Por Nelson Díaz.
El 17 de junio de 1816, en Villa Diodati, en Ginebra, Lord Byron y sus invitados –su médico y secretario Polidori y los Shelley, Percy B. y su esposa Mary– se desafiaron a escribir cada uno una historia de terror. En aquella velada, que se conoce como “la noche de los monstruos”, nació el Frankenstein de Mary Shelley, y también El vampiro de Polidori.
Emanuel Carrère (París, 1957) es uno de los escritores más prolíferos de Francia. Autor de Limónov y El Reino, entre otras novelas, en Bravura parte de un hecho real, como en muchos de sus libros, que debe ser una las escenas más conocidas y comentadas de la literatura universal.
De los cuatro personajes, Carrère se centra en el menos ilustre: John William Polidori, aspirante a escritor, que vivió su corta vida – se suicidó con ácido prúsico a los 28 años– a la sombra del gran Lord Byron.
La novela comienza cinco años después de aquella trágica noche (para el destino de Polidori), cuando el médico, adicto al láudano que le proporciona una joven prostituta llamada Teresa, se encuentra al borde del suicidio y carcomido por el resentimiento porque cree que Byron se ha apropiado de El vampiro y considera que Shelley le ha robado una idea para escribir Frankenstein.
El título, Bravura, hace referencia a una expresión francesa, un morceau de bravoure, que designa aquel fragmento de una obra en la que el creador despliega todo su virtuosismo. Y la novela es precisamente eso: una exploración de los mecanismos de la narración, una sugestiva indagación en el papel del escritor y también del lector, y sobre todo una propuesta literaria de una inventiva torrencial, que deslumbra y atrapa.