Por Carlos Dopico.
Juana Molina y Mario González rescataron de la basura grabaciones inéditas y las anexaron en una edición de aniversario. Reedición de MUSICASIÓN 4 ½.
A medio siglo de la publicación original de Musicasión 4 ½, uno de los puntales discográficos del candombe beat en la música uruguaya, la multifacética artista argentina Juana Molina y su socio, el también músico y productor Mario Agustín González, celebran una reedición de lujo que ya despierta interés en distintas partes del planeta. Aquel registro ‒testimonio discográfico de la serie de catorce espectáculos producidos por Eduardo Mateo junto con Horacio Buscaglia, sobre fines de los años sesenta, en el teatro El Galpón‒ reúne nada menos que canciones de El Kinto, Ruben Rada, Diane Denoir, Urbano Moraes y Verónica Indart, además de piezas del propio Mateo y los mojos del Corto Buscaglia.
El disco fue originalmente editado en 1971, a través del sello De la Planta, gracias al minucioso trabajo del ingeniero de sonido Carlos Píriz, el mismo que más tarde sería responsable de compaginar las tomas de Mateo solo bien se lame una vez que el artista decidió abandonar las sesiones, y de grabar a buena parte de los músicos de la época. El técnico uruguayo trabajaba en los estudios Sondor y grababa los playbacks que más tarde serían utilizados durante la emisión en vivo del programa Discodromo Show. Pero su gran aporte, además del registro, fue la conservación, muchas veces contrariando la orden expresa de borrar para liberar las cintas. “Grabábamos en Sondor para hacer playback en Canal 12, porque en aquella época no había equipamiento para tocar en vivo en los canales. Teníamos que hacer fonomímica”, nos confiesa entusiasmado Ruben Rada. “Píriz recuperó esas cintas e hizo dos discos maravillosos: Circa 1968, de El Kinto, y Musicasión 4 ½. Sin ese aporte fundamental no existiría registro alguno de todo ese material, que vio la luz cuando ya El Kinto estaba disuelto. Tras la publicación discográfica de aquel año y el inminente advenimiento de la dictadura, el ingeniero uruguayo, trabajando ya en los estudios ION de Buenos Aires, regrabó los mojos de Buscaglia por otros menos comprometidos. Poco después, el sello Clave compró el catálogo de De la Planta, y en 1977 se reeditó la versión del álbum más conocida, que en 1983 volvió a publicar Sondor y en 1998 se incluyó en la colección de Posdata.
¿Pero qué tiene que ver Juana Molina y Mario González en toda esta historia? Pues no solo tienen que ver, sino que ya son protagonistas de un apasionante relato de justicia cíclica. “Después de amar con locura todos esos discos, que a través de Marito volvieran a mí y se cerrara este ciclo conmigo, sentí que tenía cierta justicia”, confesó Juana Molina en conversación con Dossier.
Juana es una fanática absoluta de Eduardo Mateo. Su padre, el ya fallecido intérprete de tangos y boleros argentino Horacio Molina, fue uno de los pocos presentes en las míticas sesiones de Mateo solo bien se lame, no solo para grabar algunos coros complementarios con el Quinteto Cantares, sino como responsable del único registro fotográfico que hoy se conserva. Por tanto, los vinilos autografiados por Mateo e incluso las andanzas de aquel espíritu burlón por su casa marcaron sin saberlo los días de su infancia. “Me acuerdo de verlo en casa, pero en ese momento yo no sabía que Mateo era Mateo. Si me hubiese pasado unos años después, me hubiese vuelto loca”, apunta Juana Molina. “De hecho, papá siempre me decía que me tenía que ir a Uruguay a que Mateo me pasara unos pases de la guitarra y qué sé yo… [Risas]. Y me decía: ‘Te va a querer tocar las tetas, pero no le des bola’. [Risas]. Imagínate, si de chica, con esa descripción, me iba a querer venir a Uruguay. Me quedé con esa sensación aterrorizada. Y así fue como al final nunca lo conocí”.
