En Delmira Agustini. Poesías completas, el uruguayo Alejandro Cáceres,plantea un exhaustivo estudio de la lírica de la poeta, rescatando su vigencia, y la importancia de una de las precursoras del modernismo, sobre todo en su primer libro, que viró luego hacia el ultraísmo oriental,emparentado con el Borges y Norah Lange en la vecina orilla.
“Día fatal de la Nena”. La sentencia, escueta, directa, la escribió Santiago Agustini, en una libreta de apuntes. Era el 6 de julio de 1914 y unas horas antes, su hija Delmira era asesinada por Enrique Job Reyes, su ex esposo y amante, en el apartamento ubicado en Andes 1206. Nada hacía prever -o al menos eso se creía- el desenlace trágico de esa historia de amor. La poeta tenía entonces 27 años y había publicado El libro blanco, Cantos de la mañana y Los cálices vacíos, con una fuerte importa erótica, con los cuales se había ganado el respeto de Leopoldo Lugones y Rubén Darío, entre otros. Hasta aquí, la anécdota es archiconocida, tanto como la imagen de su cuerpo, ya inerte, a los pies de la cama y el de Job Reyes, agonizante, sobre el lecho, publicada un día después en el diario El Día.
El volumen de Alejandro Cáceres, quien además es docente e investigador en la Universidad de Illinois, está dividido en tres áreas,y abarca su vida, seguida de su obra -los tres libros citados más los póstumos El rosario de eros y Los astros del abismo-, y una sección con correspondencia con otros escritores, como es el caso de Miguel de Unamuno, Zum Felde, Rubén Darío, Julio Herrera y Reissig, Roberto de las Carreras y Rafael Barret, entre otros, así como y una serie de documentos, como el parte policial de su muerte, y especialmente una carta de Enrique Job Reyes a su madre donde le anuncia de alguna manera la atrocidad que estaba por cometer. Esta carta, escrita a máquina, resulta impactante porque desliza la duda razonable que lo que se pensó como un asesinato y posterior suicido pudiera tratarse de un “pacto de amor”. Lo que sí es seguro al leer la misiva que no se trataba del acto de un enajenado. También se incluyen fotografías de su niñez, adolescencia, de su hermano Luciano, de sus padres, en la casona familiar de veraneo “Villa María” en Sayago posando al lado de la fuente donde ahora, según muestra la foto actual, hay una verdulería. Mención aparte merece la reproducción de una treintena de cuadros pintados por la poeta que se encuentran en el acervo de la Biblioteca Nacional.