Destellos en la otra orilla
Por Diego Faraone
Es necesario prestarle más atención al cine argentino. Año tras año, el cine del país vecino entrega películas sumamente sólidas, originales, diferentes; y lo hace con una calidad que no ha decaído desde hace por lo menos una década y media. Lamentablemente, de este desborde creativo apenas llegan a Uruguay algunos botones de muestra –a veces relegados a dos o tres proyecciones en los festivales de Cinemateca–. Y eso que se trata de un país limítrofe, lo que habla de la lamentable distribución cinematográfica local. Pero en estos últimos días se ha presentado una situación más bien atípica: justo las dos mejores propuestas existentes en la cartelera fueron películas argentinas.
La luz incidente es absolutamente excepcional. Se trata de un abordaje íntimo y reposado, ambientado en el interior de una casa de familia de clase media-alta, en la Argentina de los años sesenta. Luisa (Érica Rivas), una cuarentona viuda en pleno duelo, es presionada por el entorno y las necesidades económicas para conseguir una nueva pareja, lo que la lleva a conocer en una fiesta a Marcelo (Ernesto Subiotto), un hombre de buen pasar que parecería el partido ideal: amable, bien dispuesto y, por supuesto, soltero. Ella lo acepta –a pesar de atravesar duros momentos–, pero la figura ideal de este pretendiente comienza a desmoronarse hasta convertirse en su opuesto radical.
Es notable la forma en que el director Ariel Rotter (Sólo por hoy, El otro) introduce un conflicto creciente aunque invisible, logrando una atmósfera envolvente en la que da a conocer las motivaciones de los personajes y al mismo tiempo la gravedad de la problemática. Si bien la puesta en escena es impecable y la película toda está dotada de una cadencia rítmica sobresaliente, es principalmente debido a las brillantes interpretaciones de Rivas y Subiotto que la situación va adquiriendo, con sutileza, un espesor humano de creciente densidad. En su deambular errático, en su rostro apagado y cansino, en sus notorias dificultades para levantarse de la cama, para hacerse cargo de sus hijas y de tareas administrativas de rigor tras la muerte de su marido, puede verse claramente que Luisa atraviesa una profunda depresión. En su carácter terco, inoportuno y excesivamente obsequioso, Marcelo deja entrever de a poco su egoísmo y hasta su propia desesperación.
Pero ambos personajes, además, obedecen a un mandato social, a lo que se espera de ellos en su situación, y quizá sea este uno de los puntos más interesantes de la película. Luisa no quiere perder su desahogo económico ni convertirse en una madre sola; Marcelo es consecuente con el modelo patriarcal: debe amparar, imponerse y luchar por lo que desea. Dos ansiedades contrapuestas propician una situación forzada, de no-retorno. La luz incidente es el demoledor relato de un dolor subrepticio, de una imposición disfrazada, de las malas decisiones nacidas de la necesidad. Un cine que habla de lo propio y lo ajeno con una precisión soberbia.
Daniel Mantovani es un reconocido premio Nobel de Literatura que, ya viviendo una vida de lujo en Europa, se ha distanciado de su país y, por supuesto, de Salas, su pueblo natal. Pero de algún modo, el recuerdo de sus orígenes siempre estuvo presente en su vida. De hecho, Salas es la ambientación geográfica de todas sus novelas. Es de suponer que la frase “pueblo chico, infierno grande” sea el lugar común presente en su obra, y es a este mundo el que Mantovani, ya veterano y falto de inspiración, decide volver después de cuarenta años.
La invitación del intendente para que participe en los festejos del lugar y le entreguen la medalla de “ciudadano ilustre” de Salas llama la atención de Mantovani, por lo que emprende su viaje a Argentina. Incluso antes de llegar a su destino, se da de lleno con situaciones absurdas y personajes rústicos, sencillos, con una ingenuidad pueblerina que lo fascina y le repele al mismo tiempo.
Es sumamente interesante que, lejos de ser una persona desagradable o esnob, el personaje intenta mezclarse con el pueblo, ser uno más sin dejar de ser fiel a sí mismo. Su frontalidad y su sinceridad a cualquier costo es lo que le acarreará una serie de problemas, a partir de lo cual buena parte de los habitantes comenzará a verlo como una amenaza a su estabilidad. Es así que la película va construyendo, a partir de una sucesión de anécdotas hilarantes y casi demenciales, un clima de paranoia en el que él mismo mina sus alianzas, quedando más aislado y sumando cada vez más enemigos.
Inteligente y lúdica, esta ácida comedia toca múltiples temas, como el deber del artista frente a las injusticias y el conformismo, su influencia en la gente, el choque entre ficción y realidad, y los peligros de escarbar en el pasado. Es verdad que no profundiza demasiado en ninguno de estos puntos, pero eso no quita que sea una película diferente, bien lograda e íntegramente disfrutable.
La luz incidente
Dirección: Ariel Rotter.
Guion: Ariel Rotter.
Elenco: Érica Rivas, Marcelo Subiotto, Susana Pampín, Roberto Suárez.
Duración: 95 minutos.
País: Argentina, Francia, Uruguay.
Año: 2015.
El ciudadano ilustre
Dirección: Gastón Duprat, Mariano Cohn.
Guion: Andrés Duprat.
Elenco: Oscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Belén Chavanne, Manuel Vicente.
Duración: 118 minutos.
País: Argentina, España.
Año: 2016.