Por Nelson Díaz.
“Los niños y los adolescentes son muy exigentes en sus lecturas”.
Autora de más de cuarenta libros, dramaturga, actriz y música, Helen Velando (Montevideo, 1961) es uno de los principales referentes de literatura para niños y adolescentes. En la entrevista con Dossier se refirió a su proceso de escritura y al respeto y dedicación que se debe tener por el público “no adulto”.
En varios pasajes de la conversación, Helen se refiere a los oficios que debió transitar y a las inquietudes artísticas que, desde su primer libro, Las increíbles historias de Súperma-pupu, una pulga diferente, publicado en 1993, la llevaron a escribir sin parar. Contar y compartir historias se transformó en su principal actividad placentera. Por eso, resalta la importancia y seriedad con que encara la escritura para niños y adolescentes, tomando distancia de quienes consideran al género como “literatura menor”. Así es que señala la importancia de “no darle el lenguaje totalmente digerido porque sea niño o adolescente”.
Fuiste música en una banda de blues, estudiaste teatro, títeres y como actriz obtuviste el premio Florencio 1993 en el rubro infantil. ¿Esto fue parte del “aprendizaje” para convertirte en escritora o esa vocación estaba latente?
Somos de todo un poco. Soy música, me gusta componer, cantar, toco la guitarra de oído y, a pesar de todo, logré armar una banda de blues, o de algo parecido. Estaba rodeada de excelentes músicos que disimulaban mis limitaciones en la guitarra. Pero como soy uruguaya, tuve la oportunidad de trabajar desde los diecisiete años en muchas cosas, vendí libros puerta a puerta, hice encuestas, tejí, trabajé como administrativa en un hotel, tuve un grupo de títeres con el que animaba fiestas infantiles y hasta vendí y diseñé ropa. Y también, en paralelo, iba estudiando. Ya quinto y sexto de bachillerato los cursé en el nocturno porque trabajaba durante el día. Creo que en cada uno de esos trabajos aprendí muchas cosas y las aproveché, son parte de lo que me llevó a formarme. La vocación está en todo lo que viví: para vender tenés que actuar un poco; para escribir necesitás ser organizado como una persona que trabaja como administrativa; y para todo lo demás tenés que crear, inventar, imaginar. Así que todo sumó, además de que pude estudiar y sacar partido de cada cosa que me enseñaban. En el curso de teatro y títeres aprendí algo de dramaturgia y también música. En el liceo, idioma español y literatura. Me gané algunos premios Florencio, no solo el de actriz de rubro infantil, un par más como mejor texto de autor nacional por dos adaptaciones de mis libros, Cuentos de otras lunas y Detectives en el Parque Rodó, y otro con El fantasma de Canterville. Esa fue una linda locura que escribimos y dirigimos junto con mi amiga Raquel Diana. Recuerdo a un crítico que dijo no entender qué relación tenía con Óscar Wilde, y no, no tenía ninguna, estaba basada toda la obra en un tema de Charly García y Nito Mestre. Armamos una obra con base en los temas de Sui Géneris y nos llevamos el Florencio a mejor espectáculo musical en 1997. Creo que con todo esto fui juntando experiencias, al menos es como lo siento.
Abandonaste la Facultad de Derecho en tercer año. ¿Fue cuando te diste cuenta que tu vocación era el arte?
Abandonar una carrera no es sencillo. Al menos para mí no lo fue, pero antes de llegar a esa etapa pasaron muchas cosas. Entré a la facultad porque quería, como uno de mis personajes, Súper Pocha, luchar por la justicia, y la abogacía me pareció apropiada. Eso fue en 1981. Había que dar examen de ingreso, lo salvé y entré. El primer año me invitaron a formar parte de la murga de la facultad, era una época muy movida, estábamos en dictadura y la murga No hay Derecho era una forma de decir cosas que no se podían decir. Pasaron tres años y fui salvando exámenes, pero me daba cuenta que era más feliz cantando en la murga que estudiando Contratos o Procesal. Es que la realidad de la lucha por la justicia no era como yo fantaseaba, y entendí que no iba a ser una buena abogada porque no estaba sintiéndome plenamente feliz con lo que hacía. Recién allí me cuestioné dejar la carrera. Me había casado en 1982 y estábamos en 1984 cuando quedé embarazada de mi primer hijo, entonces me decidí a dejar abogacía y en 1985 empecé la escuela de teatro y títeres de El Galpón, que había abierto cursos. Mi hijo tenía seis meses cuando empezaron las clases. Cursé dos años y después me integré al elenco. Mucho después empecé a escribir teatro para títeres y luego dramaturgia en general. Después incursioné en la actuación, en la música, debuté como actriz de la mano de un grande, Jorge Esmoris, y la antimurga BCG (además podía cantar), eso fue en el 92. En el 95 me ofrecieron dirigir, y actué y dirigí Los Championes, obra de títeres y actores para niños preescolares. Estuve trece años en la institución y trabajé en obras con otros directores fuera de El Galpón. En 1998, empecé a trabajar en un canal de TV como libretista de programas de humor (Plop, El teléfono, Guau) y junto con mi otro trabajo de maestra de teatro y música en un colegio, más dos hijos, tuve que elegir y dejé de pertenecer al elenco. Allí nació la banda La Trapecista y bajó la intensidad del teatro, además ya había escrito mi cuarto libro. Pero sigo siendo un poco de todo lo que aprendí.
