Por Carlos Dopico.
A sus 46, y luego de cuatro años sin publicar un disco, Jack White, ex The White Stripes, que llegó a Montevideo como cartel principal de Primavera 0 y a entregar una dosis de rock directa al pecho, sorprendió en 2022 con dos álbumes bien distintos. Por un lado Fear of the Dawn (Miedo al amanecer), el primero tras la pandemia, doce canciones con las que el músico de Detroit irrumpió en primera instancia. Se trata de un disco frenético y chirriante, estridente, en el que White juega con efectos y distorsiones, quebrando las barreras estilísticas hasta incluso acercarse al rap en piezas como ‘Hi-De-Ho’. En Fear of the Dawn, White grabó todos los instrumentos, desde un theremind –experimentando con ondas magnéticas– hasta la guitarra eléctrica. Aunque hay algunas participaciones, como la de Jack Lawrence (The Raconteurs), Duane Denison (Tomahawk, Jesus Lizard) o incluso la de Olivia Jean (con la que White se casó recientemente).
Sin embargo, para quienes quedaron aturdidos tras esta incursión, White les trajo otra producción reciente Entering Heaven Alive (Entrar vivo al cielo), un álbum confesional, en calma, mayormente acústico; once canciones atravesadas por aires folk, pasajes de vodevil y cadencia reggae. Aquí, como si se tratara de otro compositor, el rockero encrespado da lugar a otro White, de los tantos que habitan su multifacética impronta. Sumergido entre guitarras acústicas, piano, hammond, chelos y violines, White baja los decibelios de su música para ofrecer una contracara de su primera publicación.
Así como despliega un setlist distinto en cada escala de su gira, es claro que White no está dispuesto a autoplagiarse y repetir fórmulas. Bien podría haber seguido la veta White Stripes y estirar el éxito seguro, pero desde su disolución, Jack ha reaparecido con distas partes de sí mismo.