La cuestión barroca
Por Agustín Paullier
El inca Diego Huallpa cuidaba de sus llamas en los valles trasandinos. Un día perdió de vista a una de ellas y se le hizo la noche en la ladera de una montaña. Juntó ramas y corteza de queñua, y encendió un fuego. A la mañana siguiente, de las cenizas habían brotado arterias de plata fundida por el calor. Cuentan las historias que así se descubrió la plata en el cerro Potosí.
En el siglo XVIII se encontró en Bolivia una pintura anónima conocida como ‘La Virgen del Cerro’, una alegoría del descubrimiento de plata en el cerro Potosí, en 1544. En la cima de la montaña se ve la cabeza de la Virgen María, coronada por la Santísima Trinidad; un poco más abajo sobresalen de la ladera sus manos, rodeadas de halos de luz. Algunos ven en ella la representación de la Pachamama. Los dioses Inti (Sol) y Quilla (Luna) presencian la escena junto a un grupo de querubines, acompañados, en la parte inferior de la imagen, por el emperador Huayna Capac, un papa y un cardenal, entre otras figuras: una muestra del sincretismo que habría de crear el barroco latinoamericano.
La estética barroca impregnó la cultura del continente más allá del período inicial de la conquista. Las fotografías del chileno Mauricio Toro Goya son prueba de ello. La serie Imagen divina consiste en imágenes de la Virgen característica de siete países latinoamericanos, representada por travestis portando armas, cuchillos y escopetas, acompañados por imágenes religiosas, de políticos y desaparecidos por su ideología. La serie está dividida en trípticos que contienen una imagen de la Virgen, una escena de un pasaje bíblico y una representación de una Magdala (María Magdalena), acompañadas de títulos sobre una pared roja del Centro de Fotografía.
La temática que atraviesa la obra de Toro Goya es la crítica al impacto que supuso la adopción de una nueva cultura con la conquista española, la inevitable transculturación, la violencia siempre presente en una sociedad de consumo que coexiste con las más antiguas tradiciones locales. El título de la muestra parece tener como inevitable referencia Los caprichos, de Francisco de Goya, grabados en aguafuerte en los que realiza una aguda crítica a la sociedad de la época.
Las imágenes de Toro Goya están realizadas con la técnica de ambrotipo, creada a mediados del siglo XIX, y fijadas sobre una placa de vidrio bañada en colodión húmedo. El resultado son intensas marcas de luz y profundos negros, lo que genera un claroscuro en el que algunas zonas de la imagen se encuentran desenfocadas, los bordes con rayas y marcas del vidrio. Es posible percibir la influencia de la obra de Joel Peter Witkin, tanto en lo estético como en la forma de representar obras de arte de otras épocas.
En Milagreros retoma la tradición de los exvotos –pinturas en ofrenda a las deidades cuando se cumple con las plegarias, que representan el milagro concedido–, para hacer una parodia de los íconos y arquetipos culturales latinoamericanos. En composiciones cargadas de símbolos y detalles conviven la Virgen de Guadalupe con Emiliano Zapata, los 43 de Ayotzinapa con las fiestas de quinceañeras y los pedófilos, ‘Las Meninas’ de Velázquez reflejadas en un espejo (recurso barroco por excelencia) con el Anticristo tocando el piano mientras una señora peina a un hermafrodita, la estatua de la Libertad con el rostro de Karl Marx, unos fieles prendiendo velas a Fidel Castro, y la cerveza Corona presente en todas las escenas. Para esta serie Toro Goya pintó los ambrotipos a mano; así logró resaltar cada figura en una composición con múltiples elementos que interactúan, en la que conviven símbolos religiosos, políticos y culturales, lo que el autor denuncia como la materialización de la religión en América Latina.
Las catorce estaciones del Vía Crucis de Jesucristo son las elegidas en la serie Gólgota. Caravana de la muerte para representar una similar travesía de pasión, ideales y muerte, como fue la que realizó la dictadura chilena. Creadas a partir de testimonios de la época, recrean escenas de tortura, llanto y horror.
En lo barroco los límites son difusos, la parte es significante en su relación con el todo de la imagen, lo extraño es norma, es el resultado del desengaño con una realidad corrompida a la que se critica, en donde la muerte está siempre presente como recuerdo de la caducidad de lo corporal. Pero en la obra de Toro Goya lo celestial no aparece como consuelo, sino como engaño y falsedad.
Son imágenes rebeldes porque critican el orden establecido y crean uno propio, se rehúsan a ser definidas, son abiertas en su significado y –al mismo tiempo– precisas en su intención.
Caprichos: imágenes rebeldes
Autor: Mauricio Toro Goya