Muchos de tus libros se han convertido en clásicos para los niños y varios recibieron premios y distinciones: Detectives en el Parque Rodó, Misterio en el Cabo Polonio, Fantasmas en la Sierra de las Ánimas, la serie de Los Cazaventura, Súper Pocha… ¿Cuál de los personajes es tu preferido?
Tengo publicados 41 libros, se me hace difícil elegir un personaje, aunque hay algunos que se me hacen muy queridos. Súper Pocha es uno de ellos, porque es una señora común, es madre de dos hijos que están en la escuela, Matías y Laurita, está casada con Alejandro, el gordo, como lo llama cariñosamente, quien tiene un taller mecánico, ella trabaja en su casa haciendo servicios para fiestas y además tiene un perro, Rodríguez, fiel compañero, aunque le ceba el mate frío. Ocupándose de todo eso, es también una superheroína y sale a luchar por la justicia; eso sí, conservando sus identidades secretas, ella y el perro. Esos son los verdaderos superhéroes, los de todos los días, los que trabajan, cuidan a sus hijos, a su familia, a sus amigos, y además luchan por un mundo mejor. Les advierto que siempre conservan sus identidades secretas, eso sí, algunos se hacen pasar por escritores, docentes e incluso por periodistas, y esto no lo digo por Súperman, porque ese laburaba en el diario El Planeta, pero no era terrestre, era de Kriptón, que parece que es un planeta de acá a la vuelta.
Y el otro personaje especial es Noiré, la trapecista solitaria. Creo que en la vida nada es casualidad, en todo caso es causalidad. Por el 94 yo tomaba un ómnibus todos los días para ir a buscar a mis hijos a la escuela, y ese bus tenía un parada frente al estadio Franzzini, allí había escrito un grafiti que decía “Trapecista solitaria busca ángel” y firmaba “Noiré”. Eso me pareció una especie de aviso clasificado de alguien que estaba muy sola y necesitaba un ángel. Pensé en un ángel de la guarda que la cuidara para dar el mejor de sus saltos mortales sin red. Así nació, de tanto verlo todos los días, una novela en mi cabeza; sin embargo, llegaron primero las letras de las canciones y se armó la banda que llevaba ese nombre: La Trapecista. Terminé la novela en el 98, y nunca se publicó, era para adultos. Pero ese personaje renació y se convirtió en una trilogía de realismo mágico. Tiene algunas frases que me conmueven, porque es un personaje que cae desde lo más alto de la carpa del circo dando un salto mortal, nadie la ataja y se rompe toda, luego tiene que ir rehaciéndose de a poco para volver a confiar y ser de nuevo trapecista. Algunas de esas frases son: la verdadera red que nos sostiene cuando caemos es la que tejen todos aquellos que nos quieren; no es conveniente guardarse las lágrimas porque terminan oxidando el alma; voy a amarte hasta el último día de mi vida y desde el primer día de mi muerte. Noiré es un personaje que admiro por su resiliencia, es decir por su capacidad de ver siempre el vaso medio lleno.
Tus historias están ambientadas en lugares geográficos muy reconocibles. ¿Eso es necesario para que los lectores identifiquen su país? ¿Es también parte de tu experiencia haber vivido o visitado esos lugares?
