El actor Gastón Pauls tiene una larga trayectoria artística. Ha participado en decenas de películas, programas de televisión y obras de teatro. Dossier conversó telefónicamente con Pauls, quien contó cómo es su presente artístico y cómo aborda sus proyectos como actor.
*Nota publicada en la edición 72 de Revista Dossier.
Por Mauricio Rodríguez.
Luis Palau es un predicador evangelista, uno de los “líderes de fe” más influyentes del mundo. En su página web oficial se dice de él que “ya entró en la historia moderna como uno de los contados hombres que le hablaron [sic] a más personas en el mundo”. Se afirma que su mensaje fue –y es– escuchado por más de ochocientos millones de personas en 112 países a través de la radio y la televisión. Y que “tiene el privilegio” de haberle hablado a más de veintidós millones de personas “cara a cara” en ochenta países. Organiza, “junto a un selecto grupo de colaboradores internacionales y con el apoyo de invitaciones locales”, congresos, seminarios, charlas informales, conferencias y festivales. “Sus mensajes están orientados a la unidad familiar con el fin de rescatar y elevar los valores morales y éticos del Cristianismo Bíblico”. Palau nació en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires en 1934. En el año 1961 se casó con su actual esposa, Patricia, con quien tiene cuatro hijos y diez nietos.
En enero el actor argentino Gastón Pauls comenzó a rodar una película que tiene como eje central la vida de Palau y que será estrenada en breve en América del Norte, Latinoamérica y España. El rodaje comenzó en Buenos Aires y continuó en Portland, Oregon, donde vive el pastor con su familia. Es el film número 49 de Pauls. La número 50 será una película que filmó en Chile.
Marco su teléfono y atiende al otro lado del Río de la Plata. Es la mañana de un lunes frío en Buenos Aires y Pauls carraspea, saluda y se pone a la orden para escuchar algunas preguntas. Cada tanto, se oyen de fondo las voces de Muna y Nilo, los hijos que tuvo con su ex pareja, la también actriz Agustina Cherri.
¿Qué debe tener un proyecto –en este caso una película– para que aceptes el desafío de hacerlo?
Arrancaste con algo general interesante. Creo que tiene que tener alma. Con alma me refiero a algo intangible. En un guion termina siendo una palabra o una frase. A veces uno tiene la mala suerte de que esa frase en el montaje final no quede, pero uno elige hacerla por eso, algo intangible que, paradójicamente, en un guion es, reitero, una palabra o una frase. O incluso un personaje, pero creo que tiene que tener eso: espíritu, alma, corazón.
En el caso de este proyecto de Palau, ¿dónde estuvo ese espíritu, esa “alma” que te movió a aceptar el desafío?
Creo que acá se juntan varias cosas. Mi relación con Palau de alguna manera empieza en 2003. Entonces hice un informe para un programa de una serie documental que conducía, que se llamaba Ser urbano. Cubrí una visita de Palau, no lo entrevistaba directamente a él, sino que hice un seguimiento de la gente que iba a verlo predicar. Seguí a la gente que iba, qué sé yo… desde Quilmes hasta Palermo. Me movilizó mucho la gente, la devoción, la fe. Pero pasaron quince años. Cuando me llamaron para esto, me pareció que algo tenía que ver con aquello que yo había sentido. Después, cuando conocí a Luis, me pareció un tipo sencillo. Tuve dos encuentros con él y, de alguna manera, terminó de cerrar todo. Me encontré con alguien con una profunda fe y me conmovió desde dónde él lleva su vida. Me conmovió conocer a sus hijos, y sentí que eso de lo que te hablaba en la primera pregunta estaba presente: había espíritu. No era una chantada, sino algo serio.
No es la primera vez que debe ponerse en la piel de alguien que “existe”, una persona que, como en este caso, pudo conocer. En Iluminados por el fuego, un film de 2005 sobre la guerra de Malvinas, dirigido por Tristán Bauer, debió interpretar a un combatiente. “Ahí tuve que representar una mirada –dice el actor–. Fue lo que me pidió Edgardo Esteban, el autor de la novela en la que está basada la película. Me dijo: ‘Si vos en la película representás seis segundos de la mirada de cualquiera de nosotros, la película es un éxito’. En el cine me interesaba ver la mirada del actor, siempre. En este caso me junté dos veces con Luis, traté de llegar ahí, a qué está expresando a través de la mirada. Cuando hablan de que los ojos son el espejo del alma, de alguna manera estoy hablando de lo mismo. Tratar de llegar a esa mirada que tiene Luis sobre la vida, sobre el amor, sobre la familia, sobre Dios. Aun cuando muchas veces podemos pensar distinto o haber actuado distinto a lo largo de la vida. Porque mis caminos y los de él son diferentes, pero hay un punto donde nos tenemos que encontrar, y eso es en la mirada que él tiene acerca de la vida, acerca de Dios. Me junté con él, le pregunté un montón de cosas, pero más allá de sus respuestas en palabras, yo trataba de escuchar su respuesta espiritual. Eso no tiene mucho que ver con la palabra, sino con una sensación o una emoción”.