A comienzos de la pandemia y las estrictas medidas establecidas en Argentina, Mario González recibió la llamada de su amigo Joaquín advirtiéndole desde el otro lado de la ciudad que le había separado varios discos que seguramente serían de su interés. “Me dijo: ‘Venite mañana a casa, sin falta, que mamá su muda el próximo fin de semana y separé unos vinilos para vos’. Pasaban de un departamento muy grande a uno muy chico y la mayoría de las cosas estaban para tirar. No eran algunos vinilos, eran muchos. Cuando estoy yendo al ascensor, veo una caja semiabierta e identifico los típicos lomos de las cajas de cinta. Enseguida le pregunté a la madre qué iban a hacer con eso y me respondió: ‘Si te interesan, llevátelas; no creo que vayas a encontrar nada interesante ahí’. Cuando estoy cargando la caja de cintas, me dice: ‘Mirá que en el entrepiso hay más’”, cuenta Mario, quien sabía que su amigo, Joaquín, es hijo de Carlos Píriz y aquellas cintas polvorientas podían guardar un verdadero tesoro de la música uruguaya.
El hallazgo del diamante en bruto traería para Mario la reconciliación con su amiga Juana Molina y el germen del sello discográfico que semanas más tarde fundarían entre ambos: Sonamos.
En el trayecto a su casa, de San Telmo a Villa Urquiza, Mario iba revisando el botín sin dar crédito a todo aquel descubrimiento. Él es un coleccionista de aquella música, pero además es un fanático de los soportes analógicos de antaño, por tanto, la trascendencia de los vinilos pasó a segundo plano. Antes de bajar las cajas del auto de su amigo, comenzó a abrir las cintas y notó que muchas estaban etiquetadas y prolijamente catalogadas. La ansiedad de escuchar todo aquello y, sobre todo, de contarle a su amiga era enorme.
“Lo primero que encontré fue Camerata de Tango, y dije: ‘Qué bueno, no tengo nada de eso…’. Después encontré unas cosas de Gila [un humorista español], de todos esos registros más humorísticos que editaba el sello De la Planta, y luego se me paralizó el corazón cuando vi escrito a mano alzada: Máster de ‘Don Pascual’, ‘José’ y ‘Ni me puedes ver’ [tres de las canciones de El Kinto, de aquel proyecto inconcluso de grabación para el sello Clave. Las dos primeras con Alfredo Vita al bajo y la tercera con Urbano Moraes]. Decía: ‘Información para corte de acetatos’. ¡Al final encontré todas las tomas de El Kinto y mucho más!”, relata Mario a Dossier con la misma emoción con la que hurgaba en aquel arsenal de reliquias.
Esas copias eran el primer respaldo que Píriz había hecho en Argentina, pasando en limpio el material que había rescatado de los músicos uruguayos y duplicando además en electrónico aquello que finalmente sería incluido tanto en Musicasión 4 ½ como en Circa 1968 (álbumes compilatorios, ya que El Kinto nunca completó una grabación oficial). En otra de las cajas, Mario encontró el máster original y completo de Musicasión 4 ½, aquel primer álbum absolutamente discontinuado del cual se cumplían cincuenta años.
“Musicasión 4 ½ era un disco que yo no mostraba a mis amigos; primero, porque todavía éramos muy chicos para compartir música y, segundo, porque las veces que aparecía alguien no parecía hacerle mella. Musicasión 4 ½ es algo que guardé para mí y me alimentó sin que me diera cuenta”, escribe Juana en el texto que acompaña la edición fonográfica aniversario y que complementan Guilherme de Alencar Pinto y Ruben Rada. “Me acuerdo, cuando oía ‘Suena blanca espuma’ ‒agrega Juana‒ me imaginaba a un grupo de señores sentados en una playa y lo blanco era su barba. Esas cosas que pasan con la música, que representan una imagen que nunca se sabe de dónde sale y es siempre la misma”.
Con esa canción, autoría de Walter Cambón (fallecido casualmente por aquellos días de 2020), es que comienza el lado A de este disco en su versión original y que hasta ahora jamás se había reeditado tal cual.
