Su discografía es breve pero contundente. Con sus composiciones y su lenguaje interpretativo, tanto en lo vocal como en lo guitarrístico, Florencia Núñez ha construido un perfil muy personal en la canción popular local, en el que tamiza la inquietud por lo poético, la sencillez en el tratamiento de los arreglos y un trabajo vocal diáfano. En el 2020, tras un largo proceso de trabajo, lanzó su proyecto más ambicioso, Porque todas las quiero cantar: un homenaje a la canción rochense, que incluye el lanzamiento de un disco, una película documental y la difusión de videos en distintas plataformas internáuticas. Una obra en la que explota su rol de intérprete y su apuesta a la producción en el campo audiovisual.
Primeras escenas en pantalla. ‘En tu imagen’, canción del poeta, compositor, cantante, Lucio Muniz. Desenfoque, zoom in. Se ven las siluetas de tres músicos con una escenografía sobria, íntima, montada en el estudio de Santiago Tavella. En primer plano, la figura difuminada de la cantante. Más atrás, el baterista, otro percusionista, un bajista. “No te ama tan solo el del palmar”. La voz suena contenida, sin vibrato, leve, y se entrelaza con una textura mínima, despojada, jugada a los extremos registrales.
Ya con el foco definido, la cámara recala en el rostro de la cantante. Aparece el nombre con letras blancas, grandes: Florencia Núñez. “Se puede en tu seno no nacer / qué es lo que en ti escondes, qué poder / hace que a ti quiera retornar”. Ella mira directo; no hay otro elemento que la mirada para definir el clima expresivo. “Hoy quiero tu cielo revivir / bajo el mío junto al Olimar”.
La textura instrumental se vuelve algo más densa, con otros colores, otros movimientos, pero siempre leve, despojada. El paneo presenta a la banda completa; ahora se ve al tecladista y al guitarrista junto al resto de los integrantes. “Con esa pureza de tu hablar”. Los instrumentos se detienen. Pausa. La voz sola marca el contraste, la entrada del estribillo: “Fuentes de fulgores por saber”. Y sobre el segundo verso, todo el ensamble descarga una trama densa e intensa, sonidos distorsionados, la voz suena desgarrada pero sin caer en el exceso efectista. “Rocha no tan solo eres palmar / déjame tus costas aprender / porque todas las quiero cantar”.
Otra escena, pero en vivo, en la sombreada esquina de Lo de Silverio.
Aunque se radicó hace una década en Montevideo, en el relato de Florencia Núñez se descubren algunos acentos, giros, del lugar de origen, del Este ahora lejano.
Y queda claro desde el principio: Rocha no es solo un departamento. Es, sí, una trama de historias, una experiencia vital marcada por palmares, rutas, la costa atlántica, sierras, recuerdos familiares, veraneos en la playa, las canciones de Lucio Muniz, Enrique Cabrera, Julio Víctor González, Nicolás Molina, el pop, el indie, el folk, los estudios en comunicación audiovisual, los repertorios de sus dos primeras ediciones discográficas –Mesopotamia, de 2014; Palabra clásica, de 2017. Y ahora, en 2020, a este relato se sumó la concreción del tercer disco, Porque todas las quiero cantar: un homenaje a la canción rochense– y el documental que lleva el mismo título.
Rocha está ahí, en su lenguaje. Y Rocha es en su lenguaje: las palabras, la apropiación del pop, la poesía.
El proyecto Porque todas las quiero cantar: un homenaje a la canción rochense, cuenta Florencia Núñez, se gestó a lo largo de varios años de mucho trabajo, en los que ella se repartió en múltiples funciones y con el que apostó, desde el principio, a integrar múltiples medios y lenguajes.
–Este proyecto lo concebí como algo transmedia. Me interesaba que tuviera varias puertas de entrada para generar interacciones distintas: una canción en YouTube con su video, como las dos que ya fueron lanzadas en esta red –‘En tu imagen’ y ‘Contigo y en el palmar’–, la pieza documental, la música sola en distintas plataformas.
