Por Isabel Prieto Fernández.
El jueves 1 de diciembre, en la sede del Espacio Cultural Vicente Muñiz Arroyo, disertó la licenciada en sociología Amanda de la Garza, directora del Museo de Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien arribó a Uruguay para integrar el jurado del Premio Nacional de Artes Visuales.
La actividad contó con el auspicio del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay y fue prologada por Víctor Barceló Rodríguez, embajador de México, quien puso énfasis en el apoyo otorgado a la gestión del MUAC y a la obra emprendida por el equipo que dirige De la Garza.
La directora expuso las principales características del MUAC, sus propósitos, sus planes y la filosofía que preside su trabajo. La disertación, clara y concisa, estuvo apoyada por un power point, destacándose la integración del museo a la UNAM, en una relación de mutua cooperación.
Habituados a una museística de menores proporciones y de escaso dinamismo, la descripción de la infraestructura del MUAC –enclavada en uno de los campus universitarios más grandes del mundo, que además es una reserva ecológica– y la multiplicidad de actividades que se desarrollan en sus catorce mil metros cuadrados, edificados en dos niveles de arquitectura minimalista recubierta de cristales, resultó impresionante al tiempo que ejemplarizante.
Las disciplinas que centraliza el MUAC, con la dirección operativa del curador en jefe, Cuauhtémoc Medina, y el equipo que lo respalda, pasan por conciertos, cine, archivos, escuelas de danza juveniles, ballet neoclásico, escuela de teatro y Facultad de Artes y Diseño, entre otras actividades.
Cuenta además con una biblioteca central de arquitectura funcionalista y espacios como la Casa del Lago de Chapultepec, el Centro Cultural de Tlatelolco y el antiguo colegio de San Ildefonso.
En cuanto a las líneas curatoriales, se prioriza la interacción entre artistas, intelectuales e investigaciones académicas; revisiones de artistas no suficientemente relevados; indagación en temas de género y una genealogía de lo inmediato.
La concepción de la actividad del MUAC procura realzar las creaciones propias sobre las exposiciones itinerantes del extranjero, estableciendo genealogías propias, sin recurrir a los estereotipos que llegan del exterior e instaurando un perfil que trabaja las relaciones entre arte y política, y dirige su mirada hacia el sur global, con fuerte énfasis en miradas propias sobre el pasado reciente, que involucra hechos tales como la desaparición de cuarenta y tres estudiantes en Ayotzinapa, temática reiteradamente aludida en creaciones artísticas expuestas en el museo.
Otro tema recurrente en la exposición de De La Garza fue que el MUAC se debe pensar desde el territorio. Entre las actividades que cumplen con ese propósito se encuentran los programas territoriales en Santo Domingo, un barrio popular cercano, en los que no solo se desarrollan talleres docentes, sino que se establece una relación con la comunidad, rescatando y preservando los acervos documentales, artísticos y de memoria que subyacen en la comunidad.
Especial relevancia tuvo en la exposición de De la Garza el tema del feminismo, encarado desde la perspectiva de las “brillantinas”, caracterizadas por la diamantina rosa, que a partir de un incidente con las autoridades a raíz de reiterados actos de violencia criminal contra mujeres, se transformó en un símbolo de la movilización feminista.
A esta toma de partido por la insurgencia de las mujeres, se suma la reivindicación de artistas que han participado en México en movilizaciones de la diversidad, la atención prestada al activismo, a las reivindicaciones indígenas, a las luchas por la memoria y los derechos humanos, a las luchas contra las consecuencias del extractivismo de las mineras canadienses, estableciendo un profuso archivo visual que plasma la relación entre el pueblo y las luchas sociales. En palabras de De la Garza, se trata de “cómo se puede pensar desde lo institucional, cosas que vayan más allá de lo institucional”.
La disertación de la directora del MUAC estuvo también signada por la humildad, por el reconocimiento de la distancia que a menudo se establece entre los propósitos y las limitaciones materiales, entre lo que se quiere y lo que se puede, en la distancia establecida entre lo académico y lo pedagógico, en la necesidad de reflexionar antes de actuar, en la valoración de la predominancia de la labor colectiva y, sobre todo, en el valor del trabajo con la comunidad.
Para nuestro sur, es una buena noticia la existencia de iniciativas como la que se materializa en el MUAC, particularmente en un país como México, rico en acervo histórico, en proliferación de regionalismos, en particularidades culturales y en una ubicación geopolítica que lo transforma en la primera frontera contra diluvios hegemónicos ajenos a nuestra identidad como latinoamericanos. Obviamente, resulta difícil imaginar una réplica de esa experiencia en una escala menor, pero sí es asimilable su direccionalidad, su dinamismo y la multiplicidad de áreas que abarca, por lo que, más allá de las repercusiones del mensaje implícito en la locución de la directora del MUAC, que tuvo algo de íntimo y limitado a un público acotado, reviste un enorme interés, en esa concepción de la museística como un factor no sólo de preservación de valores culturales y de reafirmación de la propia identidad, sino también como un poderoso elemento de transformación de la realidad social.