23º Festival Internacional de Jazz de Punta del Este
Con el Festival de Jazz creado por Francisco Yobino hace veintitrés años sucede lo mismo que con sellos discográficos como Blue Note o ECM, por tomar uno estadounidense y otro europeo, respectivamente. El producto artístico que aparece bajo esa marca tiene una altísima calidad asegurada, no importa que uno no sepa quién es el músico o el grupo que se apresta a escuchar. Eso pudo comprobarse, una vez más, en el transcurso de los cuatro días que duró el festival en la finca El Sosiego de Punta Ballena.
En su edición 2019 acentuó la tendencia estética que ostenta desde hace varios años: la presencia mayoritaria de músicos pertenecientes a la escena jazzística neoyorquina (la NBA del jazz), que practican el género en “estado puro”, continuando con las tendencias que se han desarrollado luego de la revolución del bebop en los años cuarenta del siglo pasado. En este punto vale detenerse para subrayar la opinión de un referente como Jacques Muyal (productor artístico, coleccionista de jazz y uno de los fundadores del Festival de Montreux) cuando destaca que el festival uruguayo es hoy una excepción en el mundo, en tanto la mayor parte de los festivales más legendarios y conocidos han hecho demasiadas concesiones artísticas en procura de mantener o aumentar la taquilla, por lo que invitan cada vez más a artistas que no pertenecen al ámbito del jazz o que fusionan el género con otros.
Conservando su estructura tradicional, este año el festival presentó por jornada tres conciertos de una hora de duración cada uno: el primero dio inicio a las 20.00, cuando el sol se va recostando sobre la sierra de la Ballena, y el último culminó en torno de la medianoche, cuando la bóveda celeste que oficia de techo muestra su esplendor en materia de constelaciones y otras estrellas. Y también cuando el frío del campo nos hace olvidar que estamos en verano.
Como siempre, el concierto que abre el festival estuvo a cargo de los Amigos del Sosiego, una selección de músicos de Argentina, Brasil y Uruguay que da la bienvenida al grueso de músicos proveniente del norte del continente. Esta vez el repertorio se centró –a manera de homenaje– en las notables composiciones del trompetista Lee Morgan (1938-1972), a cargo de Diego Urcola en trompeta y trombón, Pipi Piazzolla en batería, Popo Romano en contrabajo, David Feldman en piano y Nicolás Mora en guitarra. Lo más destacable: el increíble nivel de Urcola, un instrumentista que se hace presente cada año (integra la banda de Paquito D’Rivera) para dar el feliz testimonio de que un músico puede crecer constantemente en su desempeño técnico y artístico.
El segundo concierto trajo al escenario a una leyenda viviente del jazz: el baterista Al Foster (1944), uno de los músicos que tocaron durante más tiempo junto a Miles Davis. El swing de Foster es a prueba de balas; fue notable ver cómo cuando se sentaba en la batería parecía rejuvenecer y su rostro era dominado por una sonrisa plena. Como si no fuera suficiente su presencia estelar al frente del cuarteto (batería, contrabajo, piano y saxo), el encargado de dibujar las más destacadas líneas melódicas fue nada menos que Chris Potter, quien sin lugar a dudas se convirtió en una de las cumbres del festival. Potter ya había mostrado en sus dos visitas anteriores a El Sosiego lo que era capaz de hacer con sus saxos –tenor y soprano–, pero esta vez su actuación resultó descollante: el impacto al escuchar sus potentes improvisaciones y el sonido brillante de su tenor nos recordaron al gran Michel Brecker, cuya performance aún permanece en la memoria de quienes tuvimos el privilegio de verlo hace ya muchos años en Punta Ballena.
La primera noche se cerró con un artista muy peculiar: el pianista y cantante Johnny O’Neal, que al frente de un trío (al que se sumó el aporte del saxo tenor de Grant Stewart como invitado) inyectó a la jornada inicial una apreciable cuota de divertimento, en tanto Johnny es un auténtico showman. Sus blues, tocados a la manera del jazz, hicieron que el público disfrutara de su capacidad de improvisación tanto en el piano como a través de la voz: por momentos inventaba las letras, y en una oportunidad mostró su notable habilidad para hacer scat, tanto que muchos raperos podrían considerarse niños de pecho si se los comparara con él.
