Por Nelson Díaz.
Confesiones de un incrédulo, de Óscar Mariscal (Madrid, 1972), reúne una selección de cartas, artículos y ensayos aparecidos en periódicos y revistas sobre literatura, ciencia, política y filosofía, que ponen al descubierto algunas de las facetas más desconocidas del genial escritor.
Pensemos por un instante en Howard Phillips Lovecraft. Lo primero que se nos viene a la mente son seres etéreos y monstruosos, que viven dentro de las páginas de la serie de relatos los Mitos de Cthulhu, esa deidad bautizada junto a otros seres similares (Yog-Sothoth o Azathoth, entre otros) como los Primigenios o Gran Antiguo. Criaturas mitológicas que habitaron, según la imaginación del gran Howard Phillips, la Tierra mucho antes que los humanos. Dentro de su obra, los Mitos de Cthulhu forman un ciclo literario de horror cósmico comprendido entre 1921 y 1935. De la obra de Lovecraft se ha hablado mucho. De su vida también. Nacido el 20 de agosto de 1890 en la ciudad de Providence, capital de Rhode Island, Estados Unidos, donde falleció el 15 de marzo de 1937, a los 46 años, se ha dicho que era un ser ermitaño, que vivía y era manipulado por su madre, una obsesión con componentes edípicos.
Mariscal, especializado en literatura fantástica y ciencia ficción, y por supuesto del universo lovecraftiano, además de traductor de los textos reunidos, afirma en el prólogo: “Durante años se ha cultivado una imagen de Lovecraft que no tiene nada que ver con el Lovecraft real. Se le ha visto como un recluso, un tipo aislado que apenas interactuaba con su entorno, cuando lo que ocurría era lo contrario. Lovecraft se muestra en todo momento preocupado por lo que lo rodea y en contacto con la realidad, a juzgar por sus sesudos análisis políticos. Fue alguien completamente materialista, que creyó en la ciencia por encima de todo, y que perpetró una cruzada personal contra todo lo inexplicable”.
Con esta advertencia, la lectura de Confesiones de un incrédulo contribuye a derrumbar buena parte de esa imagen oscura y sombría como sus personajes. El autor de El color que cayó del cielo recuerda, desde pequeño, como “un iniciado en los mitos de la Biblia y Papá Noel” y que, años después, disfrutaba de los cuentos de los hermanos Grimm y de Las mil y una noches. En uno de los textos afirma que con sólo seis años ya se interesaba por el pensamiento grecorromano y los mitos helénicos, para luego centrar su curiosidad en la astronomía. El interés precoz por cierto tipo de literatura y lectura puede estar relacionado con la obra y temática que desarrollaría en su vida adulta.
Para los fanáticos de su obra es una buena oportunidad de acercarse a su vida (por cierto, muy modesta en términos económicos) con el agregado de un listado de relatos -organizados por autores como Edgar Allan Poe, Arthur Machen o Lord Dunsany, entre otros- acompañados de una descripción de lo que Lovecraft encontraba interesante en cada uno de ellos, tal vez, como dice Mariscal, con la intención de recopilar tramas y argumentos que le parecían interesantes para sus futuros relatos.