Polifónica contemporaneidad
Cinco mujeres artistas. Jóvenes, emergentes, activas y claras. Cinco voces muy personales y definidas, pero de las que se puede hilvanar una historia común. Una polifonía interpretada por una orquesta que defiende, promueve y exalta la reflexión.
Por Celeste Carnevale
Agustina Beceiro (24) recibió como regalo se su abuelo, aficionado a las artes, una cámara Zenith de la que se enamoró. Era una cámara en la que “podía mover cosas y controlar lo que iba a sacar”. Se mudó de Paysandú a Montevideo y allí arrancó de lleno con la fotografía. Supo desde un principio qué era lo que quería.
Historia similar es la de Catalina Bunge (29). A los 14 años su mamá le regaló, en un acto totalmente intuitivo, una Zenith. No la entendía, pero le fascinaba, esa fascinación la llevó a cursar varios talleres de fotografía. Si bien se trataba solo de un hobby sentía una atracción especial por el arte, esto derivó en su decisión de estudiar curaduría que la ayudó a tomar profundidad en la fotografía.
Para Natalia de León (30) la fotografía era una actividad que admiraba en su padre y el esposo de su madre. Inicialmente se trató de una búsqueda personal, luego se transformó en una profesión. Estudió comunicación inclinada al periodismo, pero sobre la marcha descubrió el mundo audiovisual. Comenzó a estudiar fotografía en Montevideo y cine en Francia. Pronto descartaría el cine por considerarlo lento en sus procesos, muy narrativo y colectivo. Entró en una institución privada en París para hacer laboratorio y procesos antiguos de fotografía. Luego volvió a Uruguay en donde comenzó a buscar un lenguaje propio.
Luciana Damiani (31) no se define como fotógrafa sino como artista. Al igual que Natalia, buscó y moldeó su entrada a la fotografía; no se trató de algo casual sino de un inicio absolutamente premeditado. En sintonía con esto, menciona que todos sus trabajos son de estudio y que ninguna fotografía es espontánea.
El acercamiento inicial de Anaclara Talento (26) no fue a ninguna disciplina específica sino al arte en sí. Empezó de un día para el otro. Un amigo la invitó a colaborar con su exposición y encontró en el arte un espacio que le ofrecía mucha libertad, le solucionaba problemas y le permitía hacer lo que quería hacer sin limitaciones ni juicios al respecto. Tiempo después participó en Vías de acceso 2 en el MNAV. Allí reafirmó que la manera en que estaba trabajando era la correcta. Confiesa que no sabe dibujar, que si agarra un lápiz se le rompe en la mano y menciona entre risas: “yo pienso y listo, el único capital que tengo es lo que sé y mis procesos de lógica”.
¿Cómo se paran ante sus obras: son ustedes mismas todo el tiempo o se transforman en un artificio desde el que hablan?
Catalina: Pienso en la idea, no pienso en mí. El tono que tiene mi obra no es exactamente el mismo tono que tengo yo como persona.
Agustina: Yo con lo que tengo y lo que soy ante los demás ya soy una careta. Ya soy como un personaje, y si sigo agarrando de personajes… (risas). Me generaría un conflicto muy grande eso.
Natalia: Mi obra me representa y me costó años que fuera así. Creo que la obra conjuga esa curiosidad y obsesión en la creación de imágenes inicial con mi necesidad de entender y cuestionar. Así que soy la misma.
Luciana: Soy cien por ciento autorreferencial, mi obra siempre tuvo y tiene como base los temas de la memoria y la identidad. En ese proceso de planificación, de estudio, pienso sí, que me transformo en otra cosa o hablo desde otro lugar, pero siempre a partir de lo autorreferencial.
Anaclara: En mi caso creo que sería muy poco honesto convertirme en otra cosa para poder producir y tener la autoridad moral de decir ciertas cosas. Veo mi obra como una extensión de mí; tiene el mismo carácter, habla y se presenta de la misma forma que yo. Hago arte como hago los mandados. En todos los ámbitos pienso igual, tengo la misma actitud y la misma responsabilidad.
