Autodeterminación y Libertad
Wolfwalkers – Espíritu de lobo, de Tomm Moore y Roos Stewart
Wolfwalkers no es solamente una película para niños, aunque los trazos en apariencia tan básicos como inseguros le dan a esta película animada ese espíritu libre y lúdico patrimonio de la infancia. Y si decimos que no es solamente una película para niños, más allá de que sus protagonistas sean dos niñas (Robyn y Mebh, una mayor que la otra), es porque su tema le clava el estilete a ciertos temas políticos que el cine rara vez trata como arte y no como libelo.
La anécdota es muy sencilla. En 1650, en Kilkenny, Irlanda, el Lord Protector Inglés llega para liberar al pueblo del flagelo de los lobos que, escondidos en el espeso bosque circundante, cazan el ganado que pasta por ahí y matan a los temerarios que intentan capturarlos. Pero el pueblo está preso: nadie puede salir más allá de las puertas de la ciudad sin permiso del Lord Protector, y el único permiso posible es para talar los árboles o incendiar la flora en el nombre de Dios.
Goodfellowe es uno de los cazadores del Lord Protector, y su hija Robyn, una niña que está dejando de serlo, quiere emularlo en el uso de la ballesta. La madre de Robyn ha muerto y Goodfellowe, antes de que muriera, le prometió que a su hija nada malo habría de pasarle. Pero, ¿qué sucede si Robyn, desobedeciendo a su padre, se interna en el bosque y se relaciona con Mebh? ¿Y qué ocurre si Mebh es un espíritu lupino, que aún con entidad humana puede desplegarse por el bosque sin abrir los ojos?
Podemos imaginar lo que sigue, pero no sabremos por qué esta película nos causa esa impresión tan profunda después de verla. Hay varias razones, y aunque la música de corte celta de Bruno Coulais colabora para que el encantamiento sea persistente, el tratamiento que elige para hablar de la autodeterminación del pueblo irlandés se aleja del epidérmico mensaje ecologista que se adivina fácilmente. Baste con observar cómo los tonos cálidos mutan de manera inexorable de los invernales tierra al rojo furioso, como se aprecia en el libro de los Kells, como se representa a lo pagano, hasta entrar en armonía con el verde que domina el paisaje del verano, el verde intenso de esa esmeralda de los mares. ¿Y qué definición más rebelde de libertad puede expresar un pueblo si no es a partir de la fusión de los colores de su alma mater, la bandera? Pura poesía, al fin y al cabo.