Una muestra inmersiva revisa la genealogía de la música uruguaya.
Texto por Carlos Dopico.
Fotos por Celeste Carnevale.
En el año 2007, el segundo álbum de Bajofondo, Mar Dulce albergaba una particular pieza de milonga techno con una sentencia de Alfredo Zitarrosa. La canción, mayormente instrumental, repetía entre guitarras y scratches la frase: “La milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga”.
Aquel pronunciamiento de Don Alfredo, rescatado de las entrevistas publicadas por la revista Posdata y sampleado más de una vez en la canción, fue el disparador de esta muestra artística, ideada y curada por el periodista, músico y productor Andrés Torrón junto al músico, productor musical y cofundador de Bajofondo, Juan Campodónico.
“No es una frase musicológica ni hay herramientas para demostrar que sea 100% fidedigna, pero sí hay una historia sensible y oral que la ratifica. En un nivel poético es 100% acertada; así lo vivimos quienes tocamos esos estilos y sentimos la música de acá. Te lo puede decir cualquiera que toca candombe, milonga o tango. A mí, en particular, me parecía que esa frase era un contenido en sí mismo. No era una un título casual sino la santa trinidad de la música rioplatense expuesta en una frase”, señala Campodónico.
“Es una poesía que expresa de manera metafórica la genealogía de esos tres géneros. No se puede trazar una línea recta en ese devenir y hay muchos puntos oscuros aún en el nacimiento de cada género. Lo que sí es indudable es que los tres están relacionados, que los tres tienen raíces africanas en mayor o menor medida y que si vamos a lo cronológico es claro que el candombe nació primero, después vino la milonga y luego el tango”, agrega Torrón.
Ambos se conocen hace ya muchos años, por su vínculo musical. Sin embargo, también existe además una mutua admiración y confianza plena en el criterio profesional de cada uno. “Siempre, un poco en broma decíamos, la frase tiene carácter evangelizador”, advierte Campodónico y agrega: “Recientemente han aparecido voces nuevas hablando de la historia del tango y desligándola de la relación que podía tener con la raíz africana. Por eso nos pareció importante insistir. El titulo de la muestra es maravilloso porque es una poesía y es historia, y al mismo tiempo divulga y te deja reflexionando. Es una pieza muy importante de la muestra.”
Ambos coinciden que la muestra es producto de una necesidad, la de dejar de huella y tejer memoria.
“La preservación y el trayecto que ha hecho la música popular uruguaya ha sido siempre del ámbito privado; de los sellos discográficos o los artistas y sus emprendimientos, pero no del ámbito público que lo referencie a un nivel de divulgación. En el mundo de las artes visuales está el Museo de Artes Visuales, que tiene una programación donde se va hablando de distintos artistas y sus trabajos, y es es un paseo ciudadano muy agradable, es entretenimiento cultural. En el ámbito de la música popular ha habido muchas experiencias pero puntuales, no permanentes”, observa Campodónico.
“Siempre hablamos de la falta de memoria que hay sobre la música uruguaya. El disparador de esta exposición, que llevó dos años concretar, fue una charla con Adela Dubra, presidenta del Sodre, quien nos propuso hacer algo relativo a la música en la Sala de exposiciones del Archivo de la Imagen y La Palabra”, precisa Torrón. “Yo le comentaba por ejemplo que mucha gente conoce el tema “El baile de los morenos”, aquel del “tucutú bambá, tucutú bambá”, pero casi nadie sabe cómo se llamaba el músico que la compuso e interpretaba”, cuestiona Campodónico.
“Romeo Gavioli fue el músico uruguayo más famoso de los 50. ¿Cómo puede ser que eso no esté claro para todo el mundo, como parte de la cultura que debería ser accesible? De esa charla, Dubra me devolvió que había una nueva sala que habían construido en el A.N.I.P., y que podíamos pensar en la muestra. Enseguida pensé en Torrón”.
La genealogía estará trazada a través de la obra de once artistas fundamentales de nuestro país: Alberto Mastra, Pedro Ferreira, Romeo Gavioli, Amalia de la Vega, Lágrima Ríos, Alfredo Zitarrosa, Manolo Guardia, Eduardo Mateo, Hugo Fattoruso, Rubén Rada y Jaime Roos.
