La novela del escritor Oscar Vela (Quito, 1968) tiene como personaje principal a César Gómez Hernández, uno de los 82 tripulantes del Granma, el buque liderado por Fidel Castro que llegó a la costa de Cuba, el 2 de diciembre de 1956 y marcó el inicio de las luchas guerrilleras, que culminarían con el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista y el triunfo de la Revolución Cubana, el 1º de enero de 1959.
Hoy César Gómez Hernández tiene 100 años, pero cuando Vela lo entrevistó por primera vez en el 2014, supo que en la historia de este exguerrillero había material más que suficiente para una novela. Gómez fue parte del “núcleo duro” de Fidel Castro. De hecho, llegó a ser subsecretario del Ministerio de Trabajo de su gobierno y desencantado (¿engañado? ¿traicionado?) por el giro que dio la Revolución Cubana decidió tomar distancia. Pero César Gómez no se considera un traidor.
En una de las entrevistas, le confiesa a Vela: “Los verdaderos traidores fueron ellos que se quedaron con el gobierno, luego de entregarse a los soviéticos”. En otro pasaje, tajante, sostiene: “No, la revolución (cubana) nunca fue socialista, nunca fue comunista. Además todos proveníamos del partido ortodoxo, del partido liberal cubano, y nuestros enemigos principales era el Partido Comunista”. Recuerda además que varios ministros de Batista pertenecían al Partido Comunista Cubano.
El distanciamiento de César Gómez del régimen castrista tuvo como consecuencia su segundo exilio –el primero fue en México obligado por la dictadura de Fulgencio Batista– con destino a Medellín en 1961, donde lo aguardaba su esposa Elena y su hijo de cuatro años.
El escritor ecuatoriano, autor de seis novelas, entre ellas La dimensión de las sombras, Desnuda oscuridad, Yo soy el fuego y Todo es ayer, podría haber utilizado solo el recurso del testimonio del guerrillero. Narrar la historia de César Gómez, sin salir de su zona de confort. Es decir, escribir, una vez más, un testimonio de unos de los protagonistas de la Revolución Cubana. Sin embargo, el autor se planteó el desafío de incluir ficción al testimonio del entrevistado. Ahí es donde radica uno de los puntos fuertes de la novela. Porque la ficción viene de la mano de Ignacio Javier, un periodista cubano que a los nueve años debió exiliarse junto a su madre, luego que su padre, miembro de cuerpo de seguridad de Batista, fuera asesinado por el grupo revolucionario.
Vela plantea entonces la historia de dos familias fracturadas por la persecución y el exilio: la del personaje real César Gómez y desde la ficción de Ignacio Javier. Historia, ficción y periodismo –al final del libro aparecen documentos reales– que logran un justo balance. Se trata pues de algo no menor: entender la historia, o mejor dicho, la revisión histórica de la Revolución Cubana, a partir de la literatura. Porque la variante de esta historia es la ideológica. El autor emplea además el recurso de la metaliteratura, porque el lector sabe que Ignacio Javier está escribiendo un libro sobre el ex revolucionario basado en las entrevistas.
Náufragos en tierra es la historia de los vencidos, de las víctimas, el lado oscuro de un hecho marcado por un halo de misticismo y de héroes impolutos. Y es una gran novela que permite la revisión de la historia desde la literatura.