Punto de convergencia
Por Fernando Sánchez
En tiempos en que la comunicación es cada vez más vertiginosa y las imágenes nos saturan con un bombardeo constante de información, en su mayoría fútil e irrelevante, el cartel o póster mantiene todavía un propósito de difundir ideas, eventos, políticas, dando pie a la reflexión y el goce estético. Entre tanta hojarasca retiniana y tanto vaciamiento de sentidos, el buen cartel provoca, conmueve y trasciende sus funciones para alcanzar un rango artístico que asegura su permanencia en el tiempo.
La primera edición de Uruguay Cartel, celebrada entre el 4 y 5 de mayo en el Centro Cultural AFE y Centro BIT de Colonia del Sacramento, dio muestra del desarrollo del diseño del póster en el país, de la tradición –no suficientemente estudiada– que le precede, toda vez que devino en un espacio excepcional donde confluyeron charlas, workshops, intervenciones y una muestra que incluyó, entre invitados y participantes, obras procedentes de Estados Unidos, Rusia, Polonia, Turquía, Irlanda, China, entre otros países.
La muestra, seleccionada por Caro Curbelo y Rafael Esquer, estuvo conformada por cuarenta posters, elegidos entre más de 750 piezas enviadas desde 42 países. La mayoría de los participantes se decantó por el tema “políticamente incorrecto”, uno de los establecidos por la convocatoria. En este acápite se vieron reflejados debates de acuciante actualidad, como el feminismo, la paz, las redes sociales y las fake news, la libertad de expresión y las relaciones del poder, sus mentiras y excesos. Carteles sugestivos en los que el rostro de Donald Trump se presentaba como un payaso terrorífico; la silueta de Vladimir Putin se entreveía, como quien pasa la hoja de un calendario, por detrás de la figura de Lenin; la bandera de Estados Unidos ostentando ya no estrellas, sino surtidores de petróleo. Valga resaltar, entre los posters invitados a participar de esta primera edición, los realizados por diseñadores nacionales: Diego Prestes, Sebastián Santana, Alejandro Sequeira, Rodolfo Fuentes y Fidel Sclavo.
Enfocado en buena medida hacia estudiantes de diseño, uno de los platos fuertes de Uruguay Cartel fueron los workshops dictados por destacados referentes de ambas orillas del Río de la Plata. El uruguayo Fernando Díaz tuvo a su cargo un taller sobre los procesos necesarios para armar un afiche tipográfico. Si se tiene en cuenta que el cartel tiene una naturaleza híbrida entre lo visual y lo verbal, se puede entender la importancia de la tipografía como recurso indispensable de todas las piezas de diseño gráfico. Díaz, docente en la Universidad ORT desde 2008 y cofundador de TipoType, Underground Fonts y la Sociedad Tipográfica de Montevideo, también fue uno de los speakers del evento. Su charla hizo justicia a la historia de la tipografía en Uruguay, desde las primeras imprentas que surgieron en estas tierras hasta el desarrollo actual de la disciplina. Hoy en día fuentes de letras creadas acá son utilizadas por Google, Netflix y hasta por la campaña del precandidato presidencial estadounidense Joe Biden.
Otro de los talleristas y speakers de Uruguay Cartel, el argentino Coco Cerrella, brindó algunos de los momentos más emocionantes del certamen. Su workshop “Afichismo extremo” planteó entender el diseño desde una base de pocos recursos materiales, desapegado de la tecnología y comprometido con temas de relevancia social. Cerrella asume su profesión como un activismo necesario. Sabe que un cartel no puede cambiar el mundo, pero puede llegar a mejorarlo, al menos un poco. Durante su charla este diseñador, que ha visto su obra expuesta en renombrados museos del mundo, relató su experiencia como docente en la cárcel de Devoto y en el Instituto de Menores de San Martín, en Buenos Aires, lo que para él constituye una forma de volcar a la sociedad en la que habita todo lo aprendido.
Por su parte, el ilustrador y diseñador, también argentino, Diego Bianchi, Bianki, compartió su trabajo como autor multipremiado de libros para niños y jóvenes. Bianki, quien es, además, un constante gestor cultural, mostró mediante su obra las infinitas posibilidades creativas que brinda la resignificación de objetos. Uno de sus paradigmáticos títulos, Rompecabezas, realizado con más de mil cajas de fósforos pintadas, es una muestra de ello.
Esta edición también tuvo espacio para otear la cartelística de otras latitudes. La diseñadora cubana Diana Carmenate hizo un repaso de la historia del cartel en su país a partir de 1959, año que marca el inicio de la revolución de Fidel Castro. Durante estas seis décadas en la isla caribeña los posters, especialmente los de cine, han sido considerados una expresión artística de gran valía y trasladados a las paredes de los hogares como elemento decorativo. En una presentación profusa de imágenes, Carmenate explicó que los carteles cubanos integran, como una obra de arte más, colecciones y museos, a la vez que se reproducen en publicaciones como ejemplos de buen diseño.
Otros uruguayos también subieron al escenario del Centro Cultural AFE. Maca Wojciechowski disertó sobre diseño, mientras que Sasha Segade expuso su experiencia en lettering y Gabriel Benderski habló sobre cartelismo.
El comité organizador resaltó lo acertado de seleccionar a Colonia del Sacramento para acoger la primera edición. En efecto, la ciudad, Patrimonio de la Humanidad, prestó su atmósfera histórica para una cita como esta, en tanto que el amplio espacio escogido como sede permitió una disposición excelente para las obras, workshops, charlas y el resto de las actividades que confluyeron en esos dos días. Precisamente, en la convergencia de propuestas y conocimientos radicó el principal mérito de Uruguay Cartel: un evento que sirva de aliciente creativo para todos los que participan en él, que brinde herramientas y rescate la historia, y que también sea el punto de encuentro para que diseñadores, ilustradores, tipógrafos, estudiantes y público en general desarrollen ideas, confronten estéticas y disfruten de apreciar un buen cartel.