La mirada de los otros
En un breve documental fechado en 1997 y dirigido por Mario Jacob, Idea Vilariño dice, con absoluta parsimonia y un convencimiento tan sólido como una roca: “Onetti estaba acostumbrado a otra clase de amores, a otra clase de mujeres. Siempre le pareció que yo era… muy reticente, demasiado dueña de mí misma, muy orgullosa. Y lo era, realmente. No puede ser de otra manera. Pero él estaba acostumbrado… Necesitaba otra cosa…”.
Porque Idea Vilariño, claro, no fue solo la poetisa amante de Juan Carlos Onetti o la musa de alguna de sus obras, eso es absolutamente secundario. Idea Vilariño fue la dueña de unos ojos tan prístinos como fulminantes, de un fraseo meridiano para ordenar las palabras, de un compromiso insobornable con sus propias convicciones, cuestiones que en los últimos cien años no siempre tuvieron la misma dimensión o un trato equitativo respecto del talento, el género y la naturaleza.
Idea Vilariño es la dueña de uno de los versos más demoledores escritos en lengua castellana, ese que reza “no te veré morir”; sin embargo, la contundencia de ese concepto no debe ser confundida con desgarro espiritual o con arrebato lírico. Lo que hace demoledor al “no te veré morir” del poema ‘Ya no’ es la certeza de su inevitabilidad. Y aunque en el documental Idea no articule estas palabras, son sus ojos grandes, vítreos, los que encajan perfecto con la evidencia poética.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
Ya no, el cortometraje que María Angélica Gil filmó en 2016 y que se exhibió en el Festival de Cannes, respeta, escrupulosamente, la escansión de cada verso de ‘Ya no’, y expresa ese respeto en la construcción de sus imágenes. ¿Cómo pueden filmarse versos como Ya no soy más que yo / para siempre y tú / ya / no serás para mí / más que tú si no es a través de fragmentos de rostros, espacios vacíos, la observación definida de dos cuerpos que se pegan de a poco, y que quizás ni siquiera estén juntos aún en la misma cópula?
Este cortometraje, en apariencia, no tiene el verso final del poema, pero la tiene completa a Idea Vilariño. María Angélica Gil, como Idea Vilariño, escamotea la imagen del hombre para reafirmar la posición definitiva de una mujer, una mujer que no rehúsa enfrentarse al dolor fatal de lo que ya no es. El cuerpo del Juan de esta ficción intenta seducir a una Idea que ya sabe que no se irá de allí porque quiere quedarse, y luego si apenas podemos entreverlo reflejado en el espejo del auto.
De Idea, en la ficción, lo primero que se ve en pantalla son los ojos, los ojos grandes, líquidos, convencidos, de Elisa Fernández; después vemos su rostro completo. Ese plano, extraño a lo mejor, sólo puede surgir de la comprensión cabal de los textos de Idea Vilariño, un plano que también imbrica otros versos, otros poemas, otras sensaciones, como si en ese plano se reconociera el perfume que despierta algún recuerdo. Eso es todo. El amor / dónde estuvo / cómo era / por qué entre tantas noches no hubo nunca / una noche un amor / un amor / una noche de amor / una palabra.
Al cerrar Poemas de amor uno puede imaginarse la totalidad de Idea Vilariño, pero jamás podrá ver esa totalidad de manera acabada, acorde, coincidente o unívoca. Y al terminar los dieciséis minutos de Ya no uno sabrá, como en ese verso rotundo y final, que la certeza siempre estará mirándonos de frente, y que al momento de tener la certidumbre de lo inevitable, ni siquiera un parpadeo nos impedirá mantener los ojos abiertos.