Secretos familiares
Selva Almada (Villa Elisa, Entre Ríos, 1973) es una de las escritoras argentinas -junto a Mariana Enriquez y Samanta Schweblin- más reconocidas y con proyección internacional. Su libro de no ficción Chicas muertas, publicado en 2014, narraba, y denunciaba, a través de una voz que reconstruía tres crímenes de mujeres muy jóvenes. Esa reconstrucción permitía al lector reflexionar acerca de un tema actual y doloroso: la violencia de género. María Luisa Quevedo de 15 años, Andrea Danne de 19 y Sarita Mundín de 20 son asesinadas solo por ser mujeres. El abuso, el desprecio, la misoginia recorrían los capítulos de Chicas muertas.
En El viento que arrasa (Editorial Mardulce), considerada una “road movie estática” y por la ganó el First Book Award, premio votado por lectores, la historia transcurre en dos espacios: un taller (y la sensación de claustrofobia que conlleva) y todo lo que hay fuera de él. Pero pasemos a los personajes. El reverendo Pearson y su hija Leni son dos nómadas que recorren la Argentina en su furgoneta. El azar quiere que se queden tirados en medio de la carretera y que terminen en el taller de Brauer y su hijo Tapioca.
El encuentro casual de estos cuatro personajes es utilizado por la autora entrerriana para analizar los desencuentros que han sucedido en el pasado de ambas familias totalmente desestructuradas. En el caso de Pearson y Leni, descubrimos que Pearson abandonó a su mujer. En el caso de Brauer y Tapioca, que fue la madre de Tapioca quien le dejó en brazos de un padre que él no reconoce como tal: Brauer no ha tenido valor para contarle al muchacho que en realidad él es su padre biológico y que debido a ello su madre lo dejó con él.
Selva Almada, con una economía de escenarios y personajes, logra adentrarse en las relaciones humanas, en sus mentiras, sus miserias, en los secretos que se ocultan, en el pasado que suele emerger, siempre doloroso, para recordarnos que no es posible huir.