Y EL MUNDO MARCHA
Carlos Diviesti
En el mundo del mañana la gente se clonará cientos de veces y vivirá cientos de años, preservará su memoria en cubos y quizás se enamore de piedras marcianas o de surtidores de nafta. Podrá recibir llamados del futuro de sus propios clones, receptar instrucciones para mejorar su vida en el presente, y hasta viajar hacia atrás en el tiempo, hasta el mismo principio de todo, incluso si uno es un niño de dos años que recién empieza a hablar y el tiempo no le interesa ni le resulta conocido. A esa edad uno ya tiene recuerdos y los clones podrán demandarlos cuando apremien el miedo a la muerte o a la soledad, en la misma ausencia de los ojos de David, un par de ojos que nos miraban en el museo cada vez que íbamos a ver la misma obra de arte.
En un cuartel de bomberos de Villa Lugano la valentía es directamente proporcional a la espera. La espera es lo que domina el ostracismo del turno nocturno, el refugiarse frente al televisor a ver una película romántica comiendo lo quedó de la pizza fría en la caja, jugando con los simuladores de rescate o recordando las leyes del rescatista aplicado si el aburrimiento ni siquiera se palia con el sueño. Y un bombero también puede luchar contra el sueño y pugnar porque los ojos no se le cierren haciendo fuerza con el resto del cuerpo. El sueño y el cuerpo son valores distanciados en el contexto de una fuerza de seguridad, y aunque la valentía pueda nutrirse de la metáfora de un sueño, nunca podrá nutrirse de un cuerpo exhausto por el hartazgo.
WORLD OF TOMORROW, la animación, se vale de simples garabatos traslúcidos cuyos fondos complejos los invaden, los ganan, los dominan y que a pesar de todo son bellos, muy bellos. INCENDIO/RESCATE permite que la espera del fuego (la espera del trabajo, de que llegue el amanecer en el horizonte, de una posible tragedia) se matice con la brasa de un cigarrillo, con los destellos de una linterna, con las luces de mercurio que incendian el pavimento. Y los dos también se dejan llevar por el humor, un humor pesaroso que surge del ridículo contraste entre oposiciones y de la desesperación inherente al acto del pensamiento. Porque las Emily (la niña de un presente en el mañana y su clon adulto del futuro más lejano) se oponen por cómo fluye el lenguaje por un lado y cómo el lenguaje es dirigido por el otro, y los bomberos se oponen en la vocación evidente (la reparación del casco para que ajuste bien fuerte en el mentón) y la desazón que crece (ese desapego que produce un hastío imposible de encubrir aún en situaciones extremas, esas situaciones en las que pasa algo importante y ha pasado tanto tiempo sin que les pasara nada).
Y las dos películas se nutren de los mejores referentes en su especialidad para ofrecerle al espectador su propia esencia cinematográfica: Don Hertzfeldt en WORLD OF TOMORROW se permite ser tan experimental como los mejores cortos de Norman McLaren y tan nihilista (o tan cínico) como las mejores líneas de Groucho Marx o Woody Allen. Y por su lado, Juan Renau con INCENDIO/RESCATE no se permite esbozar un mero ejercicio con no actores, porque conduce personajes y situaciones por una senda que quizás marcaron Jean Rouch o Robert Bresson. Las comparaciones no son ociosas, y tampoco odiosas. Las dos películas se preocupan por observar y compartir cómo es que –para ellas- marcha el mundo que les ha tocado reflejar. Y a qué paso vamos.