Pauls no es sólo actor. Ha sido director, guionista, presentador y productor, y puede decirse, sin exagerar, que domina todas las facetas del trabajo cinematográfico. Armó su propia productora –que dio quiebra–, participó en distintos programas de televisión, en más de cuarenta películas y en varias obras de teatro. También escribe guiones. Hace un buen tiempo que está alejado de la televisión y ha declarado que no siente su ausencia. “Puedo vivir sin el rating”, dijo hace pocos meses en una nota.
¿Qué genera más adrenalina, o disfrutás más, de lo que hacés a nivel artístico?
Debo de haber hecho diez programas de televisión, seis o siete obras de teatro, pero hice cuarenta y nueve películas. Lo que más me gusta ver es cine; esto lo digo como espectador… Y después viene el teatro. Muy juntos, muy pegados. Lo que más me gusta hacer es cine, pero creo que lo que más adrenalina me genera es el teatro, porque estás ahí, no te salva nadie, no hay “corte, va de nuevo”: ahí te la tenés que bancar y el show debe seguir, pase lo que pase. Pero, paradójicamente, es lo que menos hice. Es lo que menos hice y es lo que más adrenalina me genera. Estoy ahí, como esperando siempre el proyecto exacto.
En ese largo camino, ¿cuáles han sido tus mojones, esos a los que les debés el nombre que has conquistado?
No puedo esquivar, porque fue el comienzo y para mí fue una escuela, a Montaña rusa [1994-1995]. Fue una cosa buena en todo sentido. Lo que hay que hacer, lo que no hay que hacer, cómo es el trabajo con los compañeros, con los técnicos, con el equipo. Montaña rusa fue el comienzo, y después creo que Nueve reinas [Fabián Bielinsky, 2000], y seguramente Iluminados por el fuego, y después Todos contra Juan [2008], porque era un proyecto en el que yo hacía la dirección general, lo armaba, lo zurcía. Creo que esos son los cuatro mojones.
Hiciste el guion de un documental que cuenta la vida del padre Carlos Mugica, y también Miedos de comunicación. Tengo la sensación de que el documental te atrae especialmente.
Me encanta. Lo del documental es de alguna manera mi exposición, mis pensamientos y mis conclusiones; que las hay. Miedos de comunicación es de alguna manera lo que yo creo. Viste que uno cambia una letra de lugar en una palabra y cambia el sentido de todo. En este caso, la palabra “medios” por “miedos”, y sólo cambiaste una “i” de lugar. Una letra y decís “bueno, es una letra más, no pasa nada”, pero te cambia mucho el sentido de todo. Sobre todo en este momento, cuando creo que los medios de comunicación están en el medio de la comunicación entre las personas. Para saber si hace frío o calor, en lugar de salir a la calle, la gente enciende la televisión.
O agarra el celular…
Sí, ahí está. O agarrás el celular para ver cuánta temperatura hay hoy y cuánta habrá mañana. Eso es estar en el medio de la comunicación hasta con la naturaleza. Ni salís al balcón para ver si hace frío. Entonces un poco es una especie de exposición…
Volviendo a este trabajo sobre Palau, ¿cómo fue el vínculo y el proceso de trabajo con él? ¿Cómo fuiste construyendo el personaje?
Fui dos veces a Estados Unidos a verlo, pero no a grabar. Lo observé mucho, hablamos mucho. Lo vi dos días nada más: la primera vez, cuatro horas, y la segunda, seis. La primera en Portland, que es donde vive, y la segunda fui hasta Atlanta, porque él estaba ahí. Hablamos mucho. Fue mucho de ver, hablar, observarlo. Porque yo tampoco quería copiarlo, no era la idea del director ni de la gente de producción que copiara lo que Luis hacía. Lo que más quería era ver cómo miraba, con qué se emocionaba, qué le gustaba, las pausas que hacía. Y después vi algunos videos de él predicando, hablando. Leí sus libros para no tener –vuelvo a decir– que copiarlo, sino partir del intento de entender un poco más profundamente por dónde va emocionalmente su vida. Como todo, es un poco abstracto y relativo. Cada uno lo ve de manera distinta, pero en esos intercambios encontré dos o tres cosas que me servían.
En el trabajo del actor, en una situación como esta, ¿qué es mejor: verlo pocas horas o convivir por un período prolongado?
