Ser y tener
Roger Baxter está a punto de abandonar la infancia. Es un momento difícil para cualquiera, mucho más para un chico al que sus padres no le prestan atención. Adinerados y recientemente divorciados, será la madre quien inopinadamente se lleve a Roger desde California a Londres, sin importarle demasiado qué será lo conveniente para él. Roger, aunque de un intelecto brillante, tiene dificultades para pronunciar la r; esto quizás sea una tontería, pero para él es un asunto muy complicado. El profesor Rawlings se lo hace notar con vehemencia, y lo manda consultar a la doctora Roberta Clem, la fonoaudióloga de la escuela. Esto, sumado a que Roger conoce a Chris y su novio francés Roger, o a que Nemo le regala una bufanda, serviría para conformar una comedia dramática sobre el crecimiento como tantas otras que se han visto desde siempre. Pero Baxter! ‒el enfático título original de esta película‒ es otra cosa. Es una película sobre los cambios de épocas y de costumbres, sobre la formación de las ideas propias, sobre los afectos que uno encuentra en el tránsito de existir, sobre descubrirse en el rol de ser vivo, de ser humano, de estar en el mundo.
Es una película filmada en 1972 con toda la imaginería técnica de esos años ‒la utilización de ciertos artilugios fotográficos da cuenta de los casi cincuenta años que pasaron desde que se filmó‒, pero con el corazón sin tiempo de los clásicos. La novela de Kin Platt en que se basa, El chico que podía desaparecer, está tan olvidada como la película, que fue todo un éxito en la época de su estreno y que toca un tema que entonces en el cine estaba apenas esbozado: el autismo. Un niño llamado Baxter merece que Cinemateca la vuelva a descubrir, porque la conducta de Roger no difiere en absoluto de la de los chicos del presente, pero la dureza y la ternura con que se describen las situaciones por las que pasa el personaje hoy, en épocas de superhéroes anamórficos, es muy difícil de encontrar. Y eso que Roger se pregunta, si alguien puede morir de pie, es de una profundidad a la que el cine raramente se sumerge desde que se inventó.