Por Nelson Díaz.
Unos días después de que Fogwill visitara Montevideo en 2010, en el marco del Festival Ñ realizado en el Centro Cultural de España, falleció en Buenos Aires. Era el 21 de agosto, tenía 69 años, y Fowgill a secas –sin el Rodolfo Enrique que lo antecedía– ya se había transformado en un mito en vida.
Sociólogo, docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, exitoso director de empresas de publicidad y marketing, se dio a conocer con Los pichiciegos, novela publicada en 1983 y ambientada en la guerra de las islas Malvinas.
Desde entonces, la figura de Fogwill fue creciendo. A relatos como el notable “Muchacha punk” y novelas como Vivir afuera y La experiencia sensible se les sumó una lengua filosa, un humor corrosivo y una lucidez crítica (contra los militares, la democracia, el peronismo y otros íconos argentinos) que lo elevaron a la categoría de enfant terrible de las letras argentinas. Tras su muerte, su hija, la actriz y cineasta Vera Fogwill, se encargó de ordenar y clasificar el disco duro de la notebook del escritor.
Ahora la edición de La introducción (Alfaguara) viene acompañada de dos noticias antagónicas. La buena es, obviamente, el placer de leer otra vez un libro nuevo del argentino. La mala es que no habrá más Fogwill. Su hija ha dejado claro que no queda material inédito. Ante esto, que de alguna manera nos predispone como lectores, sabedores de que la nouvelle –de menos de 130 páginas– es la despedida. Acaso entonces, con esa predisposición, La introducción se presenta como una novela crepuscular. Al comienzo, un hombre viaja en ómnibus y en taxi (para bajar el costo del traslado) hasta el barrio Nuevo Flores dos veces por semana a un complejo deportivo, Las Termas de Flores, a ejercitarse, sobre todo nadando, y a descansar.
Ese ojo clínico que Fogwill supo desarrollar en varios de sus libros aparece desde el comienzo, con el viaje en ómnibus, cuando el personaje se entretiene en mirar las nucas de los pasajeros, intentado inmiscuirse, bucear en sus pensamientos, A partir de la llegada al complejo deportivo, ese ojo clínico cambia el ángulo de lo que percibe, y aparece una detallada descripción de los ejercicios físicos de rutina de los cuerpos de una clase social media alta y alta que poco sabe (o no le importa) lo que ocurre en la llanura.
El cuerpo, el cuidado del cuerpo, pasa a ser un tema excluyente. Perpetuar la apariencia joven es casi una metáfora de perpetuarse en el poder, o algo cercano a él. El personaje, a lo largo de la novela, repite que va a Las Termas “para eludir cualquier pensamiento”. Para suerte de los lectores, no deja de pensar y diseccionar ciertos comportamientos sociales.