Por Eldys Baratute.
Pablo Silva Olazábal es, definitivamente, un lector. De eso no me queda duda. Y si alguien quiere corroborarlo, lo invito a leerse el libro El extraño caso del enigma Gardel y otros cuentos, publicado por la editorial Astromulo a finales del año 2023. No es muy difícil descubrir detrás de estas páginas a un autor que ha leído. Y ha leído mucho.
Con las mañas del periodismo, combina el ejercicio de cronista con el de un narrador experimentado, para construir desde la óptica de una primera persona.
¿Crónica ficcionada? ¿Testimonio que conjuga realidad y fantasía? ¿Historias surrealistas? ¿Delirios de un escritor? Podría ser algo de ello y todo a un tiempo.
Cuando abres el libro escuchas, por momentos, la voz de personajes benedettianos, grises, llenos de frustraciones, anegados en el hastío, pero luego descubres que la trama se vuelve surrealista y sientes a Borges, descubres las mudas de nivel de realidad usadas con la naturalidad de un buen alumno de Cortázar, o el absurdo de Albert Camus. Hasta que más tarde te percatas de que ahí está Pablo Olazábal, con su manera de narrar, sedimentada a partir de sus lecturas, su estilo, eso que otros muchos escritores no encuentran nunca.
Si hay algo que caracteriza a este cuaderno es la construcción de personajes. Primero el narrador. La voz que lleva las riendas en todas las historias. Como si en vez de un libro de cuentos estuviésemos leyendo una novela breve, en la que ese personaje se va desvistiendo mientras saltamos de un relato a otro, hasta mostrarse desnudo.
Es arriesgado mantener la misma voz narrativa (o voces similares) en un libro de cuentos.
Pudiera parecer demasiado monotonal, aburrido incluso, pero Silva logra caracterizar tan bien ese personaje, hacerlo tan cercano, que el lector disfruta ser un voyeur de su triste vida.
En segundo plano aparece otra línea de personajes: los amigos, colegas, familiares, esos que por lo general son tan grises como el narrador, con el mismo nivel de frustración, de hastío, de carencia.
Personajes que forman parte de su realidad y que ayudan a dibujar su entorno, e incluso a completar su caracterización psicológica. Esos, por lo general, acompañan al narrador desde el comienzo de la historia.
El tercer grupo son los personajes surrealistas, o que por lo menos conducen al surrealismo, personajes que provocan el punto de giro, el conflicto, generan cambios en el nivel de realidad, personajes variopintos, antagónicos a esa circunstancia tan apacible que rodea a los otros y que, en su contraste, se convierten en vitrina de la grisura de los demás. Ellos llegan para demostrar que nada es tan “aburridamente normal” como parece.
Seis historias diferentes, pero unidas por estos personajes que no son más que el reflejo del mundo en que vivimos.
Otra cosa que prevalece es la descripción de escenas que quizás para otros autores fueran menos importantes. Escenas cotidianas, demasiado comunes, pero que remarcan cómo algo intrascendente puede ser el eje cardinal de la vida de alguien. Un desayuno con pan, grasa y café; un juego de fútbol en la arena, o un recorrido en bus, demasiado ordinario quizás, dan fe de esto.
Editorialmente resalta la dramaturgia del cuaderno. Cada cuento está ubicado exactamente en el lugar que le corresponde. En este, como en todos los libros, hay relatos mejores que otros, pero si se logra una ubicación precisa (un trabajo que puede ser del autor, del editor o de ambos) ni siquiera se notan los altibajos.
De todas formas, confieso que mi preferido es “Aquel balde blanco”. Aquí Pablo logra que se respire tensión, densidad, una atmósfera lacerante y ríspida que me mantuvo expectante todo el tiempo. Hay mucho por imaginar en esta historia, mucho por construir a partir de la punta de un iceberg que se nos muestra tímidamente.
Celebro la publicación de El extraño caso del enigma Gardel y otros cuentos. Celebro la madurez de un escritor que domina el difícil arte de contar historias y enamorar con ellas.