¿Y se trata de un acto personal o actúan a modo de médium al servicio de algo mayor con una idea general?
Agustina: Por más que trabajes desde tu lugar más íntimo igual puede terminar siendo algo con lo que la gente se identifique, en algún punto va a tocar otras historias o ideas. Nadie es tan fantástico y especial.
Anaclara: Y aunque lo fuera algo personal a nadie le importa mi vida privada. Le importa en la medida en que ellos logren con eso hacer algo más.
Entonces nos olvidamos de la sublimación como motor de creación…
Anaclara: Olvidate. Hablar de uno o de las cosas privadas de uno es válido en el punto que construya para los demás. Soy una herramienta para hablar de algo que me trasciende y es más grande que yo, porque hablar de mí por hablar de mí me parece que no tiene sentido.
Si no es ese, ¿cuál creen que sea el sentido del arte que ustedes hacen: estético, social, panfletario, reflexivo?
Anaclara: El discurso que generamos es político. Me parece que el arte es política, porque obliga tanto al que lo está produciendo como al que lo consume a reflexionar y, eventualmente, tomar una postura frente a lo que sea que se esté cuestionando.
Natalia: Me interesa el arte como forma de pensamiento, no tanto, por ahora al menos, sobre un hecho en particular de la realidad, sino la realidad contemporánea y el hombre construyéndose y construyéndola. Mi uso de la fotografía analógica no es estético, ni es un fetiche, ni vintage, ni una moda. Es una elección conceptual (que viene de la mano de la diferencia que explicita Fontcuberta sobre las diferencias ontológicas entre foto digital y analógica), la fotografía analógica trabaja con la impresión simultánea en el negativo de la realidad, la luz rebotada en el objeto del mundo impresa. La digital es una infografía dice él, es más parecido a la pintura o el dibujo. Para mí sacar fotos analógicas es realmente capturar el mundo y dejarlo en mi rollo. Tener un contacto con lo real material del mundo y escapar un poco de la mirada universalizada donde todos nos vemos igual. Mi trabajo principal, hoy, va ligado a investigar el uso de las imágenes, el cómo vemos, etcétera.
Luciana: El arte fue y es un espacio de creación contemplado de diferentes maneras de acuerdo al momento histórico y al contexto geográfico y cultural. Para mí en el arte hay un antes y un después de Marcel Duchamp. Hay un cambio de valor, de lo estético a lo reflexivo. El arte cada día se acerca más a la filosofía y se aleja de la estética. Creo sentido a partir del pensamiento y de la elaboración del mismo. La obra de arte es el resultado de un proceso de trabajo que tiene tanto o más valor que la obra.
En caso de que exista para ustedes la inspiración, ¿en qué se inspiran?
Agustina: No creo que exista la inspiración concebida como algo divino y único. Hago las cosas. Hay que trabajar la inspiración de alguna manera.
Luciana: El trabajo. Creo y me comprometo cien por ciento con lo que hago. Mi única inspiración es la capacidad de seguir haciéndolo.
Catalina: Hay cosas que me estimulan. Ver otros artistas, ir a museos, leer, escuchar música. El ejercicio de observar mi alrededor con una mirada consciente me es de mucha estimulación. Inspiración capaz sea crearte el espacio de que suceda algo.
Anaclara: A mí me pasan dos cosas. Por un lado está el origen del proceso que básicamente es ver de qué voy a hablar. Es una acción muy simple de hacer y tiene que ver con qué cosas de la realidad me hacen dudar. Hay cosas que tengo claras y cosas que no. De las que tengo claras no hago arte porque me parece que no aporta nada. Después podemos hablar de inspiración en otro momento del proceso que tiene más que ver con una parte creativa de qué voy a hacer, cómo y hasta qué colores voy a usar.
Natalia: Observación e investigación.
