Historias que quedan para siempre.
Por Eldys Baratute.
En un mundo en donde se legitiman palabras como “postverdad” o “fake news”, en donde las redes sociales ponderan sucesos banales y solapan otros más importantes, en donde la industria del entretenimiento produce, desecha, vuelve a producir, desecha otra vez, todo en milésimas de segundo, un mundo en donde lo artificial sustituye a lo natural, es sumamente arriesgado escribir un testimonio. Escribirlo no, porque el acto de la escritura es personal. Arriesgado es publicarlo, socializar eso que primero viviste, esa verdad que nace de sucesos concretos, personales o colectivos, pero de los que definitivamente fuiste parte. Esa verdad que al ser publicada deja de ser tuya para ser de varios.
Pudiese pensarse que el testimonio es un género demodé, que nadie los lee, que aburre, pero Fernando Cirillo Vázquez y Doble Clic Editoras apuestan por lo contrario.
En Historias no contadas de un veterinario de zoológico, Fernando resume algunos de los pasajes más relevantes para él, desde 1984, cuando ingresó al zoológico como estudiante, hasta el 2020, cuando culminó allí su carrera profesional. Treinta y seis años dedicados al cuidado y atención de los animales de un lugar emblemático para Montevideo.
Ser practicante, veterinario, jefe de Servicio Veterinario y más tarde director, le propició sin dudas el acercamiento, no solo a algunos de los sucesos más importantes que ocurrieron en esos años, sino que le permitió establecer un vínculo emocional con trabajadores, los propios animales e incluso las piedras, las baldosas, las paredes de concreto de un sitio que, según se respira en la escritura, también llegó a ser su casa.
Pero el testimonio no solo se alimenta de esa verdad innegable, si es literatura, tiene que transmitir emoción, tiene que ser escrito con la musicalidad de la poesía, con la corrección de la narrativa, con el criterio personal del ensayo. Y por suerte para los lectores, en este libro se combinan todos esos elementos.
Jirafas, tucanes, osos, lobos marinos, chimpancés, jaguares, elefantes y otros animales saltan de las páginas para guiarnos por los caminos del Zoológico de Villa Dolores. Con cada anécdota, el lector va construyendo las propias, aquellas que pudiera recordar o simplemente lo que quisiera experimentar en un sitio que es de visita obligada para la familia.
Más que Historias no contadas…, yo lo hubiese nombrado Guía de obligada lectura para entrar al zoológico. Es distinto el recorrido cuando conoces a Clementina, a Lucero, a Yoti. Cuando sientes su presencia en espacios que ya no les pertenecen, pero que de cierta forma dejaron su espíritu en un sitio que también fue de ellos.
El autor, testimoniante, logra que el espíritu de esos animales, eternizados en las páginas del libro, se mantenga vivo.
También el testimonio es una forma de hacer historia. De contribuir desde un microespacio con la historia más grande, la historia de la República Oriental del Uruguay. Nunca se podrá hablar de Montevideo sin esas anécdotas que, gracias a Cirillo Vázquez, permanecerán en los lectores, no importa la edad que tengan.