Tanto el disco como la película documental –su primera realización en el rubro– revisitan un cuerpo de canciones de compositores y autores rochenses, muchas de ellas convertidas en piezas icónicas del cancionero popular. Pero su idea germinal no apuntaba a la recuperación documental o al registro musicológico, sino a contar su historia personal con un entorno geográfico y simbólico, con un repertorio y con nombres que fueron clave en la construcción de una prolífica escena musical.
–Este proyecto no tenía un objetivo científico. Tampoco me interesaba hacer solo un disco con versiones. Lo que quería era contar la historia de esas canciones, y que esa narrativa sostuviera todo –explica Florencia–. Es mi historia yendo a Rocha para mostrar cómo sucedieron esas canciones, quiénes fueron sus autores, cómo fue esa escena musical. Y esas charlas con caminatas es el hilo conductor de todo, y se completa con las canciones versionadas por mí.
Así, esta realización multimedial incluye seis canciones: ‘En tu imagen’, de Lucio Muniz; ‘Contigo en el palmar’, de Gabriel Núñez Rótulo, ‘Poema a las tres’, de Enrique Silva y Julio Víctor González; ‘Mar atlántica’, de Enrique Cabrera; ‘Un lugar de medio locos’, de Julio Víctor González; y ‘Canción del camaronero’, de Humberto Ochoa y Nelson Pindingo Pereyra. En la edición discográfica, a este repertorio se integraron, como en una suerte de lado B, como lo cuenta la artista, las seis piezas que componen la música incidental, que fueron creadas con Nicolás Molina, artista rochense y uno de los referentes del indie con marca uruguaya.
–Con todos ellos tengo una relación muy cercana desde mi infancia, salvo con Lucio, que no lo conocí personalmente. Con ellos crecí y me formé en la música, y por eso están en el documental. Ellos son parte de mi historia, como Enrique Cabrera, que fue mi primer profesor de música y que me vio crecer en muchos aspectos. O como Julio Víctor… ¡quién no conoce a Julio Víctor, a Los Zucará! Con él tengo un vínculo muy estrecho, nos mensajeamos seguido, intercambiamos muchas ideas. Por todo eso, de las charlas que tuvimos quedó una emotiva asociación entre los lugares y los relatos sobre cada canción. Así se armó esta suerte de road movie, que, en un principio, no iba a convertirse en un largometraje, pero la realidad, las historias, marcaron otro rumbo.
El estreno de la película estaba previsto para abril de este año, en el marco de la edición número 38 del Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay, organizado por Cinemateca. La pandemia y la cuarentena, sin embargo, trastocaron los planes. Y aunque la covid-19 no fue vencida, pese a las retóricas belicistas y sanitarias, la dinámica cultural recuperó el pulso: el tradicional festival montevideano cambió de fecha –se realiza del 21 de noviembre al 5 de diciembre–, y dentro de su sección “Ensayo de orquesta” se podrá estrenar esta realización de Florencia Núñez, y, además, el disco ya está en la calle.
–El rodaje del documental no llevó tanto tiempo. Lo que sí demandó mucho esfuerzo y tiempo fue todo el trabajo de logística, de producción. En 2018, cuando habíamos conseguido fondos para financiarlo, ya había elegido las canciones. Ahí comenzamos a maquetarlas con Guillermo Berta, que es el productor del disco y el baterista de la banda.
Casi al mismo tiempo, recuerda, comenzó a definir y a instrumentar una maraña de detalles del rodaje del documental, la preproducción y otros aspectos técnicos.
–Fue, te confieso, una locura. También fue por necesidad. El presupuesto era acotado y tuve que ponerme todo al hombro, desde la producción ejecutiva, escribir el proyecto, presentarlo a fondos para financiarlo, estar frente a las cámaras, coordinar los equipos de trabajo en la producción de campo, coordinar las comidas, los alojamientos, toda la logística. Además escribí el guion, estuve en el montaje, en la definición de la estrategia de promoción con mi equipo.
Pero salió airosa. El proyecto la conforma, la entusiasma y, enfatiza, todo ese proceso intenso, complejo, le sirvió para canalizar en una apuesta personal su formación universitaria en el campo de la comunicación audiovisual.
–Esto fue como reunir las piezas y armar un puzle musical.
