Efecto Moebius
Fines del siglo XXI. Futuro posapocalíptico. La Tierra ya no es lo que era. La sociedad está regida por la Academia, un consejo de sabios, responsable de mantener el orden y la paz, luego de haber vencido a Idea, que representaba el caos y la subversión. Anaximandro, una joven treinteañera, estudiante de Historia, deberá rendir examen frente al Tribunal –integrado por tres Examinadores– para poder ingresar a la Academia.
Planteadas así las cosas, Bernard Beckett (Nueva Zelanda, 1967) crea en Génesis una historia de ciencia ficción ambientada en un futuro no tan lejano, cuyo leit motiv no es el presente (año 2075), sino el pasado.
Durante las cinco horas que dura el examen, Anaximandro, con la ayuda de su tutor Pericles, deberá responder las preguntas de los Examinadores. El tema central, elegido por la protagonista, es “Vida y época de Adán Forde, 2058-2077”, pero el Tribunal le pide que explique las circunstancias políticas que condujeron a la formación de la República.
Hay una breve introducción de la protagonista, que enumera las causas que llevaron a la destrucción de la antigua civilización: la guerra de Estados Unidos contra “una cultura que no entendía”, la expansión económica, el cambio climático y la reducción de la biodiversidad y, sobre todo, el empobrecimiento del espíritu. Utilizando como nexo las preguntas de los Examinadores, la historia avanza por carriles filosóficos en los que desfilan –además de Pericles, conocido como “el primer ciudadano de Atenas”–, Platón, Aristóteles, Descartes, el Siglo de las Luces, hasta el debate ético-moral en torno a la inteligencia artificial y a la variación genética. Mientras transcurre el examen, en un segundo nivel se sitúa la historia de Adán Forde (no es casual que su nombre remita al primer hombre creado por Dios), quien perteneció al grupo de los Filósofos y es presentado como un personaje díscolo para los intereses de la Academia.
Más allá de que por momentos la trama recuerde a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y 1984, de George Orwell, el acierto de Beckett radica en los diálogos, breves y contundentes, y en la habilidad para situar el pensamiento filosófico griego en un futuro no muy lejano.
Génesis, de Bernard Beckett. Editorial Salamandra, 158 págs. Distribuye Gussi.
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¿El fin de la cultura?
Es que la cultura, en el sentido clásico –léase griega, latina, renacentista–, ha sido suplantada por una ilusión a la que llamamos “cultura popular” o cultura mainstream (de gran público). Es decir, el entretenimiento ha invadido el campo de la cultura, usufructuando su nombre y vaciándolo de contenido. “Las películas de Bollywood, como los conciertos de Shakira, no pretenden durar más que el tiempo de su presentación, y desaparecer para dejar espacios a otros productos, igualmente exitosos y efímeros. La cultura es diversión y lo que no es divertido no es cultura”, sentencia el autor de Conversación en la catedral.
En este ensayo, Vargas Llosa va más allá. Plantea la dicotomía cultura-diversión desde una óptica moral al señalar que su concepción de la actividad literaria es la del creador que enfrenta la realidad y asume una acción cívica junto a ella. Para esto se basa en un ensayo de T.S. Eliot que sostiene que la alta cultura es patrimonio de una elite. Y, al igual que el poeta estadounidense, defiende esta teoría. “La ingenua idea de que, a través de la educación, se puede trasmitir la cultura a la totalidad de la sociedad, está destruyendo la ‘alta cultura’, pues la única manera de conseguir esa democratización universal de la cultura es empobreciéndola, volviéndola cada vez más superficial”.
El conocimiento tampoco es sinónimo de cultura, sigue disparando Vargas Llosa a modo de francotirador. El primero tiene que ver con la evolución de la técnica y las ciencias, mientras que la cultura es “una propensión del espíritu, una sensibilidad y un cultivo de la forma que da sentido y orientación a los conocimientos”.
Acaso sean estas afirmaciones las que enciendan la polémica entre los intelectuales y rechinen a más de un lector. Porque, contrariamente al pensamiento mayoritario, la globalización vía internet, sostiene Vargas Llosa, no democratiza ni multiplica la cultura.
La civilización del espectáculo, de Mario Vargas Llosa, Editorial Alfaguara (reed.), 232 págs. Distribuye Penguin Random House.