Bajo el título El objeto del tango, Virginia Patrone expone en el Museo Blanes una serie de pinturas, videos y un objeto. Su centro de inspiración son los versos del famoso e icónico tango ‘La Cumparsita’. Hace poco más de cien años, fecha de creación de esta obra, el tango dominaba la cultura rioplatense que adoptaba entusiasmada este legado de los arrabales porteños donde tuvo origen. Esta adopción permitió incorporar a los salones de elite tanto la danza como la música. El tango canción surgió después de la danza y la música que son el resultado de un sincretismo de culturas y de razas donde el candombe tiene mucho que ver. El tango orillero (de ambas orillas del Río de la Planta) se cultivaba sobre todo en las zonas marginales de Buenos Aires y se lo consideraba una danza subversiva, censurada por autoridades políticas y eclesiásticas. No obstante, luego de ser reconocido en París, fue ejecutado en los salones de la alta sociedad argentina.
El tango obtuvo renombre internacional en el 900. Hoy constituye parte del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El tango, como expresión de una franja social, tuvo, necesariamente, que reconfigurar sus presupuestos ontológicos para entrar en la categoría de aceptación de la burguesía, ya que era el fruto de un sincretismo cultural de inmigrantes, negros, gauchos y criollos que se manejaban en un ambiente social marginal, con las figuras de la mujer y el hombre en sus roles particulares –que recibieron denominaciones particulares en el lenguaje propio de esta cultura (el lunfardo)–, poseedores de valores inherentes a esta sociedad, donde la violencia, la sensualidad y la promiscuidad siempre estaban presentes. Originalmente se bailaba en prostíbulos, ranchos y boliches, incluso en la calle.
Patrone ingresa en busca del enigmático objeto del tango desde la pintura. Se coloca en un tiempo y en un espacio atemporal que el tango aún mantiene, como si se tratara de los rastros de un perfume muy fino. Hace un corte histórico en la obra de Gerardo Matos Rodríguez y toma la letra que el compositor de ‘La Cumparsita’ creó para su propia melodía, en un desesperado intento por competir con la versión “oficializada” de Pascual Contursi que Carlos Gardel inmortalizó. Patrone trabaja con los versos míticos de Matos Rodríguez que evocan “la caravana de las miserias de la vida”.
La artista ingresa en la poética del tango desde la poética de la plástica. Es una reconversión necesaria que hace con talento a partir de una iconografía simbólica. No existe narración, aunque las composiciones ubican a sus personajes en una relación de representación que está plagada de datos con los que se obtienen pistas de un mensaje que la pintura retiene desde su dimensión estética. Estas pistas hermenéuticas bocetan un mapa de sus intenciones y a partir de la particular conformación de la forma la artista transmite con extraordinaria fuerza ciertas ideas que se perciben como una experiencia visual.
Este acierto entre forma y contenido es un verdadero logro que demuestra la capacidad que tiene el lenguaje de la pintura para comunicar sin palabras. Sus metáforas plásticas se asocian con las metáforas poéticas, y el lenguaje discursivo queda afuera, utilizable solamente como marco teórico de información. El verdadero contenido se encuentra en la serie de pinturas y en el inteligente empleo de los símbolos.
La letra del tango oficia de andarivel. Un color levemente ácido envuelve los personajes calificando una atmósfera cargada de sexo y de violencia. El objeto como fin y el objeto como cosa física se hallan en permanente conflicto, de la misma manera que las pulsiones de vida y de muerte están presentes en el desarrollo humano y cultural. Este humus tan fértil a la creación es también lábil y contradictorio.
La danza de contacto violento que es el tango conecta la sensualidad y la fuga, el deseo y el rechazo. Estas pulsiones son reveladas por medio de la pintura de Virginia Patrone, cuya sensibilidad se sumerge en el mundo de la forma y el color y desde la pura visualidad extrae las sensaciones con las que se puede llegar a comprender. Esta comprensión de los contenidos auténticos del tango como expresión de un momento cultural se produce mediante un acto intuitivo, por asociaciones que los medios plásticos despiertan. Aquí se encuentra el verdadero objeto del tango, en el propio objetivo logrado de la pintura, en la propia exposición que funciona como una instalación y en cuyo recorrido la lectura vuelve una y otra vez hacia las pasiones violentas, hacia el problema de la dominación, a la culpa, al rechazo, a la indiferencia. Patrone puede comunicar estos estados psicológicos a través de los rostros, las miradas, la posición de los cuerpos y, en definitiva, a través de la sintaxis de sus formas y de la inteligente colocación de sus símbolos.
Toda su pintura simboliza el verdadero objeto del tango. No se trata simplemente de la mujer-objeto, sino que es mucho más complejo. Este profundo significado hay que hallarlo en la intrincada red de imbricaciones de los roles de los protagonistas de un fenómeno social transformado en artístico. La metáfora del blanco (una diana acromática) que la bailarina usa para proteger sus genitales es una inteligente idea sobre la posibilidad de aprovechar las oportunidades para la supervivencia. La mujer se protege en sus zonas más vulnerables y aprovecha las posibilidades que la han convertido en un objeto-objetivo para sacar ventajas de su situación. Idea que podría conducir a comprender el poder que tiene la mujer en tanto objeto de deseo cuando utiliza este poder en el sentido de la teoría darwinista sobre la evolución del más fuerte. Las imágenes de Patrone sobre la dominación del hombre por la mujer podrían ser consideradas desde este punto de vista, ya que ella es la dueña del deseo que esclaviza al hombre.
La artista expone brillantemente una serie de conceptos en el más puro modo plástico y artístico. Cuando quiere ser directa y explícita nos coloca en una situación de indefensión frente a su alegato contra la violencia hacia la mujer en figuras que bolsas de plástico dejan traslucir en su desesperación. Aquí toca un problema universal, obviamente conectado con el tango pero de características contemporáneas y que constituye un verdadero flagelo social. Sin embargo, no es un arte panfletario. Es profundamente conmovedor a partir de una iconología cuya maestría en el dibujo queda fuera de discusión. Esta obra es acertadamente poderosa en su propósito, en revelar un contenido que cabe dentro de la problemática de la naturaleza humana desde una temática de profundas raíces sociales que, consecuentemente, provoca una rica reflexión sobre las complejas relaciones del hombre y la mujer, con el poder y la fama, con los prejuicios y con los complejos. La artista se sumerge profundamente en este campo espinoso, eludiendo miradas unilaterales que siempre son parciales. Abarca la totalidad del problema exclusivamente a través del arte y verdaderamente da en el blanco de manera magistral.