DOSSIER CRÍTICO / CINE
Por Diego Faraone
Excentricidad y sentimientos
Existe tan sólo un puñado de cineastas en el mundo que ha sabido crear universos propios, al punto de que con solamente ver durante unos segundos cualquiera de sus películas podría reconocerse su autoría. Y no se trata de que en ellas exista simplemente una coherencia formal y estilística específica, sino también un registro similar de personajes y de historias. Así, directores como Wong Kar-wai, Guy Maddin, David Lynch y Tim Burton vienen siendo tan originales en sus creaciones y recurrentes en sus obsesiones que sus planteos se vuelven inconfundibles. Dentro de esta raza de cineastas cabe incluir, sin lugar a dudas, al estadounidense Wes Anderson (Los excéntricos Tenembaum, El fantástico Sr. Zorro, Moonrise Kingdom).
Quizá lo primero que llama la atención del particular estilo de este cineasta son los decorados, artificiales a todas luces. Fondos coloridos, imposibles, de una atractiva estética vintage, que llevan a pensar en una orquestación teatral. Asimismo, las narraciones en off, muchas veces en un tono de cuento de hadas, despiertan un atávico entusiasmo por ese relato que comienza. Los personajes, a menudo aniñados, casi siempre geniales e indefectiblemente excéntricos, recuerdan a esas familias atípicas presentes en la obra del escritor J. D. Sallinger. El humor absurdo, los vestuarios contrastantes, los planos secuencias laterales en los que son introducidos los espacios de acción y el abanico de personajes son otros elementos característicos. Como si todo esto no bastara para encandilar a la audiencia, los repartos suelen ser descomunales: El Gran Hotel Budapest cuenta con talentos de la talla de Ralph Fiennes, Bill Murray, Jude Law, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Edward Norton, Jeff Goldblum, Adrien Brody, F. Murray Abraham, Mathieu Amalric, Owen Wilson, Jason Schwartzman, Tom Wilkinson, Léa Seydoux, entre otros, algunos de ellos apenas aparecen durante unos pocos segundos.
Basada en una obra de Stefan Zweig, la historia se ambienta en los años treinta, en la república ficticia de Zubrowka. El conserje del hotel del título (Fiennes) contrata a un refugiado de guerra (Tony Revolori) como su fiel botones, y ambos se abocan a una aventura en la que se suceden las persecuciones, el robo de una pintura renacentista invaluable, una fuga de la cárcel, y el enfrentamiento con matones temibles. Puede no tratarse de la mejor película de Wes Anderson, pero de seguro es la más divertida. La secuencia final de créditos es una delicadeza, otro detalle más que demuestra el puntilloso esmero de Anderson.
El protagonista espeta: “Todavía quedan destellos tenues de civilización en este matadero bárbaro que una vez fue conocido como la humanidad”; de la misma manera, todavía quedan obras frescas y sensibles en el cine estadounidense, capaces de evocar y homenajear a los clásicos, y renovando a su vez las formas de hacer cine. Allí es donde convendría colocar las miradas.
Título original: The Grand Budapest Hotel.
Dirección y guión: Wes Anderson.
Elenco: Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan.
Duración: 100 minutos.
País: Estados Unidos / Alemania.
Año: 2014.