Por Carlos Diviesti.
Música del alma.
Tras Las flores de mi familia, en la que observa la relación entre su madre y su abuela, Juan Ignacio Fernández Hoppe encara un nuevo trabajo en el que la primera persona y la figura de su padre no son vehículos para la mera catarsis.
El retrato de mi padre parte de la pregunta que Juan Ignacio se formulara acerca de la muerte Juan José Fernández, su padre: ¿la causa fue un suicidio u otra razón? Juan José, un musicoterapeuta que investigó el rol de la música para desarrollar las capacidades intelectuales de la gente, con evidentes conflictos que lo llevaron a separarse de Alicia, su esposa y madre de Juan Ignacio, y a recluirse del mundo, aparece muerto en una playa de Salinas con psicofármacos cerca de su cuerpo.
El enigma que lleva a Juan Ignacio a filmar esta película –muerte por propia decisión o muerte natural– casi treinta años después de aquel suceso, deviene en un documento donde rubricar la ficción o la crónica no tiene sentido per se. La densidad del testimonio sobre un ser querido que ya no está, superado el tiempo y desapasionado el ánimo afectivo, involucra la necesidad presente no de cerrar el caso de Juan José, sino de comprender las razones de nuestra conducta. ¿Por qué no se hizo autopsia a un cuerpo muerto sin violencia? ¿Fueron los antidepresivos los que lo llevaron al declive o una obstrucción coronaria? ¿Fue un hombre solitario y taciturno durante toda su vida o luego de palpar su fracaso como músico? ¿Son los objetos que trascienden a un muerto los que nos explican aquello que desconocemos de él? ¿Podemos crear ficciones sobre lo que ignoramos de la realidad? Preguntas todas que no entrañan una verdad unívoca.
Alicia Hoppe, la madre de Juan Ignacio, también protagonista de su película anterior, no compone ningún personaje, pero la trama de su relato bien podría formar parte de otra clase de película, y el espectador la observa en su debate, en su diatriba, en su diálogo entre la psiquiatra y la mujer, entre la profesional de la salud y la madre obligada a elaborar una hipótesis sobre el curso del tiempo para la vida de su hijo. Lo que hace valioso a este trabajo radica en su ausencia de respuestas, y en su decisión honesta por emplazar la memoria como la más justa de las herencias por recibir.