Pero más allá del hallazgo y el trabajo casi arqueológico de limpieza y depuración, el gran temor de Juana y Mario era consultar al propio Carlos Píriz sobre el material. “Lo que pensábamos era ‘Sí, sí, todo muy lindo, pero cuando Píriz se entere, nos va a decir: ¡Fue un error, devuélvanme todo!’‒confiesa Juana‒. Pero había que ir de frente. Marito lo llamó y nos dio una cita. Fuimos al estudio y, para nuestra sorpresa, nos aclaró que para él esas cintas eran descarte; que allí no había nada que hubiese traspapelado sin querer. Para él, el mundo analógico ya no existe y lo que le importaba ya lo tenía digitalizado. Cuando le contamos del proyecto, quedó un rato pensando y ‒contrariamente de lo que esperábamos‒ nos dijo: ‘Creo que tengo un par de temas que les pueden llegar a servir’. O sea, además nos daba más material”, recuerda sorprendida Juana Molina. “Uno de esos era ‘Mumi’, el lado B del simple de ‘Hombre’, de Verónica Indart y Eduardo Mateo. Cuando tuvimos la bendición de Píriz para reeditar todo aquello, no lo podíamos creer. Salimos de su oficina llorando de felicidad. Ahí nos embarcamos en poner el proyecto en marcha”.
La idea que Juana Molina y Mario González comenzaban a amasar era reeditar el álbum original y, en un vinilo anexo, publicar por primera vez un montón de registros inéditos contemporáneos. Pero las cajas tenían aún más sorpresas. Mario narra con efervescencia los detalles del hallazgo: “Hay todo un lote de unas cintas preparadas para el espectáculo Musicasión 3 [del cual se hicieron cuatro conciertos en octubre de 1969], en los que hay varios momentos instrumentales, divagues y ocurrencias espontáneas que se iban reproduciendo a medida que se preparaban los distintos artistas. Eso sí que no se conoce en absoluto”.
Por tanto, además del máster, la grabación inconclusa de El Kinto, las tomas para el vivo de Musicasión y las pistas para los playbacks de Discodromo Show, había otras rarezas. De las grabaciones para Discodromo Show están ‘Qué me importa’, ‘Muy lejos te vas’ y ‘Esa tristeza’ –que termina sin fade out‒ y, sobre el final, se escucha una cuenta de tres y empieza Diane Denoir. Son tres temas inéditos que quizás sean parte de una futura edición y que cuentan con la misma banda instrumental.
Diana Reches, la cantante uruguaya que trascendiera con su seudónimo francés, Diane Denoir, consultada también por Dossier, advirtió emocionada que dentro del material hay de todo: “Algunas cosas las usamos con Píriz para Inéditas [de Diane Denoir y Eduardo Mateo], que saqué en 1998. Eran cintas que yo tenía y que también tenía él. Pero evidentemente hay muchas cosas que son en vivo, que nunca se habían optimizado; hay algunos bis que hacíamos con Rada y con Clobi, un músico brasilero, y también algunos temas que hice en algunos de los conciertos beat de Odeón o del teatro Solís, no recuerdo. Algunos tienen un sonido fatal, porque está vieja la cinta, pero es lindo reencontrarse con esas vivencias”.
Sobre la grabación de ‘Mejor me voy’ (surco segundo de Musicasión 4 ½), Diane precisa que el registro fue hecho por Gastón Dino Ciarlo, cuando el músico uruguayo se encargaba de la mesa de grabaciones de Radio Ariel. “Yo tengo tres versiones de ‘Mejor me voy’. Esa es la primera que grabé en 1967. Dino era el operador de Radio Ariel y la grabamos con Mateo en la radio. No recuerdo, pero la habremos usado para La gente, el programa de [Augusto] Bonardo en Canal 5, o Gente joven, el programa que salía los sábados en Canal 4. Esa es la versión de Musicasión 4 ½. Después, tengo otra con El Kinto y otra en mi vinilo grabado en Argentina, que para mí es la más madura y es en la que estamos Mateo y yo solitos. Mateo toca guitarra y el órgano”, cuenta Diane.Si bien también Nancy Charquero, la novia de Mateo por aquellos años, se concede la inspiración, Diane recuerda que el músico la compuso una noche que ella fue a la boîte Orfeo Negro tras haber roto la relación con su pareja: “Un día que fui, me había peleado con mi novio y caí sola. Mateo me insistía en que subiera a cantar y, aunque siempre cedía y lo hacía, esa vez le dije que no tenía ganas. Al día siguiente, como siempre, Mateo cayó en casa y me dijo: ‘Mirá, esta sos vos’, y me cantó ‘Mejor me voy’”.
