Por Matías Castro.
“¿Quién es Maco?”, podría preguntarse un lector ajeno al mundo de la historieta uruguaya. Es el seudónimo de María Concepción Algorta, dibujante nacida y criada en Flores. Pero ese es el dato que importa un poco menos. Lo importante es que Maco se ha convertido en una de las creadoras más personales de historieta en el Río de la Plata, gracias a una producción constante que sigue sus propias reglas y reflexiones.
El rasgo característico de su obra consiste en que casi siempre se dibuja a sí misma como narradora y comentarista (a veces, también, protagonista) de la historia, junto a un ratoncito llamado Máximo. Esto acerca las temáticas e ideas plasmadas en papel a su propio mundo y le permite jugar con la diagramación de páginas y el flujo de la lectura de incontables maneras.
Probablemente, Maco sea la artista del medio que más ha indagado en la historieta como forma narrativa y vehículo de expresión personal. Con su trazo simple y la simpatía de sus personajes, ha convertido la historieta en arte. Otro de los rasgos particulares de su trabajo es que está mayormente publicado en su blog y disperso en varias revistas mensuales y en algunos libros. El más reciente de ellos se llama Dinosaurios y fue publicado por la editorial argentina Maten al Mensajero.
Maco nació en 1987 y vivió en Flores hasta que, a los diecisiete años, su familia se mudó a Montevideo. “En Flores no comprábamos historietas ‒recuerda‒, solo me llegaban algunas de Tintín y los libros de Wally desde Montevideo. En verano, cuando nos íbamos a Punta del Diablo, pedía cinco pesos y me compraba una Patoruzito o una del Pato Donald en el quiosco de Mabel”.
La mención del quiosco y su dueña no es casual, porque sintoniza con la línea de su trabajo que apela a la autobiografía y a la reconstrucción de la memoria. “En Flores mi madre me mandó a un taller de plástica que se llamaba Garabatos. Yo me ponía a dibujar, pero había otros niños que los mandaban ahí para que estuvieran entretenidos, entonces se pasaban corriendo y me sacudían la mesa. Recuerdo que quería dibujar tranquila y por eso dejé de ir. Sin embargo, mamá asegura que lo dejé porque no me gustaba que me dijeran qué tenía que dibujar”.
Ambas explicaciones pueden tener una cuota de verdad. Maco trabaja a su manera y tranquila, en el estudio que tiene junto a su pareja, el artista Ca_teter (Jorge Mato). Además, salvo unas pocas excepciones, ha sido ella quien ha decidido qué historietas hacer y qué temas elegir.
En su obra juega mucho con los espacios físicos, las arquitecturas y también con la estructura de los cuadros en la página. Hay una cuota importante de elaboración conceptual. Ese conocimiento sobre perspectiva, dimensiones y profundidades lo formalizó durante sus años en la Facultad de Arquitectura, aunque intuitivamente lo manejaba desde antes. “Desde chica, lo que hacía era proyectar las líneas de fuga en mi mente”, nos cuenta. “Como que veía las líneas de fuga en la vida real y jugaba a no pisarlas cuando caminaba. Veía el mundo dibujado. En mi cabeza construía volúmenes y dibujaba en tres dimensiones sin saber el método de perspectiva”.
Si bien dibujaba desde pequeña, hubo un momento, hace más de quince años, que resolvió hacer público su trabajo. Abrió su blog, ‘Divididomaco’, en el que empezó a publicar ilustraciones, experimentos y algunas primeras historietas. Se hizo conocer con más fuerza en 2011, cuando publicó su primer libro, Aloha, un imaginativo viaje visual en el que su álter ego recorre escenarios delirantes, se encuentra con el ratoncito Máximo y, entre otras cosas, tiene una charla muy tierna con la muerte en un marco onírico que recuerda al clásico Little Nemo in the Slumberland.
Aloha se lee como una novela gráfica única, pero es, en realidad, fruto de la unión de diversas historietas separadas que Maco había publicado en su blog. Luego, el material se editó en Argentina, se reeditó en Uruguay y también se publicó en España. Del mismo modo que el material de ese libro, en su blog tiene incontables páginas con otras historias que podrían recopilarse en otros libros.
Cuando irrumpió en el medio, Maco parecía ser casi una excepción en un ambiente históricamente masculino. Sin embargo, más que eso, era un ejemplo del cambio de los tiempos, ya que a la vez una nueva generación de mujeres historietistas empezó a publicar. Hoy los ejemplos son muchos, desde Lumaga hasta Verónica Alvarado, Agustina Mandacen y Lucía Álvarez.
El libro Dinosaurios fue un encargo de la editorial, algo que parece que fuera en contra de tus ideas. ¿Cómo te apropiaste del tema?