¿Al tener como punto de partida la realidad y su observación, creen que haya puntos en común en su generación de artistas expuestos al mismo contexto?
Natalia: La mirada atenta en el mundo, en la sociedad, en esta crisis global que no es más que la suma de las crisis individuales. Pesa más hoy la memoria colectiva, política y social que la individual.
Luciana: La investigación, el trabajo en equipo y el hambre por salir de la burbuja. Soy parte de una generación, pero sobretodo de un grupo de artistas absolutamente diversificado y eso es una riqueza invaluable. Hagas lo que hagas dentro del campo del arte, creo que crecemos y evolucionamos mucho como artistas a medida que somos capaces de movernos, de salir de nosotros mismos y de trabajar con otros y para otros, de hablar de escuchar y de discutir con otros.
Anaclara: Somos un medio, somos una herramienta para el trabajo que tenemos que hacer. Y nosotros somos el reflejo y espejo de nuestra contemporaneidad y de nuestros pares.
Agustina: Si bien puede pasar que el lugar del cual venimos y las preferencias sean distintas siempre nos estamos cruzando, es inevitable.
¿Qué aporte realizan al arte o al mundo con sus trabajos?
Luciana: Creo que mi aporte es mínimo, al igual que el de cada artista. El gran aporte viene cuando se magnifica, cuando se suman esos mínimos. El arte es un espacio de pregunta. Cada vez que produzco algo mi objetivo es interpelar al espectador. Si logro que de cien espectadores uno logre generar un vínculo con mi obra, estoy ampliamente satisfecha. Y cuando digo vínculo no me refiero a un “qué lindo”, “qué bueno” o “me gusta”, sino muchas veces es el silencio, cuando la persona no puede decirte nada.
Natalia: Hoy mi trabajo es sobre todo intelectual, y mi aporte es justamente que la gente al ver, piense. No se puede ver sin pensar. Qué nos están mostrando, qué estamos viendo, dudar, cuestionar.
Anaclara: Como cualquier otra disciplina o campo de investigación me parece que lo podés hacer de forma responsable o no, y que puede aportar o no y tener cierto compromiso social. Me parece que el fin último de todo esto es construir cultura e ideas. Está la filosofía y está el arte. Desde diferentes lugares lo que hacemos es interpelar la realidad en sí misma y tratar de poner en el lugar de duda a todo lo que nos rodea, eso es el arte contemporáneo.
Catalina: Al hacer arte estamos haciendo consciente algo que sucede en el entorno compartido y eso puede hacer eco o no. Creo firmemente en el papel del artista como constructor y revelador de la historia, en el sentido de que al hacer obras, las cuales están relacionadas al contexto socio-cultural, estamos registrando ese preciso momento histórico. Me gusta pensar que al hacer arte planteo problemas para que el espectador pueda pensar, pensarse, mirarse y estimular un pensamiento crítico y reflexivo. Al hacer una obra de arte estás parándote diciendo algo.
Anaclara: Hay que tener cuidado con eso, porque muchas veces se puede caer en la arrogancia. Me parece que lo más honesto que uno puede hacer como artista, cuando va a poner en el lugar de la duda al otro, es plantear una duda honesta en el sentido de que también tiene que ser una duda para mí, no vale ese juego de tenerlo todo resuelto y jugar a la adivinanza con el resto, eso es muy arrogante, y pasa. Hay gente que practica el arte para ellos mismos, pero para mí eso no es arte. El arte implica la mirada del otro.
Agustina: Sí, es necesario un diálogo.
Es difícil etiquetar el arte, siempre hay matices, ¿pero podrían reconocer sus obras en alguna corriente o tendencia artística?
Natalia: Sí, existen corrientes en la fotografía. Claras. La fotografía documental tiene un gran auge en la última década, con nuevos medios de publicación, buscando contar las historias como no las vemos en ningún medio masivo, desde la persona. Plataformas online miles. Y después también fotógrafos que trabajan un poco como yo, cuestionando la imagen en sí.
