EL BOSQUE ANIMADO
por Carlos Diviesti
Dina y Pascual(ino) son hermanos y frisan los cuarenta. Viven cada uno por su lado. Dina trabaja en un lavadero de ropa cubriendo el turno noche, y Pascual(ino) está sin trabajo aunque nunca le falte un manguito en el bolsillo que viene de la cuenta donde le deposita la mensualidad su ex, y del auxilio de la vecina de al lado a cambio de algún favorcito que al pibe no le cuesta, aunque la vecina orille los 65. Dina está sola; llama a Juan Cruz al número de teléfono que alguna se olvidó en el bolsillo del jean, pero está sola; extraña horrores a Zárate, su novio del secundario, y extrañarlo tanto la hace sentir más sola todavía. La acompaña el pucho, buen amigo y no tan sabio consejero. Y nadie más. Pero a papi lo atropella un coche cuando una noche de racha en el casino (en la que apostó la plata de la venta de la casa que ellos iban a heredar) la llama a mami y le dice que irá a buscarla. Justo a mami, que se fue cuando los chicos eran chicos y más la necesitaban, que se fue sin dejar más rastro que el de una seña imborrable para decirles que los quiere. Sin embargo papi, pese a la borrachera del ganador, supo que era un peligro irse a buscar a mami con toda la plata así que la escondió en medio del bosque que se levanta frente al casino y cuando la llama a mami le da las pistas para encontrar la guita, para no olvidarse de cómo llegar. Y ahora que lo van a ver los chicos no se acuerda, y tampoco se acuerda cómo encontrarla a mami. ¿Querrá mami ver a los chicos ya tan crecidos? Y los chicos, ¿querrán ver a su madre si no saben cómo van a encontrarla?
En PISTAS PARA VOLVER A CASA todo lo que le ocurre a los personajes es de verdad. Claro, no importa si es una verdad exagerada o los problemas son más pequeños que lo imaginado o los motivos más poderosos que la amargura. A Dina y a Pascual(ino), que se llaman así por los cantantes italianos que le gustaban a mami -vaya a saber uno si es cierto eso, pero hay que creer que sí para sentirse a gusto-, la verdad más que ayudarlos les traerá alivio y tranquilidad, o alguna de las dos cosas. La verdad nunca es triste así no tenga remedio, pero para encontrarla bien vale la aventura de perderse en el bosque y cubrirse de hojarasca en caso de sentirse perseguidos por algún avivado. Como les pasa a Hansel y Gretel pero al revés: ellos tendrán que perderse para encontrarse el uno al otro, y para crecer de una vez por todas.
PISTAS PARA VOLVER A CASA tiene tantas cosas por descubrir que uno no debe revelarlas aquí. El espectador tendrá que descubrirlas por sí mismo, porque además de provocarle placer estético hacerlo hay una invitación a reflexionar inesperada en películas de este tipo, que redimensionará la sonrisa con la que uno sale de la sala después de haberse enjugado un lagrimón. Pero algo tenemos que decir, aunque lo disfracemos un poquito. PISTAS PARA VOLVER A CASA guarda en el bolsillo la sensación de aquel cine de los años ’80, ese que metía en el medio de grandes hazañas a los chicos menos populares del barrio, como a los hermanitos de ET que guardaban un extraterrestre en el ropero y recordaban la fragancia a Old Spice en la ropa vieja del padre que no estaba allí. Dina y Pascual(ino, aunque odie que le digan Pascualino) no están exentos de vivir amasados en el lugar común de una sociedad hostil, pero para volver a casa –como si también volvieran a los viejos ideales, los de esas épocas en los que ellos ni siquiera eran un plan, y aunque la casa ya no sea la de ellos ni la puedan recuperar- será suficiente con que se hagan cargo de estar maleducados pero no de haber mal aprendido. Y también que aunque sean dos adultos se dejen llevar por la animación de un bosque que, como esta película, puede ser tan frondoso como el recuerdo de los juegos que nos gustaba jugar.
PISTAS PARA VOLVER A CASA (Argentina, 2014). Escrita y dirigida por Jazmín Stuar. Producida por Juan Pablo Martínez, Juan Carlos Fisner, Alberto Trigo. Fotografía: Daniel Ortega. Edición: Juan Federico Mackeprang. Música: Guillermo Guareschi. Intérpretes: Érica Rivas, Juan Minujín, Hugo Arana, Beatriz Spelzini. 89 minutos.