Mentime que me gusta
Falsas identidades de Neil Bissoondath (Trinidad y Tobago, 1955) tiene como eje argumental a la mentira -no la esporádica, sino la sistemática- que nace a partir de la construcción de falsas identidades con el fin de lograr la aceptación social y el éxito económico.
En 1995, Jaques Derrida brindó una conferencia en Buenos Aires a la que tituló “Historia de la mentira”, que sería reunida posteriormente en el volumen Derrida en castellano. En su exposición, el filósofo francés señalaba que “mentir es querer engañar al otro, y a veces aun diciendo la verdad. Se puede decir lo falso sin mentir, pero también se puede decir la verdad con la intención de engañar, es decir mintiendo. Pero no se miente si se cree en lo que se dice, aun cuando sea falso. Al declarar que cualquiera que enuncie un hecho que le parezca digno de ser creído o que en su opinión sea verdadero, no miente, aunque el hecho sea falso”.
La digresión viene al caso porque Alec, uno de los protagonistas, es un joven atractivo y delicado que, desde pequeño, era visto por sus padres como alguien proclive hacia actividades “de nena”. A los diez años, su madre lo anotó en el conservatorio de música porque tenía “manos de pianista”. Unos años después, su padre “al notar que tenía un cuerpo esbelto como el de su madre” lo incentivó a que que practicara salto de altura en el colegio. Terminó con un hombro dislocado. Así se formó la psiquis de Alec. Entre la identidad que intentaban imponerle sus progenitores y su dos vocaciones: los autos antiguos y la decoración de interiores. La muerte abrupta de sus padres en un accidente de tránsito y la posterior venta del inmueble familiar, le impondrá al joven salir a ganarse la vida.
Decide entonces convertirse en decorador de interiores y pronto descubre que sólo simulando ser gay se la respetará en ese oficio. Así crea su impostura y una falsa identidad para poder triunfar. Las cosas ruedan bien para Alec hasta que se cruza en su camino Sue, una bella joven india, que vive en su familia apegada a las tradiciones de su país, y por la que se siente inmediatamente atraído. En realidad, Sue se llama Sumintra y también se ha construido una identidad falsa, la de chica moderna y liberal, para ganarse la simpatía y la amistad de los “chicos de Occidente”.
Hasta aquí podría tratarse de una simple historia de dos personas que encarnan lo que no son, pero el autor plantea al asunto desde otra perspectiva. ¿Hasta qué punto somos capaces de mantener una mentira (en este caso la de gay) para conservar el éxito económico y social, o renunciar a ella (contarle la verdad a Sue) y perder todo. ¿Hasta qué punto podemos ocultar lo que sentimos bajo el manto de la ambición?
Neil Bissoondath tiene una prosa magnética y precisa, y demuestra en esta novela de casi doscientas páginas, que es un hábil constructor de historias, capaz de levantar dos personajes plenos, cada uno en una parte diferenciada de la novela, para luego unirlos en la tercera y última de ellas.