Luciana: Dentro de la fotografía hay muchas corrientes pero yo no quiero ubicarme dentro de ninguna. Dentro del arte no me define una técnica, sino una forma de pensar y de investigar. Pero creo que eso puede ser evaluado por las generaciones venideras (que serán los que gocen o sufran las consecuencias de lo que hoy estamos haciendo a nivel artístico) más que por nosotros mismos.
Catalina: En esta globalización resulta difícil distinguir una sola corriente que predomine. De todas maneras, si tuviera que decir algo, diría que hay una vuelta a lo analógico y a retomar lo pasado como elección estética y de vida.
Anaclara: Me parece que no podemos hablar de tendencias, estamos en un mundo hiperconectado. Sí pasa un fenómeno más social, que no tiene que ver tanto con la fotografía, que es el simulacro. Más que la vuelta a lo analógico me parece que es simular la vuelta a lo analógico. Tenemos instagram con los filtros, la selfie en todos lados. Eso no es tendencia, pero sí me parece un fenómeno muy importante. Me parece que en Uruguay las corrientes o los campos están más marcados por las escuelas: FotoClub, Aquelarre, el FAC.
¿Qué están haciendo ahora? ¿Proyectos a futuro?
Catalina: estoy continuando una obra que tenía, ‘Sociedad chiclera’. En octubre me estoy yendo a hacer un máster en curaduría del arte contemporáneo en Londres. Siempre estuve peleando entre artista y curadora. Al final va a pasar que van a convivir las dos.
Agustina: En un momento me desprendí mucho de la parte técnica y quiero volver para investigar desde ese lado cuáles son las posibilidades. Estoy tratando de empezar a salir de nuevo desde lo analógico y desde el error que me puede llegar a permitir. El analógico me gusta porque requiere cierto pensar la foto. No disparar y ver enseguida. Además el proceso de laboratorio me divierte mucho. En el FAC lo que más estoy haciendo es trabajar en el laboratorio de cine con 16mm, 8mm, súper 8. Quiero descubrir en el analógico de la fotografía lo que me parece que tiene de interesante el analógico en el cine.
Natalia: Estoy trabajando en un proyecto que busca recuperar la memoria en contraposición con el relato histórico. La historia, de nuevo, no es más que lo que la gente realmente vivió, y eso se pierde, y nos llegan reconstrucciones de reconstrucciones. Es un trabajo de relato oral, de retratos, etc. Estoy haciéndolo en Uruguay y ahora también acá en París (trabajando sobre momentos históricos comunes). Y también el color, estoy sacando fotos color, que después de cinco años de blanco y negro es un gran paso que me costó bastante adaptarme, pero me está encantando.
Luciana: Estoy haciendo un máster en Barcelona de investigación y producción. Acabo de presentar una obra que es una instalación acerca de la identidad (como individuo, no como sociedad) y los cambios a los que estamos expuestos que nos obligan a estar redefiniéndonos y afianzándonos todo el tiempo. Estoy trabajando en un par de proyectos pero que están en su primera etapa. Lo que puedo decir es que se definen absolutamente por el cambio de contexto y esa constante búsqueda de identificación.
Anaclara: Estoy con dos proyectos. Uno es el proyecto que desarrollo desde que empecé a trabajar qué es ensayo de historia patria. Ahora estoy en la segunda parte que me va a llevar probablemente un par de años. Y después estoy en otro proyecto que no tiene nada que ver con eso. Se llama “Niebla rosada” y empezó el año pasado en una muestra individual en Engelman Ost. Niebla rosada era un libro y cuatro videos. Ahora lo que voy a hacer es en diferentes muestras colectivas empezar a desarrollar diversas obras que siguen ese proyecto. En sí mismo es un proyecto muy disperso y muy fragmentado. Para entenderlo tenés que ir viendo muchas cosas en muchos lugares diferentes y en muchos momentos. La idea es hacer una maestría, seguir estudiando, viajar.