Para poder cumplir con todas esas funciones y sacar el mejor rendimiento de cada faceta del proyecto fue clave el trabajo en equipo, en el que se volcaron ideas, saberes técnicos y, sobre todo, el compromiso humano.
–Y eso fue fundamental tanto en lo audiovisual como en lo musical. Por ejemplo, eso fue clave en el trabajo con Guille Berta. O con Nico Molina, que compuso conmigo las músicas incidentales. Elegí a Nico porque lo conozco hace mucho tiempo, es de mi tierra, y es alguien al que no tengo que explicarle nada, funciona solo, fluido, naturalmente. Y fue tal su forma de integrarse que también me ayudó muchísimo con la producción del sonido y tocó en alguna de las canciones versionadas.
Hay un dilema que ha navegado por turbulentos ríos de tinta desde tiempos remotos y que sigue tan campante. ¿Es posible que las músicas –en cualquiera de sus formas– refieran a significados que están más allá de lo musical? ¿En el caso de las canciones populares es solo la letra el dispositivo que activa las referencias a lugares, personas, estados anímicos, contextos sociales, identidades? ¿Las músicas, independientemente de sus interacciones con la palabra cantada, tienen la capacidad de contar historias, movilizar memorias, con sus texturas, secuencias de acordes, líneas melódicas?
No hay final para la lista de preguntas. Y cualquier ensayo de exhaustividad en la enumeración de interrogantes parece absurdo, quizás tan absurdo como las líneas del párrafo anterior.
Por más que se reivindique la esencia abstracta o el puro formalismo, la fugacidad del instante musical suele convertirse en un potente motor de evocaciones y puede movilizar las memorias con una singular potencia. Estados de ánimo, apacibles sinuosidades de un paisaje campestre, los geométricos y pujantes contornos de una ciudad moderna. La música –las músicas– se anuda con una extensa red sígnica que emerge de la íntima e intransferible recepción personal, pasa por la delectación formal y puede transformarse en un explícito juego de referencias metamusicales, sea como elaboradas descripciones o como metáforas.
Tal es el caso de la canción ‘En tu imagen’, del compositor, poeta e intérprete rochense Lucio Muniz (1939-2017). Esta pieza no solo describe en su letra los rasgos de un paisaje que remite, sin vueltas, al departamento de Rocha. Sea en la interpretación de Muniz o en la icónica del dúo Los Zucará, su fluido ensamble de poesía y música ha trascendido la descripción paisajística para convertirse en la expresión de lo rochense. No es un exceso afirmar que ‘En tu imagen’ es Rocha para la comunidad que habita ese territorio. Es la música y el lugar engarzados en un íntimo proceso de correlación significante. Y aquí el valor o el interés formal de la canción se acopla a su potencia para movilizar referencias metamusicales para construir un eficaz dispositivo que moviliza memorias. La histórica oposición ensayada antes se vuelve estéril. La música –en este caso, letra y música– tamiza, procesa y encarna una rica historia del lugar experimentado como propio y se transforma en una generosa porción –una parte por el todo– de ese paisaje.
Con Porque todas la quiero cantar, estas puntas de discusión abiertas cobran otra fuerza. La artista rochense vuelve a sus raíces, revisita un repertorio cancionístico, recupera historias, nombres y lugares. Un viaje, una road movie, que no deviene presentación de tarjeta para turistas: es el relato personal, lleno de vivencias, afectos, relecturas. Cierto, un emprendimiento ambicioso. No obstante, cumple con su objetivo: dar cuenta de una memoria musical y jugar con las formas en que estos sonidos se incrustan hasta la raíz del paisaje, o al revés: cómo el paisaje llega hasta la raíz de estas canciones. No pretende ser exhaustivo ni taxonómico. No sanciona un canon de la canción rochense. Lo dice Florencia: es una invitación.
La propuesta entraña el desplazamiento, el juego de referencias estilísticas, los cruces de mapas musicales. Y en ello se desprende de su faceta de compositora para concentrarse en la interpretación, ese rol tan subvalorado en las músicas populares. Reafirma Florencia: la interpretación implica un alto compromiso creativo. Es una forma de bucear en el lenguaje de una canción y sacar a luz otras vidas, otras posibilidades expresivas, desplazándolas y relocalizándolas en otros entornos estilísticos.