Para lo que querían la productora y el director, creo que esto estuvo bien. Hay distintas técnicas. Me acuerdo de que cuando hicimos Nueve reinas teníamos que hacer a dos tipos que hacían estafas pequeñas en la calle. Y en un momento se habló, hablamos con Ricardo [Darín] y con Fabián Bielinsky, el director, si teníamos que irnos a la calle durante un mes a hacer este tipo de cosas. A mirarlos. Y la verdad es que dijimos “no, trabajemos sobre la relación de estos dos tipos”. Si la relación entre estos dos tipos es creíble, todo lo demás será creíble. Y acá un poco me pareció lo mismo. Yo tenía que trabajar, sobre todo, en relación con la mujer de Luis. Tampoco tuve mucho tiempo, pero hablé mucho con la actriz que iba a hacer de Pat, que es la mujer de Luis. Me parece que si uno construye relaciones, y estas son sólidas, el personaje es creíble.
En este caso, en este personaje tan amplio y complejo, ¿por dónde irían las relaciones? ¿Por el vínculo que tiene con sus fieles? ¿Por su entorno? ¿Por dónde lo imaginás?
Más que la relación con los fieles, la película habla sobre lo que son las relaciones más cercanas de Luis. Cuando digo más cercanas me refiero a su mujer, a un amigo, a dos o tres personas fundamentales que tuvo en la vida, a su madre. Y obviamente a su relación con Dios, con todas las idas y vueltas que tiene una persona en su fe a lo largo de la vida. No siempre es sólida, hay momentos de duda, momentos de crisis. La película habla un poco de eso.
El actor cuenta que ya hace un tiempo que grabó todas las escenas que se rodaron en Buenos Aires. Y que luego debió visitar Colombia, porque allí fue donde Palau comenzó su camino de fe. “La primera gran prédica de Luis fue en Bogotá hace cincuenta años –cuenta Pauls–. Durante el montaje de la película vi algunas escenitas que me mandaron y me gustó muchísimo lo que se hizo”.
A propósito de eso, en las películas en las que has intervenido, ¿te gusta ir viendo pequeños adelantos o preferís ver la película terminada?
Cada peli es un mundo distinto. Hay películas a las que uno ama leerlas, ama hacerlas, disfruta al el rodaje, se fascina con el guion. Hay películas que te sorprenden, que no imaginás que algo tan interesante pueda pasar en el rodaje…
Con Nueve reinas les pasó eso. Contaron que al principio dudaban un poco del resultado y después, cuando la vieron, fue impresionante.
Exacto, con Nueve reinas pasó eso. También hay películas que a veces te bajonean un poco, porque esperabas más y de pronto en el rodaje no pasa algo que pensaste que iba a pasar. En este me sorprendió, no porque no esperara sino porque no era fácil. Yo tenía que hablar en inglés, tenía que hablar en español, tenía que interpretar a una persona que está viva. Y, como decía antes, no hubo tanto tiempo de armado, de preparación. Algunos actores fueron confirmados poco antes. Pero pasó algo en el rodaje, pasaba algo, energéticamente hablando. Estoy expectante. Esta es mi película cuarenta y nueve, y a los pocos días de rodarla me fui a Chile a filmar la número cincuenta. O sea, después de cincuenta pelis uno ya está curtido de muchas cosas. Soy muy cauto, cauteloso, no opino demasiado hasta verla. En esta me parece que está bien, no tengo tantas ganas de ver material previo; tengo ganas de ver el armado, ver qué se hizo.
¿Cómo ves a tu país actualmente? ¿Cómo es ser artista en la Argentina de hoy?
Voy a contestar todo junto. El artista en el mundo, a lo largo de la historia, ha tenido un rol fundamental. Desde hacer sonreír en momentos crudos o hacer pensar en momentos de imbecilidad, de idiotización general, hasta amplificar la voz popular en momentos en que la voz o las voces iban siendo calladas una a una. Me parece que en general –ni siquiera te voy a hablar de Argentina, te voy a hablar del mundo– es un momento para mí crudísimo. Obviamente no quiero nunca más un gobierno de facto, gobiernos no elegidos popularmente. Pero la democracia como sistema no ha traído demasiadas soluciones; no es que el mundo esté mucho mejor después de tantos años de democracia, después de, no sé… doscientos años de democracia. No es un mundo donde todos los niños tengan comida, o todos los ancianos mueran en condiciones maravillosas. Al contrario, los que más tienen cada vez tienen más, y los que menos tienen cada vez tienen menos. Algo estaría mal. Además, estamos en un momento de una violencia extrema en todos lados. Los medios de comunicación también ocupan un rol crítico absolutamente preponderante. Entonces, estoy absolutamente alerta en todo sentido. Por mis hijos, que tienen ocho y seis años, que no entienden por qué hay tantos pibes en las calles, por qué hay tanta gente con hambre. Estamos en un momento crítico y muy triste. Después de tantos años de ofrecer un sistema que supuestamente representa a todos, no ocurre. No sé, es muy difícil.
NOTA PUBLICADA EN LA EDICIÓN IMPRESA DE REVISTA DOSSIER 2018