La editorial había hecho un primer libro de la colección Pequeñas Historietitas, sobre piratas. Para hacer el segundo me llamaron y me propusieron varios temas. No sé mucho de dinosaurios, pero me caen bien y por eso los elegí y me puse a estudiarlos. Fue un proceso largo, que empezó con un primer guion que hice. Le di muchas vueltas a esa parte porque no le encontraba el punto que quería. Hasta que me di cuenta de que estaba tratando de adaptarme a lo que yo creía que esperaban de mí. Pero en realidad me funcionaba mejor la idea de hacerlo tal como yo quería, con mi álter ego y Máximo como narradores y comentaristas de lo que sucede en la historieta. Por otro lado, teníamos reuniones semanales con la editora, que fue la que escribió los juegos del final del libro. Tuve que aprender varias cosas, entre ellas a dibujar los huesos, que fue una locura. Pero me encantó entender las anatomías y los vínculos entre especies o las diferencias morfológicas que tenían.
¿Dibujás directo en la página final o bocetás mucho previamente?
Primero hago un esquema con miniaturas de las páginas, en donde armo la geometría de la composición de viñetas y lo que va sucediendo. Luego paso a la página grande, en la que hago un boceto a lápiz, pero no muy detallado, porque termino de definir la imagen con la tinta. En el caso de los dinosaurios del libro, tuve que trabajar más en el lápiz para cuidar bien los detalles de los huesos y las anatomías.
En Aloha, que tiene más de una década y fue tu irrupción pública, ya estaban tu línea y tus estilos muy definidos, prácticamente iguales a hoy.
Ese libro puede parecer como mi primer trabajo, pero en realidad fue mostrarme a partir de un punto de mi proceso. Dibujaba desde toda la vida, pero era una actividad muy íntima para mí. Sin embargo, quería ser dibujante, por lo que en algún momento iba a tener que mostrar lo que hacía y es lo que conseguí con el blog. Al publicar ahí, me puse a investigar más la historieta que se hacía en Uruguay y le presté más atención a lo que había en librerías. Porque hasta ese momento conocía las obras más populares. Tenía a Tintín desde chiquita, de hecho lo estudio desde chiquita. Pero en ese proceso encontré otro tipo de historietas que se estaban haciendo, obras más cortas, que trataban sobre la cotidianeidad. Así que empecé a hacer historietas con lo que veía o lo que les pasaba, por ejemplo, a mis hermanas. De pronto me había puesto en un modo de ver y de pensar que traducía todo a una pequeña historieta.
¿De qué manera esas historietas de tu blog se convirtieron en un libro?
En una feria de Ideas+, fuimos con mi hermana a visitar el stand de historietas uruguayas. Ahí estaban Rodolfo Santullo [guionista y novelista] y Renzo Vayra [historietista y artista plástico]. Yo tenía veintidós años. Mi hermana me animó a mostrarles mi cuaderno de dibujos. Les encantó y quedamos en contacto a través de los blogs y los mails. Rodolfo tenía su editorial y me dijo que quería publicar algo mío. Yo tenía muchas historietitas con este personaje que era como mi álter ego, un personaje neutro que con el tiempo se volvió mismo un comodín para contar historias o jugar con el lenguaje. Tomé unas diez historietas que tenía, les adapté el formato para que fueran todas cuadradas y les agregué un hilo narrativo para que se leyera como una obra sola.
¿Por qué no te has planteado hacer otra novela gráfica como Aloha?
El libro de los dinosaurios parece que fuera solo un encargo, pero siento que es una historieta mía, porque el guion lo hice yo y también pensé la narrativa visual. Además de que mi álter ego es la narradora. Tengo otras historietas largas como Fedra, que publiqué en un blog que desapareció, llamado ‘Marche un cuadrito’. Varios editores me han ofrecido publicarla y ya tengo como setenta páginas hechas. Se trata de episodios autoconclusivos, que se pueden leer de forma independiente. Pero siento que necesitan que les haga un cierre para publicarlos como libro. El problema es que no me ha llegado el momento de concretar esas ideas y también ha pasado mucho tiempo desde que la hice. Por otro lado, tengo otro proyecto de largo aliento, que son mis historietas autobiográficas, algunas publicadas en fanzines y otras en otros medios.
Algunos de esos “otros medios” son fanzines que publican ustedes, junto a Ca_Teter. ¿Por qué decidieron publicarse así, y publicar a otros autores como Troche o Seba Santana?
La editorial de fanzines que tenemos surgió como una manera de publicar obras que no podíamos sacar de otra manera. En mi caso, tenía historietas muy cortas. En el proceso le agarramos mucho cariño al trabajo artesanal de coser y cortar cada fanzine. Te exige mucho trabajo para ir a algunos eventos con suficiente material.
Fuera de tu blog, algunas de tus historietas cortas hay que rastrearlas en publicaciones dispersas. Tal vez la más personal sea la que hiciste para el libro Tabaré en viñetas [disponible para leer en línea]. Resulta muy significativo que el título que le pusiste sea en primera persona: ‘Yo no leí Tabaré’.