Algunas de mis historias están ambientadas en lugares de nuestro país, otras no. Escribo de todo un poco, desde ciencia ficción hasta realismo mágico o humor absurdo, para los más chiquitos y para adolescentes. Pero sí hay una parte de aventuras situada en Uruguay y otras en América. Cuando escribí Detectives en el Parque Rodó, que fue mi cuarto libro editado, me había separado y vivía cerca del Cementerio Central, en unas torres altísimas en la rambla casi Paraguay. Uno de los paseos predilectos con mis hijos era ir a tirarnos en cartones por las canteras del Parque Rodó. De allí nació el lugar geográfico en donde transcurre la novela. Luego escribí Detectives en el Cementerio Central, que estaba pegado al edificio en donde vivía. Los demás lugares los conocí por irme de vacaciones, por ejemplo cuando trabajaba en el canal tenía unos días de licencia y quería irme a donde no hubiera televisores, y me fui al Polonio porque no hay electricidad. Después terminé escribiendo una novela. También está la gente que voy conociendo, a lo largo del año recorro el país –a veces otros países– dando charlas como escritora. Y en muchos lugares se me acerca la gente –no solo niños– y me cuenta historias del lugar que pueden inspirarme para un libro. Tengo una fuente inagotable de historias que suceden en lugares de nuestro país y lo que no tengo es tiempo para escribirlas todas, aunque las voy guardando. Además, las personas que se acercan a veces son gente del campo que me cuentan cosas que les pasaron cuando eran chicos, o que les contaron sus abuelos. Son todas fuentes inspiradoras de una gran riqueza. Si además el libro te mueve a visitar el lugar, como lo hacen algunos colegios y liceos, y ver que los parajes existen y eso los estimula a leer, me siento agradecida y feliz. Los docentes de nuestro país hacen un gran trabajo difundiéndolos, si les sirve de apoyo para la enseñanza, doblemente satisfecha. Ahora bien, yo escribo para leer por placer, no en forma didáctica. En todo caso fue una consecuencia de las novelas.
¿Cómo surgió y en qué momento te diste cuenta de que, tras escribir Secretos en la posada vieja, había una trilogía latente que incluyó después La isla de los vientos prohibidos y La trapecista solitaria?
Te conté que hubo una novela, Trapecista solitaria busca ángel, la del grafiti, y luego vino la banda. Mucho tiempo después, en 2011, se me rompió el disco duro de la computadora y perdí una novela entera; ocho meses de trabajo. No se salvó ni uno de los respaldos y no se pudo recuperar. Tenía plazo en la editorial para entregar en diciembre y la novela salía en mayo. Mucha gente depende de tu trabajo y tuve que decirles lo que me había ocurrido. Pedí una prórroga y debía ponerme a escribir otra vez en enero. Pensé mucho y me acordé de aquella novela. Me dije “voy a escribir algo distinto a lo que perdí, no puedo reescribir lo mismo, no me da la cabeza”. Y me decidí a probar con un género que me gustó desde que leí La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada,de Gabriel García Márquez: el realismo mágico. Así nació ese primer libro de la trilogía, por la pérdida de otro. Ese libro se tenía que perder para que pudiera nacer algo nuevo. Decidí tratar tres temas: los sueños, ¿qué pasa con ellos con el paso del tiempo?; ¿cuánto cuesta salir del lugar conocido y hacer cambios?, y la resiliencia, el volver a empezar y recuperarse de una pérdida. Sin darme cuenta, tenía el tema de tres novelas.
La temática del primero de los títulos habla de lo que ocurre con nuestros sueños a medida que envejecemos. ¿Cuánta importancia le das a los sueños a la hora de crear y cuánto te preocupa el paso del tiempo?
Los sueños mueven el alma de la gente, del ser humano. No importa si son grandes sueños o pequeños, son el combustible del alma. Sin sueños las personas se marchitan, no crecen, no florecen y no dan frutos, que a su vez comienzan a gestar otros sueños. Es como una gran cadena de sucesos. No importa lo que sueñes, importa darle un sentido a tu vida, y para eso los sueños son fabulosos. Puede ser algo tan simple como conocer el mar o querer contar cuántas gotas caben en él, como le ocurre a Marcelius Petravecchia, el personaje principal de Secretos en la posada vieja; o perseguir mariposas, adilarias púrpura, como le ocurre a Rogelio Pinkerton, otro de los personajes del libro. Lo que importa es despertar con ganas de hacer cosas nuevas, prepararse un mate, ver el amanecer, bailar bajo la lluvia o acariciar el pasto con rocío. A la hora de crear es un gran recurso, me imagino mil historias, se me ocurren sin querer y me pongo a fantasear con algo, a veces termina siendo el principio de una novela o de un libro de cuentos, o de un poema, o de una canción, no se sabe.