Tanto el cuarteto de Al Foster como el trío de Johnny O’Neil actuaron nuevamente en los días siguientes. Pero el festival tenía otros nombres que no se quedaban atrás. Así, el renombrado pianista Benny Green, que actuó también un par de veces, hizo gala de su precisión y potencia sobre el teclado. Se trata de un instrumentista excelente, pero que en su set del sábado pecó de presentar un repertorio demasiado repetitivo, al que le faltó ese saludable equilibrio que genera intercalar temas rápidos con baladas, por ejemplo.
Otro músico de elite que regresó con gloria al escenario de El Sosiego fue Gary Smulyan, tal vez el mejor saxo barítono del momento. Acompañado por David Wong en contrabajo, Rodney Green en batería y Urcola en trompeta, repasó un repertorio basado en composiciones de Chet Baker y Jerry Mulligan, uno de sus referentes ineludibles y seguramente el más emblemático de los saxos barítonos en la historia del jazz. Los fraseos de Smulyan son admirables; la manera fluida y cadenciosa con que recorre las líneas melódicas causa asombro, sobre todo cuando vemos su pequeña figura recortada en la escena y reparamos en que el instrumento es casi tan grande como el instrumentista que lo ejecuta.
Entre el concierto de Smulyan y el de Benny Green –hablamos del viernes– el público tuvo una sorpresa extra al ver la primera presentación en Uruguay de un pianista y compositor joven que ni los más entendidos en la materia conocían: Aaron Diehl. Tocó con su trío y fue deslumbrante. Desde los primeros compases quedó claro que tenía formación clásica, a la vez de dominar cabalmente el lenguaje del jazz. Impresiona de Diehl sobre todo su touch, por la sutileza, algo que va en paralelo con su extrema elegancia para frasear, el exquisito uso de la dinámica y el perfecto ensamble con sus compañeros; todo al servicio de una expresión profunda, esa impronta inherente a un artista mayor.
Al llegar la cuarta y última jornada del festival, restaban dos shows que estaban reservados justamente para el cierre: la cantante estadounidense Neena Freelon y el combo de Paquito D’Rivera, ícono del latin jazz y director artístico del festival. Pero lamentablemente, el clima no dejó que esta 23ª edición pudiera terminar de la forma en que estaba planificada. Ya en el primer concierto (Aaron Diehl repetía su actuación del viernes) una tormenta cargada de actividad eléctrica agregaba una maravillosa cuota de “efectos especiales” a la escena, al tiempo que hacía temer lo peor. Y así sucedió: el concierto intimista que proponía Neena Freelom –buenísima y bella cantante– acompañada por la guitarra de Chico Pinheiro se vio deslucido por una lluvia que si bien no era intensa corrió a la mayor parte de la platea. Apenas terminado su set, se anunció que, por razones técnicas referidas a la amplificación y a la seguridad de los músicos, habría que esperar media hora para tomar una decisión final, que resultó ser que el concierto restante se llevaría a cabo en el amplio galpón de la finca, reciclado en restaurante, donde almuerzan y cenan los músicos.
Entre tanto, muchísima gente se retiró. Pero para quienes decidieron quedarse, el festival no quedó trunco, ya que pudieron escuchar, en un ámbito más íntimo, la presentación de La música de Chick Corea, a cargo del grupo de Paquito D’Rivera. Y tuvieron un premio extra: una jam session en la que volvió a cantar Freelom. Un final diferente pero inolvidable para los que se atrevieron a ignorar el temporal.
Por lo demás, con o sin este bonus track, el Festival 2019 quedará entre los mejores de los últimos tiempos, lo que es mucho decir.
23º Festival Internacional de Jazz de Punta del Este
Artistas: Benny Green, Al Foster, Johnny O’Neil, Aaron Diehl, Gary Smulyan, Chris Potter, Grant Stewart, Diego Urcola, Neena Freelom, Paquito D’Rivera.
Lugar: Finca El Sosiego, Punta Ballena, Maldonado.