Creo que tengo muy naturalizado hacer historieta autobiográfica, entonces eso del título en primera persona no lo pensé deliberadamente. En esa historieta quise hacer un homenaje a mi familia y por eso aparece un círculo cercano de tíos y primos con los que vamos hablando sobre los recuerdos que conservaba cada uno de Tabaré. Fue un diálogo real que tuve con ellos y resultó que, al final, todos recordábamos a nuestro abuelo como a alguien muy lector.
Lo curioso es que el título dice que no leíste Tabaré, pero al final resulta ser una historieta muy informativa a medida que tu personaje va chateando con sus familiares.
No gracias a mí, porque el mérito es de mi tío Pepe que lo había leído mucho y se acordaba de muchos pasajes. Él fue el que más aportó, junto con otros familiares. Y me gustó mucho recibir las distintas visiones sobre un libro. Está mi padre, que lo recordaba como un mazazo; mi madre, que lo leyó gracias a una monja que fue la que le hizo que le gustara leer. Después está mi prima, que le gustaba la poesía y tenía un recuerdo muy dulce. Es una de las historietas más personales, incluso más que otras autobiográficas. La otra historieta que sentí muy personal fue Desayuno, que publicamos como fanzine y que hice con base en recuerdos de la infancia, sin fotos. En esa obra conscientemente quise que todo pasara por el filtro de la memoria.
¿Nunca te planteaste vivir exclusivamente de la historieta?
Me encantaría, pero me parece que para que eso suceda tendría que dejar de hacer estas obras que me gustan para hacer otro tipo de trabajos. Creo que tendría que ser muchísimo más productiva, o producir de otra forma, y no sé si soy capaz. Hasta ahora quedo conforme con lo que hago cuando las cosas salen sin forzarlas. De hecho, no sé bien cómo es mi proceso creativo. Puede surgir porque escribo algo y lo convierto en una historieta, o porque me proponen algo como tema. Pero igual me parece que debería tener un método. Con todo, publico todos los meses una historieta sobre deportes raros en una revista. Y además, en otra mensual, publico una que se llama Viejos son los trapos, sobre objetos que ya no se usan.
Una de tus características ha sido la de jugar con la página, hacer que los cuadritos interactúen entre sí o que los personajes recorran la página en direcciones inesperadas. Parece que esta idea estuviera siempre en tu obra.
Eso creo que empezó en una tira que se llamaba Radiobujada, en 2001, que sacaba en mi blog. Ahí aparecía mi álter ego, sin una historia específica, solo interactuando con sus otras versiones de los otros cuadritos en cualquier sentido. Podía hacer algo con su yo del cuadrito anterior o pasarle objetos al que estaba abajo. Ese fue un experimento sobre el orden de lectura, de las convivencias en el tiempo y el espacio de los cuadritos, porque físicamente conviven. La serie se llamó así porque los lectores del blog pedían temas, como si fuera una radio, y mi personaje los iba mencionando mientras le pasaban cosas surrealistas. De dibujar tanto a ese personaje le agarré la mano a hacer muchos cuadritos y darle mucha expresividad a esa dupla de personajes, mi álter ego y Máximo. Esa experiencia la tomé para las historietas que hago hasta hoy y me sale muy fácil, porque tengo dominado el modo de narrar que quiero. Lo que me resulta sencillo es que soy yo, escribo como hablo.
Sin embargo, cumplís con un desafío difícil, porque en tus historietas usás muchísimos cuadritos en los que solamente aparecés hablando a cámara sin que se pierda el ritmo, sin monotonía.
No lo pensé. Pero quizás ayude que hago historietas cortas. Algunas de las de Radiobujada tenían cuatro páginas. Lo que me pasa es que en el blog la gente leía la historieta completa. Pero cuando agregué la cuenta de Instagram descubrí que la gente no las leía, porque tenía que detenerse y hacer zoom. Entonces, muy a mi pesar, tuve que recortar las historietas y publicar los cuadritos por separado en historias, y ahí la gente sí lo lee. Y digo que lo hice a mi pesar, porque con ese formato de Instagram me pierdo el juego de las páginas, de que los cuadritos se comuniquen entre sí. De todos modos, en Instagram solo publico las que puedo adaptar, no pienso las historietas específicamente para esa red.
En tu caso se nota que hay cierta reflexión sobre el potencial narrativo del medio. Eso no es común, porque en general los autores apuntan principalmente a contar historias y menos a indagar en las posibilidades del medio.
Lo que pasa es que si te ponés a jugar con esas posibilidades, te salís de la narrativa tradicional, entrás en una metahistoria y te da otro sentido a lo que leés. Por ese lado me parece normal que pocas historietas usen estos recursos. Por otro lado, lo veo desde un lugar más militante si se quiere. Mucha gente ve la historieta como el cine llevado a cuadritos. A mí lo que me gusta de la historieta es que haya elementos y recursos que sean intraducibles a otros medios, que no se puedan contar de otra manera. La historieta tiene muchas cosas que solo suceden ahí.