–Una de las obras que estuve escuchando durante este tiempo, y que me movilizó mucho para este proyecto, es la de Natalia Lafourcade, que me gusta en muchos niveles lo que hace. Es mentira que las cosas te llueven del cielo… uno está, y debe estar, atento a lo que pasa y referenciarse sin miedo a quedar como un copiador, porque no es así.
La acción creativa no se desarrolla en un ambiente descontaminado. Todo lo contrario: la investigación, la experimentación, se disparan en el diálogo con el intertexto, con las piezas que se encastran en el puzle simbólico de un ámbito cultural y social concreto. Allí los lenguajes, los estilos, los nombres juegan: se repelen o se asimilan; van, vienen y se transforman; se citan o se evocan; se fragmentan.
–Lo que más me interesó de Lafourcade fue su proyecto Mujer divina, un homenaje a Agustín Lara. Ese disco me voló la cabeza. Cantó todas las canciones a dúo… con unos arreglos y una producción tan actual que uno podría decir que esas canciones fueron compuestas hoy. Ahí esta la gracia al trabajo: generar nuevas vidas a músicas que son eternas, que son clásicos. Fijate, yo no conocía a Agustín Lara cuando tenía 23 o 24 años, que fue la época en la que escuché por primera vez ese disco. Por ahí va: que esto sea una puerta de entrada.
Y en esa línea va Porque todas las quiero cantar: múltiples puertas de entrada para abrir otras múltiples puertas de salida. Las canciones seleccionadas ya tienen sus realizaciones de referencia, en las que se distinguen los signos de esa porción de músicas populares que se identifican con lo folclórico, con lo tradicional: voces masculinas, solas o en dúos, con mucha proyección, potencia, vibrato; acompañamiento de guitarras con cuerdas de nailon. Signos que, para generaciones mayores a la de Florencia, están hipercodificados: todos saben de qué se trata; se trata del canto popular, de la canción de proyección folclórica. Florencia partió de ahí y llegó a esa zona donde proliferan las tensiones: la frontera, o las fronteras. Y las cruzó para interpelar su presente, el mapa musical que la moviliza ahora, donde están el indie, el pop, algunas manifestaciones del rock, la llamada canción urbana, las búsquedas de artistas como Natalia Lafourcade. También las cruzó para interrogar su historia, las formas de recepción de las generaciones anteriores.
–Cuando comencé con el proyecto me dije: si voy a versionar estas canciones, no tiene sentido que interprete ‘Tu imagen’ como tratando de emular la que hicieron Los Zucará, porque eso ya está, y es más lindo ir a escuchar ese original. Quería traer esas canciones a como las haría hoy.
Entonces había que despegarse de los modelos, de lo ya realizado. Ahí, dice, comienza un proceso de deconstrucción de la canción.
–Al trabajar las maquetas con Guille Berta me di cuenta de algo clave: para él eran canciones completamente nuevas. No fueron parte de su historia. Y eso estuvo buenísimo, porque yo traigo toda la carga de la memoria. Entonces tomábamos la canción, la música, la letra, sacamos la armonía, definíamos en qué tonalidad la íbamos a hacer… y cerrábamos la realización original para abrir un nuevo proyecto. Las canciones se convirtieron en canciones mías; las hacía desde mi lugar.
Se trató, tal como lo relata la artista, de un trabajo de apropiación, de desplazamiento estilístico. En ningún caso el tratamiento sonoro es igual a los originales. Cada canción deviene mundo nuevo, aunque todas conservan esa cualidad de conectarse con los relieves rochenses. Siguen siendo rochenses aunque viajen por las patrias del indie o reutilicen aires abolerados. Y se convierten en puertas abiertas a otras generaciones, a otros oídos, a otras sensibilidades; puertas abiertas que dan hacia los detalles en arreglos orgánicos, que suenan a toque en vivo, con la mira puesta en lograr climas muy efectivos y sin excesos de artificios de producción.
De todo esto, concluye Florencia, quedó una obra muy personal: una obra que recoge y procesa la experiencia de sus discos anteriores, de sus presentaciones en vivo con distintos formatos, de la inquietud por la interpretación.