Mario y Juana acopian, además, otros preciados registros de Diane Denoir que bien valdría la pena editar con posterioridad. “Está también el máster del EP que ella hizo junto con Eduardo Mateo para Tonodisc, en 1966, bajo la dirección de Julio Frade. Eso no se editó jamás”, señala entusiasmado González, mientras que Molina apunta: “Eso es para un proyecto aparte”.
“Ninguno de nosotros sabíamos que con los años esa música iba a ser tan importante para Uruguay”, advierte Rada ante nuestra consulta. “Nos sorprendió a todos. A mí, sin duda. Pero supongo que todos los de aquella época hemos quedado sorprendidos de que se nos nombre como a próceres. A mí, a Urbano, Mateo, Luis Sosa y toda la otra barra… Pippo Spera, Verónica Indart, Diane Denoir… Quedamos para mucha gente dentro de la historia sin habérnoslo propuesto”. La perspectiva de Rada es tajante cuando rememora aquello tiempos: “Yo había abandonado todo, El Kinto y los Hot Blowers. Todo. Me ofrecieron un laburo y me fui porque no existía El Kinto como trabajo. No era una banda en la que estuviéramos tocando y viviendo de eso. Y lo mismo pasó después con Totem. Tocábamos, hacíamos shows como locos, salíamos en los diarios, en televisión, éramos número uno y ganábamos veinte dólares… No sé cuánto ganábamos. Hacíamos un show, cobrábamos mil dólares y pagábamos sonido, luces, camioneta y al final ganábamos dos mangos. Ahí fue que en la época de El Kinto me fui a Perú, a trabajar con Mike Dogliotti. Me ofrecía un laburo, durante un mes, para ganar dos mil dólares –que nunca había visto ni en foto‒ y me fui. Cuando vengo, me encuentro que Mateo y Buscaglia estaban haciendo Musicasión 4 ½ en el teatro El Galpón. […] A la persona que hay que agradecerle que haya registro de todo aquello es a Carlos Píriz, que hizo un trabajo maravilloso y salvó un barco que se hundía, que nunca nadie iba a conocer”.
Tan así es, que las cajas rescatadas por Mario y Juana tienen, entre otras cosas, las tomas del álbum solista que Urbano Moraes fue a grabar a los estudios ION y que por una dolencia en la garganta abandonó sin más. “Aparecieron las cintas de mi primer disco solista, que en el 72 fui a grabar con [José Carlos] Rovés, [Alberto] Magnone y Luis Sosa”, nos cuenta Urbano Moraes, aún sorprendido. Y agrega: “No recuerdo qué me pasó que se me jodió la voz, yo la sentía toda velada, sin presencia, y le dije a Píriz: ‘¡Borrá todo!’. Me volví a Montevideo y nunca más regresé [risas]. Tenía veintiún años. Y eso quedó ahí, cincuenta años quieto. Cuando me llamó Juana para contarme del hallazgo de las cintas, le corté de la emoción”. Píriz no le había hecho caso y, una vez más, había puesto a resguardo el máster de sus temas, junto a las fichas manuscritas con su propia letra. “Ahí están seguro ‘Vamos a mirarnos de frente’, que llegó a editarse en una ensalada; ‘Musicasión 3’, que Mateo me obligó a grabar; ‘Rosa’, un tema que hice con una letra de Luisito Sosa y una de mis primeras músicas; ‘Tú andarás’, que yo grabé más de treinta años después y resulta que por entonces además lo había cantado; y otro tema que hice para un niño, ‘Martín’, con un montón de acordes. No sé ni cómo lo hice, porque ni sabía tocar la guitarra [risas]”.
El paso del tiempo asigna otra relevancia al asunto y cotiza el valor afectivo de una forma incalculable. “¿Te das cuenta, loco, que son mis primeras canciones, mis músicas, mis primeros intentos de hacerle la cabeza a los músicos? Todo un viaje alucinante que tiré a la basura… una cagada. Nunca más hablé con Píriz. La culpa es mía. Enseguida de eso vino la dictadura, me fui a Argentina ‒los dos peores años de mi vida‒ y después me rajé para España, otros siete años. Allá estuve en otro mundo. Y cuando vine me enfoqué en cosas nuevas, en armar bandas, y eso quedó…”, explica Moraes.
