El resplandor.
Por Carlos Diviesti.
Pietro Marcello trabaja sus ficciones como documentales, y sus documentales como grandes historias cinematográficas. La deslumbrante utilización del material de archivo en Martin Eden (2019) le permitía trasladar una narración a caballo del naturalismo de Jack London y del neorrealismo italiano, a un mismo tiempo perdido en las décadas y tan parecido al presente; mientras que su retrato de personajes reales para La boca del lobo (2009) le facilitaba abordar cierta clase de lirismo literario, como el de Manuel Puig en El beso de la mujer araña. En Per Lucio, Lucio Dalla es la figura omnipresente del relato, a quien sus amigos y compañeros de trabajo Umberto Righi y Stefano Bonaga lo recuerdan desde un hoy en el que ellos son todo lo viejos que Lucio Dalla nunca llegó a ser.
En manos de otra clase de realizador, o en manos de otra clase de empresa productora, Per Lucio podría haber sido el panegírico de un cantautor que reflejó su tiempo como ningún otro, pero en manos de Marcello, que se vale de las filmaciones que se realizaran sobre la carrera de Dalla en sus momentos de mayor esplendor durante los años sesenta y setenta, esta película resulta un hipnótico tableau vivant en el que el cine se acerca a la eternidad.
Lucio Dalla, más que un homosexual que renegó de las confesiones íntimas –como se lo mostró en los medios de comunicación una vez muerto‒, fue un enorme y visionario cronista de su tiempo y de ciertos momentos de ese tiempo, transformados en canciones convertidas en himnos inmediatos desde la garganta de la gente. También fue un muchacho al que no le interesaba ser tan consciente de esa fama imparable. De acuerdo con los registros de entonces, y con la mirada de Marcello, Lucio es aún hoy un muchacho boloñés que prefiere quedarse del lado de los suyos, de los trabajadores de las automotrices, como en su disco Automobili (1976), que entonces eran legión y que ahora, a la sombra de los años, se transformaron en devotos de su fulgurante memoria.