La ley del mercado
Mil cien trabajadores en huelga en una fábrica automotriz entran en una guerra sorda con los socios de origen alemán que la regentean, cuando la empresa decide cerrar una de sus filiales en Francia. La guerra es sorda porque no hay manera de oírse, cuestión que el desenlace de la película se encarga de reforzar al decirnos que, entre el ruido y la furia, lo demás es silencio. Aunque la premisa de esta película es loable (la lucha de los trabajadores frente a la deshumanización del capitalismo, tema que ha dado grandes obras en el pasado), su resolución cinematográfica lo banaliza al no decidirse a la hora de definir el tono de la narración. ¿Es el discurso de los trabajadores el que quiere poner en primer plano, o las formas que adoptó la televisión para recortar la realidad? ¿Todo es una puesta en escena a la hora de discutir sobre la dignidad de los asalariados? ¿Las acciones individuales derivan necesariamente en el bien común cuando son registradas por las cámaras y observadas por un auditorio? ¿Vale la pena luchar en contextos hostiles? Probablemente sean preguntas con respuestas tranquilizadoras, y eso, en el caso de esta película, es un grave defecto.