Mientras Mario González se ponía en contacto con Rafael Abal, de Sondor, para licenciar la edición de Musicasión, Juana Molina ubicó a cada uno de los músicos involucrados para darles personalmente la noticia. Con varios de ellos logró incluso reunirse y mostrarles personalmente parte del material. Urbano fue uno de ellos: “Eso, la verdad, me emocionó mal cuando escuché El Kinto y los viajes indios de Mateo… Recordé los momentos en que yo iba a verlo a Malvín, en la época en que él vivía con René, su compañera con la que estuvo unos años. Era una época en que Mateo estaba divino, comía todos los días, dormía, techito, compañera, familia. Fue una época muy buena para él. Se encerraba en el cuarto, que estaba en el primer piso, frente a la playa. Tenía una vista increíble del mar, pero él se encerraba todo hermético, a oscuras [risas]. Lo visitaba y René me decía: ‘Subí que está arriba, estudiando’. Y abría la puerta y estaba tocando con Ravi Shankar al palo y una humareda de fumo que no se podía respirar ahí adentro [risas]. Él estaba ahí, súper enroscado. La influencia india de esa época está muy buena y está muy olvidada. Fue una emoción, fue encontrarme con él otra vez. Fue un lazo muy fuerte el que teníamos, muy fuerte, muy salado”.
Rada, por su parte, señala que cuando Juana lo llamó se emocionó mucho. “Yo te hablo ahora con 78. ¿Qué puedo decir de cuando tenía diecinueve, veinte años? No tenía cabeza, tenía voz. Cantaba, jugaba a las bochas, iba a ver a Peñarol. No tenía una idea de persona en mi cabeza, era un divagante, subía al escenario y cantaba. Estaba para mirar a las minitas, como todo el mundo… Escuchábamos a los Beatles, caminábamos por 18 de Julio, comíamos panchos, pizza, íbamos a la playa… todas boludeces. Éramos unos muchachos jovencitos que no sabíamos ni para qué estábamos. Pero nos colgábamos con hacer eso… Juana Molina es más uruguaya que nosotros. Ella se crió con esa música, ama esa música y tenía una enorme emoción de poder recuperar aquel material. Hay que agradecerle mucho a Juana, a Argentina, que recuperó gran parte de la música uruguaya”, reflexiona Rada.
Juana no esconde su alegría ni disimula el orgullo de estar al frente de esta publicación: “Reconozco ‒es algo horrible de decir‒ que me habría dado mucha bronca que uno de estos nuevitos, que se hacen los dueños de todo, hubiese encontrado todo esto. Me hubiera muerto de odio [risas]. Está muy mal que lo diga, pero es verdad. Siento eso. Creo que se cerró un ciclo justo, que no está mal que seamos nosotros quienes estemos editando esto. Creo que es genuino, que hay algo naturalmente bueno en que seamos nosotros”.
Para inaugurar su propio sello discográfico y dar tiempo al proceso natural de depuración de las cintas de Musicasión 4 ½, Juana Molina aprovechó a editar Segundo, el álbum sucesor de Rara, con el que logró traspasar todas las fronteras geográficas y artísticas. Ese primer disco, grabado y producido en solitario, del que se cumplieron veintiún años, captó la atención de David Byrne, que la invitó a salir de gira por California, y con el que Juana definió el ADN de su música. Sobre su nuevo trabajo, nos cuenta: “En Segundo está la semilla de todo lo que hice después, aunque sea imperceptible para los demás, ahí está todo. Me tendría que transformar en otra persona para que eso dejara de suceder”.
El álbum doble de aniversariode Musicasión 4 ½, en formato vinilo y con una cuidada edición gráfica con toda una reconstrucción artesanal, ya está disponible en Uruguay. En los próximos meses llegará una versión digital en CD, que incluirá además todo el material excedente. Será una antología enciclopédica. “No queremos quedarnos con nada”, precisa Mario, mientras que Juana agrega: “Todo lo que encontramos tiene que estar disponible”.