“Queríamos mantener ese número que además a Andrés lo conectaba con su libro (111 discos uruguayos). La cantidad de artistas del Uruguay es infinita y en un lugar había que cortar. En este caso, eran artistas en cuyo trabajo se combinaban los distintos afluentes de estos géneros y eran muy relevantes. El carácter de esta idea es que es una muestra, habrá otras. Ojalá que en el futuro tengamos una fonoteca nacional que divulgue la música nacional”, augura Campodónico. “Fue un proceso difícil, porque siempre es duro seleccionar y dejar cosas afuera”, confiesa Torrón. “Nos guió la idea de elegir artistas que además de tener un rol fundamental en el devenir de la música uruguaya —todos fueron pioneros en lo suyo— y que no fueran “puros”, es decir que no representaran un solo género musical y que en su obra pudiera verse la relación entre candombe, milonga y tango”.
Este paseo inmersivo, tanto visual como sonoro sobre la música uruguaya se podrá visitar desde el 5 de octubre en la Sala de Exposiciones del Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra (Sarandí 450) pero quedará disponible durante meses. Allí estarán exhibidos objetos icónicos, como la guitarra de Alfredo Zitarrosa, la mítica carpeta azul de Eduardo Mateo o los primeros borradores de canciones de Jaime Roos.
Pero además, promete Torrón, están: “el violín de Romeo Gavioli, las partituras originales de Manolo Guardia, los programas y afiches de recitales (por ejemplo el primer recital solista de Rubén Rada y el primero de Jaime Roos) y unas muy curiosas artesanías de Alberto Mastra que representan escenas de tangos dentro de botellas (a la manera de los modelistas que fabrican barcos en miniatura)”.
La música será la protagonista central. Habrá una sala acondicionada con un sistema de alta fidelidad donde los visitantes podrían oír una programación especialmente curada para la edición. Allí, semanalmente, se harán audiciones de discos, así como charlas sobre algunos clásicos y otros registros casi desconocidos. “Hemos conseguido versiones y materiales que no están disponibles en internet y otros que hemos conseguido de mayor calidad. Vamos a hacer escuchas de discos con los equipos maravillosos de Genelec, en una sala acustizada para apreciar esas grabaciones. Va a ser seguro un punto de encuentro para melómanos”, subraya Campodónico.
La parte visual estará también documentada. La exposición se expandirá en noviembre con una exposición paralela en la Fotogalería a Cielo Abierto del la Ciudad Vieja y hasta se llevará a cabo un ciclo de cine documental coorganizado con la Cinemateca Uruguaya.
“Pero también hay fotos muy pocas veces vistas, una gran línea de tiempo que abarca todo el siglo XX, una sala con videos de actuaciones de algunos de los artistas, un video con entrevistas y la ya mencionada sala de escucha con la programación musical. También habrá una tienda con discos, libros y objetos relativos a la exposición”, agrega Torrón.
“Fue una gran excusa para trabajar con Andrés”, confiesa Campodónico “Y sumar al equipo al estudio Blende que hizo todo un diseño maravilloso. Esa manera de verla desde un diseño muy actual, con un tipo de exposición más al estilo de los museos internacionales, que podes encontrar en Europa por ejemplo, era una linda mirada sobre nuestra historia musical; usar la técnica de lo europeo pero para mostrar una obra, unos personajes, unos artistas de acá”.
“Fue una experiencia increíble donde aprendimos muchísimo. Fue un proceso largo, pero que se materializó y desarrolló especialmente este año, con entrevistas, visitas a archivos personales y la ayuda de muchísima gente”, agrega Torrón.
Según advierten los ideólogos, el título refleja el diálogo entre diferentes culturas que nos define como sociedad, combinando lo rural con lo urbano, lo africano con lo europeo, lo regional con lo global. Aunque los orígenes de cada género son difíciles de rastrear, es claro que Candombe, Milonga y Tango están fuertemente conectados entre sí.