SOLO QUIERO QUE ME AMEN
Por Carlos Diviesti
Verano. Un escritor joven y arrogante, con esa arrogancia propia de la gente insegura, está a punto de publicar su segundo libro, una novela que editará Alfaguara, “Caída libre” (que en un principio se iba a llamar “Juntos y solos”). Su libro anterior fue un volumen de cuentos (“Fast forward”) con mejores reseñas que puntería en las ventas que sin embargo le sirvió para crear expectativa acerca de su nombre en el mundillo literario chileno. O mejor dicho, de Santiago. O mejor dicho aún, de la Providencia y su zona de influencia. Porque el nombre de Alejo Cortés circula en ese derredor, como podría ser el de Luis Sagasti para Eterna Cadencia si circunscribimos la historia a una Buenos Aires únicamente palermitana, lejos del claustro universitario y cerca del evento. La cosa no está tan mal, convengamos, porque hasta un muy buen fotógrafo de famosos le saca las fotos para la solapa del libro; la editorial se encargará de empapelar la ciudad con aquella imagen que más ejemplares venda, aquella en la que Alejo más mino haya salido. Sí, muchos desean esa exposición alguna vez, aunque sea una sola vez, el tiempo que sea necesario para saber cuánto se puede aguantar la fama. A Alejo eso lo tiene sin cuidado. Prefiere matarse a ser famoso en vida. Dos cajas de clonazepam de dos miligramos bajada con una botella entera de Jameson y a tirarse desnudo a la piscina de la casa familiar. El que se muere joven nunca más envejece, se queda sentado en el respaldo de un banco de la plaza leyendo “El oficio de vivir” de Cesare Pavese, aunque en vida no le haya pasado nada y no haya quien pueda asegurar que “Caída libre” es una obra maestra, pero sí un best seller.
Invierno. Mucha gente sufre por la muerte de Alejo pero todo va a andar más o menos bien, lo que no significa que ellos serán felices. Al terminar las cinco horas de proyección uno quisiera saber qué será de la vida de todos esos personajes que lo sobreviven a Alejo en INVIERNO, pero no lo sabremos porque ya nos fuimos del cine. A lo mejor no les cabe ser felices pero la muerte de Alejo habrá de confrontarlos con su propio destino: ser mediocres, pusilánimes, inestables, culpables, impotentes, solitarios. Lo interesante, justamente, es que se dan cuenta. Y no sé qué es peor para nosotros, si que ellos se den cuenta o si abandonarlos en ese preciso instante que las lágrimas se congelan en el lagrimal. Por otro lado es demasiado trabajo creer en la obra de un genio que lo será durante un rato nomás, que se lo podrá comparar con Bolaño porque se murió joven (aunque Bolaño no se haya suicidado sino que no le dio el tiempo para esperar un transplante) pero cuyos escritos son apuntes de lo que su literatura pudo haber sido, una literatura exclusiva para los que tenía más a mano. Alberto Fuguet, escritor también, pudo darnos más pistas que las que nos da pero prefiere dejarnos con esa sensación de vacío emocional como cuando no sabemos a quién dedicarle lo que hacemos y queda en blanco la pantalla de la Mac. ¿Qué nos quiso decir Fuguet con INVIERNO? ¿Que en la sociedad acomodada de Chile el vacío emocional llena los días por vivir? ¿Que la zona de la plaza Uruguay se ha puesto tan bella que está seca? ¿Que vale más leer que ser espectador? ¿Que lo único que se puede ser es ser un poser o un loser, y que a determinada edad más vale seguir por el lado impar tomando un whisky bien añejado o un Martini bien sucio? Son preguntas arduas de responder porque no saben de cuestión social alguna. Con los matices propios de cada caso saben más de esencia, de discurso común, de mundos conocidos, de sonidos idénticos, de diferencias irreconciliables, de una imperiosa necesidad de ser amados, de despertarnos por la noche y pensar en el tiempo perdido y querer hablar con alguien, o mirarlo y nada más. Fuguet, como un Antonioni indie, se puede dar el lujo de manipular nuestra atención y dejarnos con la angustia oprimiendo nuestro pecho de personas normales. Es que lo somos al fin de cuentas, aunque todavía prefiramos ir al cine una tarde soleada de domingo mientras los demás pasean.