Por Gabriela Gómez.
A fines del año pasado fue entregado el Premio Figari –el reconocimiento más importante a la trayectoria de los artistas plásticos y visuales de Uruguay– al artista Juan de Andrés (Arévalo, Cerro Largo, 1941). Esta es la edición número XXVI, ya que se han premiado anualmente a variados y destacados artistas con distintos perfiles creativos. En un principio fue instituido por el Banco Central del Uruguay y, a partir de 2010, este premio es gestionado por el Museo Figari.
De Andrés inició sus estudios de dibujo y pintura al fresco con los artistas Carlos Llanos y Dayman Arévalo, dos alumnos del Taller Torres García. A partir de ahí su vocación estuvo definida. Fue docente de Secundaria en Treinta y Tres y realizó allí varios murales, entre 1962 y 1973, que aún se conservan, como el bajorrelieve en hormigón que preside la fachada de la Iglesia San José Obrero, con una interpretación del Antiguo y el Nuevo Testamento (su primer mural). En el liceo de la ciudad, en el Banco de Previsión Social, por ejemplo, se encuentran algunas de las obras que son públicas y afortunadamente apreciables por el ciudadano común.
En 1977 se radicó en Barcelona, donde tomó contacto con artistas catalanes y retomó su labor como docente. Fue director del Taller Municipal de Artes Plásticas de St. Boi de Llobregat, fundó el Grupo de Arte Constructivo Rasen, con el que realizó diversas exposiciones colectivas y exposiciones individuales en fundaciones y galerías.
En 2011 regresó a Uruguay y fijó su residencia en Montevideo. Se sucedieron las exposiciones, en Italia, Alemania y España junto con importantes muestras en Uruguay, en galerías y museos, entre las que destaca especialmente la celebrada en el Museo Nacional de Artes Visuales en 2013 y en el Museo Gurvich en 2019.
Sus producciones actuales han dejado atrás la simbología característica torresgarciana para volcarse a producciones más abstractas, usando los materiales como símbolos, con líneas que delimitan formas y relieves, trozos de madera, cuadros que forman parte de otras formas que se alejan de la uniformidad y se transforman en collages de materia, todos ellos en una paleta muy personal, nada estridente, transmitiendo la paz y la alegría de los colores y las formas.
El día de la premiación y en presencia del ministro de Cultura, Pablo da Silveira, la directora de Cultura, Mariana Wainstein, el vicepresidente del Banco Central, Washington Ribeiro, y el director del Museo Figari, Pablo Thiago Rocca, y al agradecer por esta distinción, De Andrés hizo referencia al poema Ítaca del griego Constantino Cavafi: “Me referí al viaje, cuando le habla a un viajero y le dice que le desea que el viaje sea largo, que recoja perfumes, esencias, etcétera. Y al final dice: ‘Porque cuando llegues, Ítaca no tendrá nada que ofrecerte, lo que tendrá para ofrecerte es el viaje que hayas hecho’. Yo lo tomé como agradecimiento para el Premio Figari porque, en el fondo, lo que hacemos los seres humanos es el viaje a través del tiempo. Es un paralelo con nuestra vida interior y digo que la esencia misma del viaje es lo que vivimos espiritualmente a través del tiempo. Referido a mí, digo que lo que han premiado ha sido lo que yo he generado con ese viaje que es la obra, que es lo que queda. Pero eso no me pertenece. Lo que me perteneció a mí fue el viaje; lo que generé con el viaje, no. Porque el medio fue la materia para poder transmitir el hecho espiritual del viaje y lo que premiaron fue la obra que es el resultado del hecho espiritual. Creo que es muy representativo para todos los seres humanos. Yo lo traje para simbolizar lo mío: es el viaje de cada uno y al final esa Ítaca no tiene nada para ofrecernos, lo que nos ofreció fue la posibilidad de hacer ese viaje”.
El pasado 20 de abril quedó inaugurado en el Museo Figari una exposición retrospectiva de la obra de De Andrés, bajo la curaduría de María Eugenia Méndez, en un recorrido por su prolífera y extensa carrera artística, que sigue en curso.
Museo Figari. Juan Carlos Gómez 1427.