Si bien las series televisivas estadounidenses han sido una auténtica revelación en los últimos años, seguramente American Movie Classics (AMC) haya sido uno de los más importantes canales abocados a su producción. En su programación se han contado varios de los principales hitos de los últimos tiempos: Mad Men, Breaking Bad, The Walking Dead. Y sin lugar a dudas: The Killing. Quizá una de las ventajas de esta serie es que consiste en tan sólo dos temporadas –veintiséis capítulos en total– y que en el último de ellos acaba resolviéndose el enigma –aunque los televidentes que llegan allí desearían que continuara–. El detalle la diferencia de tantas otras ya que la vuelve accesible por no insumir demasiado tiempo y porque además no pierde metraje en redundancias o se alarga innecesariamente en bucles argumentales.
La historia comienza con un hecho dramático digno de la serie negra: la horrible muerte de la joven Rosie Larsen, encontrada en la valija de un auto en el fondo de un lago. El informe forense da cuentas de que murió ahogada, intentando salir desesperadamente de la caja. La trama se centra entonces en la esforzada labor de dos detectives y su denodada búsqueda de la pista correcta.
Pero si bien esta premisa parecería acercar el relato a la típica historia policial, pronto la narración comienza a tomar una perspectiva coral, centrándose en varias subtramas paralelas –el devenir de la familia de la asesinada, las respectivas vidas privadas de los detectives, los encargados de una campaña electoral por la alcaldía de Seattle–, y conforme va avanzando se hace partícipe al televidente del daño social estructural generado a par tir de una muer te trágica. Los personajes, imperfectos, dejan ver de a poco aspectos ocultos de sus vidas, secretos guardados que salen a la luz en momentos de desasosiego. Para colmo, los detectives cometen errores, siguen pistas falsas y en su misma investigación influyen involun-tariamente sobre el entramado, causando daños irreparables. Seattle, llamada comúnmente ‘‘la ciudad de la lluvia’’, es el entorno perfecto para esta historia; la persistente llovizna se condice con una atmósfera boscosa y húmeda, generando una envolvente superficie acuosa. El gris cromático, las gotas que se deslizan por los vidrios, los protagonistas que buscan refugio al interior de sus autos y una ambientación sonora que se impone con apagados tambores dramáticos son las marcas características. Varios de los mejores capítulos fueron dirigidos por la polaca Agnieszka Holland (Europa Europa, El jardín secreto), con un nivel estético insuperable.
El elenco es brillante. Desde los protagónicos hasta secundarios circunstanciales –¿dónde estaba escondida toda esta gente?– se desempeñan con entera profesionalidad en roles difíciles. No hay estereotipos ni personajes de una pieza: todos tienen sus ambigüedades y dobleces. Pero la figura central, quien lleva la historia sobre sus hombros, es la detective Linden, soberbiamente interpretada por Mireille Enos. Una mujer obsesionada con la investigación al punto de llegar a perder a su pareja y arrastrar a su hijo adolescente a hoteles baratos de la ciudad. Su rostro reflexivo e imperturbable, pálido e insomne, su bajo perfil y su mirada levemente desviada son de una profunda expresividad. Enos compone un personaje complejo, grande como la vida. Su compañero, el detective Holder (Joel Kinnaman), es de esos personajes malhablados, arrojados y políticamente incorrectos que generan adhesión inmediata, funcionando como notable con- trapunto.
Aunque basada en la original danesa Forbrydelsen, la serie está dotada de una estética y una personalidad propias, y alcanza niveles de tensión únicos: no conviene dejarla pasar.
The Killing. Canal 4, domingos a las 22.30