario, como un bonzo peludo, en lo que habría sido la muerte más extrema y recordada de la historia del rock. Luego, otra variante rumorosa se alejaba de la versión inmoladora y decía que simplemente se disparó al ver que no tenía éxito. Como fuera, de lo que no había duda es de que el cantante era finado.
Y así permaneció, muerto, hasta que 25 años después un fanático lo encontró vivo en Detroit. Lo llevaron a Ciudad del Cabo, fue recibido como si fuera Elvis y los Beatles al mismo tiempo y hoy, mientras usted lee estas líneas, Rodríguez está de gira por medio mundo promocionando su insólita carrera, a los 70 años de edad. ¿Pero qué pasó en el medio de todo esto?, ¿cómo es que el músico, autor de dos discos aparentemente fundamentales, se disipó? El hombre simplemente pensó que no le importaba a nadie y se dedicó a otra cosa. Se hizo albañil, trabajó derribando edificios, se casó, tuvo tres hijas, se comprometió políticamente y militó fuertemente a favor de los trabajadores y siguió viviendo en la misma casita suburbial que compró por cincuenta dólares en 1976.
El Sugar Man del título refiere a una de sus canciones más famosas en el continente africano, una deliciosa y desencantada balada que sería la envidia de cualquier compositor de estos días. La película, dirigida por el debutante sueco Malik Bendjelloul, es sencillamente una clase magistral de cómo manejar los tiempos mientras va mostrando, de a poco, las diferentes aristas de alguien que simplemente decidió salirse del foco. La historia llegó a oídos del autor en un viaje por el continente negro, y entendió que tenía una película, pero le faltaba todo el resto. Se obsesionó hasta tal punto con su filme que perdió su trabajo, se quedó sin plata y terminó filmando con su iPhone.
Bendjelloul reconstruye el mito, a la vez lo desviste y se involucra en una cacería detrás del personaje de la mano de Stephen Sugerman, un ícono afrikaner que debe su apellido-apodo a su idolatría por ese cantante fantasmal. Explica que los discos llegaban a Ciudad del Cabo en forma ilegal, eran censurados y su voz se convertía en el grito de libertad de varias generaciones de sudafricanos blancos y negros. Rodríguez fue descubierto por Dennis Coffey y Mike Theodore, dos productores que trabajaban para el sello Sussex, cuyo dueño, Clarence Avant, había formado parte del sello Motown y llegó a colaborar con pesos pesados como Miles Davies, Quincy Jones, Steve Wonder y Michael Jackson.
No le faltaba talento. Tampoco vergüenza, si se observa su reacción ante la pregunta del director apuntando hacia dónde fueron a parar los billetes que se generaban en Sudáfrica. Atraído por la lírica y el estilo nasal dylaniano de Rodríguez, Avant lo ficha en 1970 y le edita dos discos. “Fue el artista más impresionante con el que trabajé”, dice Steve Rowland, el productor de su segundo disco, Coming from Reality. “Produje a gente como Jerry Lee Lewis, The Cure, Peter Frampton y Gloria Gaynor, pero él era el mejor. No sólo por su talento, era un hombre único, una especie de sabio”, sentencia. Pero Rodríguez no despega. Su canción ‘I Wonder’ resultó una profecía. “Perdí mi trabajo dos semanas antes de Navidad”, canta y fue en diciembre de 1971 cuando lo despiden de su sello y vuelve a su vida de obrero. “No es tan malo –dice–, te mantiene la sangre circulando”. Al poco tiempo llega a costas sudafricanas Cold fact (su primer disco), y sus canciones son tomadas como himnos de la resistencia, especialmente el tema ‘Establishment Blues’. “La basura no es recogida/ las mujeres no son protegidas/ los políticos, usando a la gente, han estado abusando/ la mafia sólo crece como la polución en el río”, dice su letra, como escrita hoy de mañana.
Con el tiempo, pasó lo que se sabe, el régimen cayó, Mandela abandonó la cárcel y Rodríguez continuaba en las sombras, supuestamente muerto y sólo se conocía de él una (sí, una) fotografía. El enigma perduró hasta el 2 de marzo de 1998, cuando Ciudad del Cabo lo recibió como a un Mesías. Hasta un periodista musical pensaba que se trataba de un truco orquestado para levantar unos dólares, pero no, se trataba del propio Rodríguez que volvía de entre los muertos. Llena estadios, la gente delira, los veteranos no dan crédito a sus oídos y los jóvenes viven un sueño hecho realidad: ver al héroe de sus padres.
Lejos de subirse a la ola del éxito, el hombre regresa a Detroit y regala el dinero que cobró, se lo da a familiares y amigos. “Gente que lo necesita más que yo”, explica. Por estos días Rodríguez tiene agendados shows en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Francia y hasta en los festivales más tradicionales de Europa, como el Sónar de Barcelona y el legendario Glastonbury inglés. Un héroe de la clase obrera que ni a Lennon se le hubiera ocurrido pensar. Esta película es la historia de un hombre, pero también de una forma de entender la vida.
Título original: Searching for Sugar Man.
Director: Malik Bendjelloul.
Duración: 86 minutos.
País: Reino Unido – Suecia.
Año: 2012.