En cuanto al paso del tiempo no es algo que me preocupe demasiado, se puede soñar hasta el último aliento, me daría miedo no tener sueños. La entropía nos toca a todos, envejecer, morir, renacer, lo que me preocupa es qué hago con el tiempo que tengo. Trato de vivir el presente, cada momento como si fuera el último, aprovechar cada instante, a veces lo logro, a veces no. ¡No soy una superada! Un día leí una reflexión que decía algo así como: el pasado ya es historia, el futuro es incierto, lo único que tenemos es el presente, un regalo que abrimos todos los días. Alguien me dijo después que lo había escuchado en la película de Kung Fu Panda [ríe]. Como entiendo el mundo como cuántico, es decir en donde estamos todos conectados porque básicamente somos energía, me gusta aquel postulado de Lavoisier y su ley de la conservación de la energía: “En el Universo nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”. Así que para mí la muerte es transformarse en otra cosa, la muerte física ocurre, la energía sigue de otro modo. Esto es muy personal. En esta vida tuve la fortuna de ver y hacer muchas cosas, fui a un recital de los Rolling Stones, pude ver el Cirque du Soleil, a BB King, a Eric Clapton y hasta a Roger Waters. Pero también tengo una familia y una nieta divina, con la que espero que podamos ir a ver a Ed Sheeran [ríe]. Hice surf, snorkel, trepé montañas, me bañé en un cenote, caminé sobre un campo de géiseres y crucé la selva en bicicleta. Solo puedo agradecer por todos los sueños que se cumplieron y los que se pueden cumplir.
Porque el paso del tiempo produce cambios, y a eso te referís en La isla de los vientos prohibidos.
En ese libro, particularmente, me propuse hablar de la necesidad de salir de los lugares conocidos, aun si son cómodos, aunque no nos hagan felices, Por eso elegí una isla tan remota y de tan difícil acceso y salida. Sentía que a menudo quedarse en una zona de confort es preferible a cambiar por algo que puede ser mucho mejor pero que requiere arriesgarse. Conozco a muchos que prefieren malo pero conocido. Lo puse en una de mis canciones. El salirse de la zona y luchar por un nuevo sueño aunque lleve a lugares desconocidos tiene sus ventajas, aunque suponga enfrentarse a los miedos. De eso hablé en el libro, de una isla en donde todo es previsible, los vientos soplan en determinadas direcciones en determinado momento, son un poco molestos, pero son conocidos. Por eso, la gente prefiere vivir asilada en su isla, sin arriesgarse a cruzar el mar tormentoso y adentrarse en territorios y parajes desconocidos, por más hermosos que pudieran ser. A veces no cambiar nos cuesta la vida, aquello de marchitarse.
Escribir literatura para niños y adolescentes supone un cuidado especial en la utilización del lenguaje y sus códigos. ¿Cómo trabajás esa materia prima a la hora de escribir? ¿Cómo es tu proceso creativo?
En primer lugar, el idioma español es un código de comunicación maravilloso, por lo tanto trato de preservarlo y respetarlo. Dedicarse a escribir supone cumplir con ciertos cuidados, tener en cuenta que no es lo mismo que el idioma español en forma oral, que tiene otros recursos –la voz, la modulación, la gestualidad–, en este código escrito tiene que estar todo dicho con palabras, con signos, con formas más precisas. Esto lo hablamos mucho con los chiquilines cuando doy las charlas. Un verbo no es igual a otro. Cuando escribo tengo que pensar realmente qué quiero decir, y cuando leo, no tengo al escritor a mi lado para que me explique en forma oral qué quiso decir con una metáfora, tiene que estar explicitado en las letras, en las formas. Yo no estudié Letras, por lo tanto, mi formación fue la escolar y liceal, y luego la de la dramaturgia. Por otro lado, leer mucho ayuda. Al empezar a escribir tuve la suerte de dar con una gran correctora que me sugirió tomar clases de idioma español para dominar el lenguaje y no que el leguaje me dominara. Aclaro que todavía no lo he logrado. Recuerdo que me dijo que si era capaz de escribir una novela con esos conocimientos, qué podría llegar a lograr si tenía las herramientas adecuadas. Así que cuando empecé la serie Los Cazaventura, paralelamente tomé clases de idioma español. Eso me permitió reflexionar sobre el lenguaje y sigo leyendo a maestros y maestras del idioma que siempre me aportan cosas nuevas. Álex Grijelmo es uno de mis favoritos.
Al momento de escribir trato de no subestimar nunca al lector, no darle el lenguaje totalmente digerido porque sea niño o adolescente, si hay palabras que no entiende, quizás tenga que recurrir al diccionario, una cosa es usar un lenguaje sencillo otra es empobrecerlo. Cuando me pongo a planear un libro primero pienso en el tema y de qué forma lo trataría mejor, si en cuentos o en novela. Luego viene el trabajo sobre los personajes, que por el teatro se me hace conocido, es decir saber todo de quienes van a contar la historia: nombre, gustos, miedos, de dónde proviene, quiénes fueron sus padres, cómo fue su niñez, sus características físicas y emocionales. Eso me da un sustento a la hora de escribir, aunque esa información luego no llegue al libro, eso lo hace un personaje creíble. Después de armar la trama, solo me queda escribir el contenido y ya está. Aclaro que utilizo mucho el diálogo por provenir del teatro y mis ingredientes siempre incluyen música y humor, porque creo que son formas de comunicación muy valiosas. Es muy importante lo que me preguntás, es muy delicado escribir para esa franja etaria, el adulto ya está formado, los niños y los adolescentes están en proceso de crecimiento y desarrollo, por eso busco ser cuidadosa y respetuosa a la hora de escribir. Es genial, porque muchas veces me han preguntado para cuándo un libro para adultos. Y yo respondo que soy escritora, los temas pueden ser más interesantes para un niño o para un adolescente, pero puede leerlo cualquiera. En cambio, nunca escuché que a un autor para adultos le preguntaran para cuándo el libro para niños. Es cierto que los niños y los adolescentes son muy exigentes, si no les gusta lo que están leyendo, lo dejan y no hay forma de que lo sigan. A lo mejor eso asusta un poco. A mí me encanta ese desafío.
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RECUADRO 1
Una carrera
Consignar todos los libros escritos por Helen Velando sería una tarea casi ciclópea si tenemos en cuenta que lleva publicado 41 libros, además de las reediciones. Lo que sigue es un resumen de algunos de sus títulos, así como de los premios y reconocimientos obtenidos.
Las increíbles historias de Superma-pupu, una pulga diferente (1993); Una pulga interplanetaria (1995); Cuentos de otras lunas (1996); Detectives en el Parque Rodó (1999); Misterio en el Cabo Polonio (2001); Detectives en el Cementerio Central (2002); Fantasmas en la Sierra de las Ánimas (2002); Los Cazaventura y el camino perdido de los Andes (2003); Los Cazaventura y el río escondido de la Amazonia (2004); Memorias de una gripe (2005); Los Cazaventura y el secreto de Yucatán (2005); Radio Pirata (2005); Piratas en el Santa Lucía (2006); Los Cazaventura y el tesoro de las Guayanas (2006); Los Cazaventura y las momias de Atacama (2007); Las aventuras de Súper Pocha (2007); Súper Pocha de vacaciones (2008); Una pulga en la Edad Media (2009); Súper Pocha, Merengue y Chachachá (2010); Súper Pocha contra la niebla tenebrosa (2011); El diario olvidado de un Cazaventura (2011); Súper Pocha Amor y paz (2012); Secretos en la posada vieja (2012); El dragón culpón (2014); El secreto de los Bichimagos (2014); El gran Circo Desprolijo (2015); La isla de los vientos prohibidos (2015); La trapecista solitaria (2016); Atrapasueños (2016); Dragones en el Río Negro (2017); Vandalia. La nave de los mundos perdidos (2018); En mi escuela pasan cosas raras y otros cuentos (2018); Esta escuela está embrujada y otros cuentos que dan miedo (2019); Súper Pocha, tierra adentro (2019) y Una escuela emocionante y otros cuentos escondidos (2019).
Entre los premios obtenidos se destacan el Florencio Sánchez 1993 a mejor actriz en el rubro infantil; Florencio Sánchez a mejor espectáculo musical por El fantasma de Canterville (1997); Premio Hidalgo Revelación (2001), otorgado por la Cámara Uruguaya del Libro; Premio Libro de Oro al texto de autor nacional para niños por Cuentos de otras lunas (1999); Premio Bartolomé 2002 por Misterio en el Cabo Polonio y por Detectives en el Parque Rodó, este último también recibió el premio a mejor texto de autor nacional para niños; Premio Libro de Oro 2003 por Detectives en el Cementerio Central y por Fantasma en la Sierra de las Ánimas; Premio Bartolomé Hidalgo 2003 en la categoría Literatura Infantil y Juvenil; Premio Libro de Oro 2004 por Los Cazaventura y el camino perdido de los Andes; Premio Libro de Oro 2005 por Los Cazaventura y el río escondido de la Amazonia, y Premio Libro de Oro 2006 por Los Cazaventura y el secreto de Yucatán.